No te pierdas los adornos del MET
Una de las tradiciones navideñas más arraigadas de la ciudad de Nueva York, es la visita al Museo Metropolitano. El abeto azul con sus ángeles celestiales y su pesebre barroco napolitano del siglo XVIII, al que cada año añaden una figura, encantan a grandes y chicos.
La ciudad de Nueva York está en calma. Sí, ha caído la primera nevada y como por arte de magia, han desaparecido los bocinazos y las sirenas. Parece que los ciudadanos saben que patinando por las calles es difícil que llegue una ambulancia o los bomberos. Los madrugadores corren al lado del East River con especial cuidado. Parece que todos los perros del barrio se han dado cita hoy; sus dueños saben que la nieve es la gran diversión. Arañan el aire, lengüetean la nieve, se frotan la nariz o saltan extasiados: es como ese vídeo del elefantito que se baña feliz al descubrir por primera vez el mar.
El espíritu navideño lleva semanas adornando vitrinas (incluso antes de Thanksgiving). Pantalones escoceses, chaquetas de terciopelo, hasta pijamas con motivos de Navidad en todas las tallas para que la familia amanezca uniformada el día 25 a abrir los regalos. Las vidrieras de Bergdorf & Goodman, por supuesto, son las más espectaculares y suelo visitarlas con mi marido la noche de Año Nuevo (¡Aunque debo reconocer que este año hice un avistamiento previo!).
En la misma Quinta Avenida, pero a la altura de la calle 82, se alza el Metropolitan Museum. En su sala de Escultura Medieval, frente a un monumental coro del siglo XVIII de la catedral de Valladolid, está expuesto uno de sus tesoros: un pesebre barroco napolitano del siglo XVIII a los pies de un abeto azul de más de seis metros.
Loretta Hines Howard (artista, coleccionista, hija del magnate de la madera en Chicago, quien murió en 1982) y The Christmas Tree Fund donaron al museo el árbol y el pesebre que descansa a sus pies. La Sra. Howard empezó a coleccionar pesebres napolitanos en el año 1925, expuso en el MET por primera vez en 1957 y desde 1964 más de 200 pesebres suyos han sido expuestos, y que en algunos casos fueron donados a la institución.
El árbol de Navidad está ataviado con exquisitas figuras de 15 a 50 centímetros. Hay 55 ángeles y 22 querubines con trajes de seda, tan bien colocadas que parecen flotar. Al centro, una antigua ruina sirve para cobijar a la Sagrada Familia. La Virgen María mira extasiada al Niño Jesús mientras la vaca y burro asoman sus cabezas. Más abajo la choza de unos pastores desperdigados en el monte con sus cabras y ovejas.
Los Reyes Magos en camino con trajes brillantes, camellos y cofres de metales preciosos. Alrededor, personajes del campo y el pueblo inmortalizados en terracota, finamente barnizados y con vestidos bordados a mano. El puesto del pescadero, el niño en la fuente, las mujeres recogiendo el agua; cada rincón es una evocación a ese Nápoles del siglo XVIII donde las familias competían año a año por tener el mejor pesebre.
La Sra. Howard y sus descendientes pasaban tres semanas cada año montando el árbol y el pesebre. Esta tradición familiar llegó a su fin el año 2014 cuando el presidente del MET argumentó que por un tema de seguridad (y seguros implicados), de ese momento en adelante solo personal del museo podría manipular las figuras. Aunque hubo muchos alegatos e incluso la noticia llegó a New York Times, no hubo más que hacer, ya que las piezas eran propiedad del museo.
Para admirar con tranquilidad el Nacimiento, recomiendo ir los viernes o sábado después de las 6 de la tarde. A esa hora las hordas de gente ya están saliendo y el canto gregoriano de fondo invita al recogimiento y la contemplación.
Metropolitan Museum
1000 Fifth Avenue
New York, NY 10028
Domingo a jueves: 10 am–5:30 pm
Viernes y sábado: 10 am–9 pm