La desigual carrera de la mujer en el deporte
La mujer supone el mayor motor de crecimiento en el deporte en los últimos años. En The Luxonomist te contamos porqué.
El pasado 12 de octubre y en el ámbito de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en Estrasburgo, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, anunciaba que para la próxima edición de los Juegos Olímpicos, en Tokio 2020, la mitad de los atletas participantes serán mujeres.
Un anuncio tan esperado como deseado, en una larga, pero irreversible carrera hacia la paridad olímpica, plena de dificultades y barreras creadas por estereotipos sociales y culturales y donde la lucha, el esfuerzo y la calidad competitiva de la mujer han conseguido dinamitar muros que parecían infranqueables.
Si una de las grandes revoluciones del siglo XX fue la irrupción de la mujer en la vida pública, el mayor motor de crecimiento en el deporte ha resultado el considerable aumento de participación de la mujer en la práctica deportiva; los juegos olímpicos, el gran escaparate del deporte a través de la historia, se ha convertido en un termómetro de esa progresiva presencia, de esa lucha incesante por superar la brecha de género, en uno de los sectores en el que el género femenino se ha visto más discriminado a lo largo de los tiempos.
En sus inicios las mujeres no podían participar en los Juegos Olímpicos. El llamado padre del Olimpismo, el barón de Coubertín, se opuso radicalmente a su participación en las pruebas deportivas, lo que generó una injustificable segregación por razón de sexo, donde imperaba el mito de la fortaleza del hombre ante la debilidad femenina. Frente a esta especie de patriarcado, la mujer ha ido ganando terreno, palmo a palmo, cobrando impulso, conscientes de que la igualdad de género es un derecho humano, algo que les pertenece, al punto que la declaración del presidente del COI en Estrasburgo supone toda una revolución en la historia del deporte mundial.
No fue hasta la Olimpiada de París en 1900 cuando aparecen las primeras mujeres en competición, 11 pioneras cuya presencia, testimonial, significaba el comienzo de una durísima carrera de obstáculos que hasta 1960 hizo de la participación femenina en los juegos algo residual.
Dos francesas, Filleaul Brohy y Marie Ohnier, fueron las primeras en participar en el deporte de Croquet ( deporte que sólo se celebraría en esa edición ) y una inglesa, Charlotte Cooper, la primera mujer que ganó un título olímpico, en tenis.
A partir de ese momento todo fue una lucha constante por crecer, por ganar terreno y por tumbar barreras que parecían insuperables, apoyadas en el esfuerzo, en la calidad y en la ley aprobada en Estados Unidos en 1972 que exigía a los centros educativos que recibían fondos federales a que las mujeres debían tener las mismas oportunidades que los, hombres a la hora de practicar deporte, teniendo idéntico acceso a ayudas, promoción, recursos o instalaciones.
Así pasamos de un 25 % de participación femenina en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988, con 2.194 mujeres, a un 40 % en Atenas 2004, con 4.400 participantes. Unos datos que han ido creciendo progresivamente con el paso de los años y el aumento de posibilidades. En Pekín 2008 fueron 4.608, un 43 % del total de atletas, en Londres 2012 compitieron 4.800 mujeres, un 44 %, con la particularidad que todos los países participantes ( 204 ) tuvieron, al menos, una mujer entre sus atletas; y en la última edición celebrada, Río 2016, la participación femenina supuso un 46 % del total de deportistas, con cerca de 5.000 mujeres en competición.
El deporte español mantiene esa tendencia alcista que se acerca a la paridad de género; en los juegos de Río, un 46,26 % de la participación española ( 306 atletas ) eran mujeres ( 143 ) muy por encima del 41 % de los anteriores juegos de Londres, el 42 % de Pekín o el 43 % de Atenas.
Pero al margen de aspectos cuantitativos, existe un significativo papel cualitativo de su participación que hace que en los juegos de Londres de hace cuatro años, de las 17 medallas conseguidas por el deporte español, 6 las lograron hombres y 11 mujeres y en los juegos de Río este verano, de las 17 medallas que se colgaron nuestros representantes, 9 fueron logradas por mujeres y 8 por hombres.
En Tokio 2020, según el presidente del COI, los porcentajes de participación estarán al 50 %, la mujer deportista habrá alcanzado derribar parte del muro. Pero la lucha continúa; en España sólo el 10 % de las mujeres alcanza llegar a órganos de dirección de clubes y federaciones deportivas y según un informe de la Universidad Carlos III de Madrid, la mujer sólo aparece en un 5% de las noticias y entrevistas en la prensa deportiva.
Largo camino aún por recorrer, sin olvidar lo que decía el escritor portugués Paulo Coehlo: «La gran victoria que hoy nos parece fácil es el resultado de pequeñas victorias que pasaron desapercibidas».