El Pájaro de Fuego de la nieta de Marc Chagall
En la sede Neue House de Nueva York, la floristas Bella Meyer realizó una demostración de diseño floral, inspirada en el decorado que su abuelo Marc Chagall realizó para el American Ballet en 1945.
Bella Meyer se rasca la cabeza. Tiene una cresta de cabello entrecano que dispara a todos lados. El vestido gris de cuello bote y un micrófono de diseño que insiste en escaparse de su oreja. Luego, se toca la barbilla, agudiza la mirada a través de sus anteojos y pregunta a la audiencia “¿qué piensan ustedes?, ¿está bien?”, solo para sacudir su cabeza, dar vuelta al florero e introducir otro poco de maleza. Sí, la nieta del pintor Marc Chagall utiliza malas hierbas en sus diseños florales.
Empezó nerviosa su disertación, pero apenas tocó las flores, así como la música del Pájaro de Fuego de Igor Stravinski fluye. Cuenta que su abuelo Chagall pasaba un momento oscuro. Su abuela había muerto de una infección por la falta de medicinas a finales de las II Guerra Mundial. Chagall enterró a su musa y se sumió en una profunda depresión. Pasaron unos meses y el ballet de Nueva York le encargó la ornamentación del ballet que se utiliza hasta el día de hoy.
Los floreros que usa son grandes, de vidrio ordinario y con relieve. No es problema puesto que la mayoría de las veces lo cubrirá de hojas, musgo, setas, ramas, cortezas, tela u desechos reciclados. Entonces el vaso pasa a ser parte de la composición. Tiene color, textura, cuenta una historia. Del diseño dice “prefiero la asimetría; la simetría encarcela el movimiento”. Nunca sabe cuántas flores va a usar en un arreglo porque “cada vez que cuentas una historia, usas distintas palabras”. Por eso, jamás tiene una receta de la que guiarse. Su forma de crear se limita a un dibujito que ha concebido donde lo que priman son los colores. Y, aun así, sus trazos en lápices de colores no son una pauta rígida.
Cuando alguien del público le pregunta cuál es el mercado de flores que más le gusta, dice con franqueza que casi no conoce, ni siquiera el de París. Que el de Nueva York es su paraíso y sus paseos por el bosque, su paisaje predilecto. Allí piensa sus diseños, busca inspiración, recoge cortezas de árbol, arranca hiedra y corta aquello que la llama.
“Cuando era pequeña pensaba que solo existía el color azul”, dice y la audiencia ríe. No sabe si lo oyó o lo leyó de un artista, quien decía que solo al añadir azul a una composición es cuando cobra sentido, cuando los elementos logran la unidad. Y por eso inserta agapantos y hortensias azules en el vaso, con el telón de su abuelo de fondo: una mujer bicéfala vestida de blanco que vuela en un cielo pintado de azul.
Doctora en Historia del Arte Medieval en París, viaja al Nueva York seducida por el jazz. Bella hizo decorados, trajes y máscaras para el teatro, así como títeres. Una amiga le preguntó si le gustaría ayudar a hacer la jupa para su matrimonio. El enganche con las flores fue inmediato. “Su colorido es tan rico e intenso que no se puede replicar”, concluyó. Iba al mercado de la calle 28 a buscar formas, texturas, coloridos. No le interesaban sus nombres, pero sí hablaba a las flores y les habla hasta el día de hoy.
Abrió FleursBELLA en el 2015 en el East Village. Cualquiera que entra allí se siente transportado a un bosque salvaje y mágico. Solo contrata a pintores, escultores, fotógrafos y diseñadores. Entre sus clientes está Sotheby’s, Brooklyn Academy of Music y The Rubin Museum of Art.
Ha pasado una hora y media y el público que copa la galería no ve a Bella. Un parloteo suave viene de los salones adyacentes, porque esta demostración se lleva a cabo en el Neue House, donde todo es exquisitamente casual. Los sillones de cuatro cuerpos de terciopelo color petróleo, las mesas largas de madera sólida con sus lámparas de escritorio como las de The New York Public Library. Por aquí se cruzan directores de cine, diseñadores de moda, arquitectos, artistas y expertos en imagen corporativa. Una casa para ambiciosos y curiosos (es como se promocionan) a la que solo se entra por invitación.
Bella está colocando rosas de jardín amarillas en la parte de atrás de su último arreglo de flores. Es parte de la zarza ardiente que su abuelo dibujó como decorado del ballet. Ser nieta de Chagall es un gracia y una maldición. Bella ha podido crear su mundo. “Tú no quieres ser literal; tú quieres crear tu propia versión del Pájara de Fuego”, se la oye decir.
La gente aplaude cuando aparece; ella sonríe con sus ojos un tanto bizcos. Eileen Johnson, directora de Flower School New York y organizadora del evento junto a Neue House, agradece su participación. La audiencia deja sus cojines y se agolpa frente a la mesa de trabajo para sacar fotos. Ella ha logrado traer el bosque mágico y todos quieren retratar la belleza efímera de su historia.
FleursBELLA – Bella Meyer
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