Las “otras” residencias del Presidente Trump

El Presidente más polémico que Norteamérica haya conocido está a punto de pisar la Casa Blanca, hoy, conoceremos sus “otras” residencias.

(Foto: Gtres)

“Somos como Hillary y Trump”, dijo con sorna el Topo (apodo de Tom) a Anti (apodo de John) un día que habían coincidido en el ascensor, claro que cuando lo dijo ni se le había pasado por la cabeza que el polémico multimillonario tuviera opciones de llegar a la Casa Blanca. El día después de las elecciones presidenciales de Norteamérica volvieron a coincidir a la entrada del edificio donde tenían sus oficinas, y John no desperdició su oportunidad de devolverle el golpe “A ver cómo se desarrolla mi mandato”, susurró burlescamente.

Su convivencia había sufrido una curiosa transformación desde que un juez les obligara a “convivir” en la misma empresa, la que habían creado entre los dos, “The Celebrities Buildings”, se llamaba. Si al principio John lo pasaba mal teniendo que ver a su traicionero socio, ahora era Tom el que no soportaba la situación. En la planta quinta, cada cual se dirigió a su despacho. En la puerta del de Anti, le esperaba una grata sorpresa, la periodista estrella de la casa: Alicia Kyes (que no Keys).

Alicia miraba hacia los lados y, cuando su jefe se acercó lo suficiente, le susurró al oído: “¡Abre, rápido! ¡Tengo una Trump-sorpresa!, John se alegró de haberse bañado en la colonia preferida de la mujer. Dentro, Alicia se desabotonó su abrigo (los ojos se le pusieron en forma de plato al dueño de la empresa), para mostrar un dossier que llevaba escondido (¿decepción?), la primera imagen era la del futuro (ahora sí) Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump.

“He estado recopilando información sobre las otras residencias de Trump –dijo, sin poder disimular la frustración por el resultado de las urnas- aquí te las muestro para poder hacer un publi-reportaje completo, si te parece, claro”. Observó las imágenes mientras escuchaba a la afro-nipona con atención, las primeras eran de la Mansión preferida por el magnate, la palaciega Mar-a-Lago (bonito nombre) situada en Palm Beach, Florida.

Por lo visto los Trump tenían por costumbre viajar allí los fines de semana (no parecía mala idea), no en vano tiene 126 habitaciones y las mejores vistas del Océano Atlántico, además de 17 hectáreas de disfrute. La Mansión le costó a Donald 10 millones de dólares (9,21 de euros) en 1.985, aunque ahora está valorada en 200 (184 de euros) y sigue subiendo. El edificio sirve también como club privado y spa, generando millones anuales de beneficio.

En su interior te puedes deleitar con antigüedades del estilo Luis XIV, un salón de baile revestido con oro, tapices flamencos, 2.200 piezas de mármol que sirven de pavimento y un espectacular patio rodeado de columnas talladas en piedra y decorado con 36.000 azulejos (¡Uau!) que hacen que te traslades hasta el edificio más histórico de España: La Alhambra de Granada. Tampoco está mal si piensas que la cubierta se compone de 20.000 tejas trasladadas de un palacete cubano.

Cerca de allí, en el año 2.004, Trump compró un edificio de una sola planta por 41,4 millones de dólares (38,13 de euros) para reformarlo y vendérselo a Dmitry Rybolovlev (magnate ruso dedicado a los fertilizantes, si, el del Mónaco fútbol club) cuatro años más tarde, en 2.008, por 95 millones de dólares (87,50 de euros), todo un negocio. Su curiosa forma semicircular contempla un pedazo de playa privada con (por supuesto) jardines y terrazas.

Materiales como el oro y el mármol se complementan con diamantes para el gusto de sus inquilinos. Dentro, 18 habitaciones (algunas con techos abovedados), nueve baños, salón de baile, sala de prensa y aparcamiento para 80 coches. Dicen que para entrar necesitas hasta calzado especial… ¿extravagancia o exceso? Ricas alfombras y decoración barroca impregnan sus 3.065 metros cuadrados de superficie.

Al unísono, Alicia y John cogieron la misma foto, una imagen que les había atraído, se miraron y, a él, le pareció ver un leve rubor en la mirada de ella. La mansión que aparecía retratada había sido propiedad de Trump en 2.008, aunque la había vendido al año siguiente. Ahora, su valor se había multiplicado por tres, hasta llegar a los 30 millones de dólares (27,63 de euros).

Estaba en Beverly Hills, junto a otro inmueble del magnate, su residencia cuando quería rodearse de estrellas de Hollywood. El estilo clásico griego se expande por toda la propiedad, en sus majestuosas columnas, en su pavimento marmóreo y los balaustres del mismo material. En sus casi 1.400 metros cuadrados no hay espacio para el aburrimiento, pero, si los usuarios lo hacen, lo mejor es salir a la fantástica piscina con césped reticular y cancha deportiva.

Pasaron a la siguiente residencia, la primera mansión del magnate, comprada durante su matrimonio con Ivana, en Connecticut, en 1.982. La mansión fue construida en 1.939 en estilo colonial, sus impresionantes 1.850 metros cuadrados cuentan con ocho habitaciones, 10 baños, teatro, cine, canchas de tenis y tres apartamentos para el personal. Cuando se compró, Ivana Trump la reformó con los mismos materiales usados en el Hotel Plaza.

Ahora, estaba de nuevo en venta por 54 millones de dólares (49,74 de euros), sus últimos propietarios la han reformado para añadirle más habitaciones y una piscina cubierta. La ubicación de la vivienda, junto al estrecho de Long Island, le permite tener un muelle y disfrutar de unas vistas sin igual mientras juegas al golf en su estupendo césped.

“Trump ha dicho en varias ocasiones que una de sus residencias habituales – dijo Kyes acercándose un poco a John- y preferidas, por supuesto, es la que compró en Bedford, la llamada Seven Springs, por la que pagó 7,5 millones de dólares (6,91 de euros) en 1.995, incluso pensó en construir un campo de golf pero no pudo vencer las reticencias de sus vecinos”, señaló con cierta alegría, parecía orgullosa de esas personas que no conocía.

La mansión se construyó en 1.919 para Eugene Meyer (presidente del Banco Mundial) y cuenta con 15 dormitorios de un total de 60 cuartos en sus 4.600 metros cuadrados. Cuenta también con dos apartamentos para el personal, tres piscinas, una bolera, un establo y una casa separada de estilo Tudor. Los Trump la utilizan sobre todo en verano y para algún que otro relajado fin de semana.

La siguiente foto era la antigua mansión de Patricia Kluge, en Charlottesville, Virginia, (¿Cuántas mansiones podía comprar este hombre?), una ganga que había conseguido en el año 2.011 por sólo 6,5 millones de dólares (6 de euros), sus 7.000 metros cuadrados abarcan 45 habitaciones, sala de cine, establo, invernadero y una casa para huéspedes, además de poseer una capilla y jardines estilo inglés.

Albemarle House, así se llama la vivienda, fue construida hace 30 años por el multimillonario John Kluge, un magnate de los medios de comunicación y el entretenimiento que fue dueño de los Harlem Globetrotters, esto y que Kluge fuera considerado en su época el americano más rico por la revista Forbes, animaron a Trump a luchar para conseguir esta bellísima mansión. Otro aliciente, por supuesto, fueron sus viñedos, que llegaron a cosechar una gran fama por su exquisito vino.

Las últimas imágenes ni siquiera las estaban mirando, frente a frente, los acalorados personajes de este post hablaban absortos y casi al unísono. “La residencia más famosa de Trump está en Nueva York, claro, en su edificio más icónico, se trata del triplex que ocupa el ático de la Torre Trump y que conmemora fielmente el estilo Trump, fastuoso y derrochador. Su valor ronda los 100 millones de dólares (92 de euros) y desde sus ventanas se puede ver el Central Park y el horizonte de Manhattan. 

El mármol (de nuevo) recubre pisos y paredes, se transforma en columnas que culminan en capiteles de orden corintio de oro de 24 quilates. En el techo continúan las decoraciones en el metal más valorado por la humanidad, así como increíbles escenas de la antigua Grecia. Esta mitología griega impregna cada detalle del inmueble: una estatua de Eros y Psique en la mesita del salón, enormes vasos griegos debajo de un cuadro de Apolo en su carro dirigido por Aurora, una increíble chimenea de mármol blanco e infinidad de detalles.” 

Después de unos segundos Anti no pudo retener más sus sentimientos, “el ático de Trump deslumbra con tanto oro, pero no tanto como tú, Alicia, sé que nos separan veinte años pero…”, en ese momento la periodista tapó la boca de su jefe con la suya, fundiéndose en un apasionado beso, “No hables más y llámame Melania”, dijo la otrora activista anti-Trump.

Disclosure: Los personajes que aparecen en este artículo, sus diferentes personalidades y sus relaciones entre ellos y con el entorno encajan dentro de la ficción. El medio no se responsabiliza sobre las opiniones expuestas en el artículo y no tiene ninguna relación de negocios con cualquiera de las empresas que se mencionan en él.

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