El budismo escondido
Te descubrimos algunos de los templos budistas más misteriosos en los que el silencio te invadirá.
Uno de los grandes placeres de viajar es descubrir. Hoy en El Rincón de Carla descubriremos entre la selva asiática, templos y budas que un día quisieron jugar al escondite. Historias y leyendas forman parte de la gymkana para encontrarlos. Empezamos por Camboya, donde los jemeres hinduistas dedicaron la ciudad de Angkor a sus dioses, allá por el año 800. Abandonado durante el siglo XV, aún conserva más de 35 templos en los que se puede apreciar el cambio que los jemeres hicieron del hinduismo al budismo.
La ciudad de Angkor tuvo en su época de esplendor templos y palacios de madera, ninguno resistió al paso del tiempo, y el declive del imperio jemer hizo el resto. Hoy solo los que fueron templos construidos en piedra permanecen para recordar y Angkor es Patrimonio de la Humanidad. Si bien cada templo es un mundo y una apasionante escuela, uno de ellos no pasa desapercibido. Me centré en él por querer ver que Wat Ta Prohm se dejó tragar por la selva para enlazar su historia con la nuestra.
Allí donde hubo grandes palacios de madera, sigue habiendo madera. La madera de raíces de algodón de seda y tetrameles que abrazan este templo con la furia apasionada que solo la naturaleza sabe dar. Raíces que recuerdan también que la naturaleza es vínculo pero siempre dominará al hombre y que es la más bella obra de arte. La vida abraza a la muerte para resucitar el alma.
Wat Ta Prohm fue levantado durante el siglo XII, último gran periodo de la arquitectura jemer, por el Rey Jayavarman VII, quien se lo dedicó a su madre. La imagen central es la diosa sabiduría, una estatua que tuvo como modelo a la madre del Rey. Bonito enlace entre origen, naturaleza, humanidad y sabiduría. Fue monasterio, universidad e incluso hospital para las más de 12.000 personas que lo habitaron. Ahora, para unos estrangulado, para otros un libro abierto, es uno de los templos con mayor misterio de Angkor Wat. Una invitación a la reflexión y quizá también a la oración.
Viajamos a la vecina Tailandia a otro epicentro budista. Ayutthaya, la Venecia de Oriente, capital del reino de Siam. Vamos al encuentro de una cabeza de buda. Nos adentramos en el templo de Wat Maha That, levantado en el siglo XIV y destruido por la invasión birmana de 1767. Hasta su destrucción fue uno de los más importantes por su proximidad al Gran Palacio. Fue construido siguiendo las directrices de la arquitectura jemer. Luego los birmanos firmaron su paso decapitando las estatuas de budas, cuyos restos continúan esparcidos por el templo.
El misterio vuelve a merodear por la escena. De nuevo la vida y la muerte. Lo sagrado y lo humano. El árbol de la vida protegió en algún momento la cabeza decapitada de un buda sonriente. Es el Bodhi un árbol sagrado para los budistas, ya que en él aguardó Siddartha hasta recibir la inspiración y alcanzar el nirvana. Así fue como se convirtió en Buddha. Casualidad para algunos, fe para otros, meditación para todos. Pero la higuera sagrada protegió la cabeza del buda, elevándola incluso unos centímetros del suelo. Sonríe el buda recordando a sus maestros: “La Paz viene del interior, no la busques fuera. No dejes que el pasado se interponga, no dejes que el futuro te moleste. Camina como si estuvieras besando la tierra con tus pies”. Ahora es lugar de peregrinación, recibe ofrendas y las oraciones que escucha se rezan en el idioma de la paz.
La naturaleza no juzga, actúa. El hombre es espectador y debe admirarla y venerarla. Nos desplazamos unos kilómetros hasta Amphawa. En su mercado flotante encontraremos el origen del comercio tai. Pero otro árbol sagrado nos espera y en su interior el Templo del Banyan Tree.
Wat Bang Kung, La Higuera Sagrada tiene nombre propio, Bot Prok Po, y en su interior se ubicó hace 100 años una pequeña capilla. La imagen de buda está recubierta de pequeños trozos de pan de oro que los fieles pegan a su talla. Este buda escondido entre oro, raíces y troncos, acerca el misticismo a las creencias más banales.
Miles de budistas acuden a él para que desvele los números de la lotería nacional. Es curioso que las ofrendas en versiones que van desde polvos de talco, arreglos florales, pan de oro, hasta dinero en efectivo, tienen como fin conseguir un premio material, ganar el sorteo de lotería.
De nuevo lo divino y lo humano sorteando la vida. De nuevo pasado y presente refugiados en la naturaleza. Ya lo dijo Buddha: “El futuro es la causa del presente, así que alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora”.