Una sirena sin escamas

Los fotógrafos se enamoraron de la tortuga terrestre de la terraza del hotel Ohla Eixample y allí se colocó para el posado oficial. Pero a ella se le iban los ojos un metro más allá. La piscina. Eso es lo que miraba Ona Carbonell. Su elemento, su espacio y el lugar donde ha pasado tres años y medio de su vida, con sus días y sus noches, si contamos todas las horas de entrenamiento y competición que lleva sumados desde los 14. Si contamos las ocho horas de sueño, más de siete. Y sólo tiene 26.

Una vida dedicada a la natación sincronizada, focalizada en lo que «quise ser desde pequeña: una sirena sin escamas», explicaba con su nuevo triunfo en las manos. ‘Tres minutos, cuarenta segundos’ es el título de este libro que no habla de medallas, ni de éxitos logrados, ni de fórmulas secretas para conseguirlos. Para la autora, «es la traslación al papel de todos mis discursos internos, de mis dilemas mentales. Es la historia de alguien que se lo juega todo en tres minutos y cuarenta segundos, que dedica años a preparar ese momento en el que te lo juegas todo. Son experiencias, sueños, retos, buenos y malos momentos… «.

Ona Carbonell es una mujer luchadora, muy trabajadora y elegante hasta decir basta. Por dentro y por fuera, fruto de un combinado de educación de base, capacidad de sacrificio y un entorno familiar casi perfecto. Con ellos lleva a cabo «esos ‘gabinetes de crisis’ tan nuestros que me han servido para gestionar las mías. Soy muy emocional y mi familia es clave. Sin ella jamás hubiera llegado hasta aquí». Ese «hasta aquí» es, por ejemplo, ser la segunda mejor del mundo. Con la plata individual de ese Mundial de Kazán en el 2015, aterrizó en los JJOO de Río con su casi hermana Gemma Mengual.

«Con toda la ilusión y el trabajo de muchos meses. No conseguimos la medalla pero estamos satisfechas de lo que hicimos. Una experiencia más de la que aprender. No fue como en Londres, desde luego, porque el ambiente era distinto y los jueces…». Ahí se frena y finiquita el tema con elegancia, la misma con la que habla de Anna Tarrés en el libro «porque en él me desnudo del todo porque soy transparente y sincera, ella forma parte de mi vida y también es mi realidad». Ona quiere seguir compitiendo al más alto nivel «porque me quedan pilas para rato. Tengo ganas de seguir aprendiendo».

Pero ahora necesita parar un poco, seguir unos días más de vacaciones tras estas semanas en su amada Menorca, y cargar sus pilas de campeona. Sigue también con sus estudios de moda mientras me apunta que el vestido que lleva es de una de sus firmas fetiche, Sita Murt. Sigue con su afición a las redes sociales y su pasión por la gastronomía.

No hay restaurante nuevo que escape a su análisis, a los que suele ir con sus padres, su hermano o Pablo, su pareja. Sigue con los pies en la tierra aunque los tenga la mayor parte del tiempo en el agua. Y sigue repitiendo ese mantra que apunté hace tiempo en la lista de los míos: «Los buenos se quejan. Los mejores se adaptan».