Vernos malhumorados nos envejece

El paso del tiempo no solo dibuja arrugas en nuestro rostro, sino que también modifica nuestra expresión facial y con ella lo que nuestro rostro comunica. Ver reflejado en el espejo un rostro triste o malhumorado puede hacer que nos sintamos así. 

Hace poco más de 100 años la esperanza de vida en nuestro país era de 29 años, hoy en día es de casi 83. Pero no solo se ha alargado la vejez, sino también nuestro sentimiento de juventud, de actividad, de vitalidad. Hace un siglo era impensable pensar que un hombre o una mujer de 50 años se sintieran jóvenes y con planes de futuro, hoy en día, en cambio, es lo más habitual. El problema es que nuestro aspecto físico no suele acompañar a nuestra vitalidad interior.

El paso del tiempo principalmente, pero también el estrés, la polución, el sol, entre otros, producen cambios en nuestro rostro que afectan a nuestros rasgos. Los párpados caídos, las bolsas de los ojos, el rictus marcado, el ceño fruncido, la comisura de los labios que pierde su línea jovial, las arrugas de marioneta, la uniformidad y textura de la piel… nos otorgan un aspecto triste, malhumorado, cansado o, incluso, enfermo.

Estos cambios, que no se dan en todas las personas de la misma manera, se pueden acabar apoderando de nuestra expresión facial otorgándonos algunas características que, en realidad, nos son ajenas pero, de tanto verlas reflejadas en el espejo, las acabamos sintiendo como propias. Esta conclusión no solo se basa en la experiencia de más de 25 años analizando rostros, sino también en investigaciones clínicas como las que ha realizado la doctora Michelle Magid, profesora de psiquiatría de la Universidad de Austin (Texas) según la cual «determinados tratamientos médico estéticos contribuyen a mejorar ciertas alteraciones emocionales». Así, por ejemplo, el tratamiento de las arrugas del entrecejo con toxina botulínica ayudaría a mejorar los síntomas de la depresión.

De esto se podría concluir que si cuando nos miramos en el espejo nos vemos felices, es más fácil que nos acabemos sintiendo así. Y para los que aún son reacios a pensar en este sentido, un apunte: cuando nos obligamos a reír (risoterapia), el organismo reacciona igual que si esas carcajadas fueran algo natural, es decir, favoreciendo la producción de endorfinas en el cerebro, provocando serenidad, reduciendo el estrés y la ansiedad, entre muchos otros beneficios.

Con ello no abogo por  esos rostros ‘planchados’ sin expresión que no denotan toda la experiencia y vivencias que hay detrás de ellos, sino más bien todo lo contrario: por una cirugía y una medicina estética emocional, unas técnicas que mantengan la expresión y la armonía de cada rostro, pero que consigan un equilibrio entre nuestra apariencia y cómo nos sentimos por dentro. Aunque cada caso requiere de un estudio personalizado e individualizado de la expresión para conseguir el resultado más adecuado a cada rostro, existen cuatro modelos básicos a la hora de afrontar los pequeños retoques faciales que nos pueden ayudar a vernos mejor y más felices.

FUERA CARA DE CANSADO
Es la que más sufrimos cuando pasamos de los 40, especialmente entre las mujeres. Sin embargo es a los hombres a los que más preocupa parecer cansado constantemente, ya que temen que puedan asociar este aspecto con una falta de productividad en el trabajo. La cara de cansancio se traduce principalmente en la inflamación y el descolgamiento de los párpados, tanto del superior como del inferior, así como la pérdida de definición del contorno del óvalo facial y los pómulos.

Para corregir la zona de los ojos se aconseja una blefaroplastia global, una novedosa técnica que permite, además de eliminar el exceso de grasa y piel, restituir aquello que se ha perdido, ya sea la grasa del contorno ocular, la inclinación del ojo o la altura de la ceja. Devolviendo la vitalidad y la armonía al conjunto de rostro. Para redefinir el contorno del óvalo facial, la radiofrecuencia es la mejor apuesta, sin pasar por quirófano. Este tratamiento no invasivo permite estimular la formación del colágeno a partir de la generación de un campo eléctrico que genera calor. Lo que consigue mejorar la calidad de la piel y su firmeza.

Los hilos tensores PDO, en cambio, contribuyen a luchar contra la flacidez del resto del rostro. Un procedimiento reabsorbible e indoloro que se implanta mediante una aguja fina debajo la dermis activando los fibroblastos que ayudan a generar colágeno de la propia piel estimulando su rejuvenecimiento y aportándole vitalidad, elasticidad y luminosidad con un efecto de entre 12 y 18 meses. Se puede aplicar en mejillas, contorno mandibular, papada, cuello y zona peribucal.

ADIÓS AL MALHUMOR FACIAL
Sí, ciertas arrugas nos dan un aspecto de malhumorados. Por ejemplo, el ceño fruncido es un signo de irritabilidad, disgusto o estrés. Como también lo son las arrugas de la frente, el código de barras o las arrugas que aparecen alrededor de las aletas nasales de tanto encoger la nariz como expresión de enojo o asco. Sin duda, para las arrugas del entrecejo y la frente, el Botox® es la mejor opción. Estas microinyecciones ayudan a relajar la frente y evitar que las arrugas se pronuncien más. El resultado es un aspecto más relajado y rejuvenecido del rostro, sin perder la expresividad. La sesión dura unos 20 o 30 minutos y el efecto entre 6 y 8 meses.

Para tratar el código de barras existen varias opciones, las más comunes son los rellenos faciales y el láser que nos permite atenuar sensiblemente las arrugas localizadas: patas de gallo, arrugas de expresión, arrugas del párpado inferior, arrugas alrededor de la boca…

BORRANDO LAS LÍNEAS DE TRISTEZA
Si las arrugas de malhumor son más habituales en los varones, la expresión de tristeza suele darse más en mujeres. Sus características más habituales: arrugas alrededor de los ojos, descenso de la cola de la ceja, del párpado inferior y del canto de los ojos, caída de la línea de los labios, aparición de las llamadas arrugas de marioneta… Todo ello hace que la expresión facial denote una aflicción, apatía o amargura que seguramente no sentimos. La blefaroplastia global vuelve a ser la técnica quirúrgica ideal para todo lo que rodea la zona de los ojos. En el caso de las arrugas de marioneta, los rellenos faciales suelen ser la mejor solución. Estos pueden ser permanentes o reabsorbibles, y están destinados a disimular las arrugas más profundas como las que rodean la boca.

RECUPERANDO UN ASPECTO SALUDABLE
La falta de uniformidad en el tono de la piel, de luminosidad o de turgencia nos da un aspecto enfermizo. La piel sin manchas y “jugosa” es un signo de salud y, por supuesto, de juventud. En estos casos la medicina estética cuenta con cuatro grandes bazas: el láser y los peelings médicos, que permiten eliminar las manchas del cutis dando una mayor uniformidad a la piel y devolviéndole un aspecto más saludable. La mesoterapia facial Cóctel de Vitaminas que consiste en microinyecciones superficiales de distintos principios activos que se combinan según las necesidades de cada paciente. Se trata de una combinación de ácido hialurónico, vitaminas (principalmente A, C y E) y otros complejos esenciales que nutren y protegen desde el interior. Este tipo de mesoterapia estimula la hidratación de las capas más internas de la piel y la formación de colágeno y elastina, con lo que se consigue una piel mucho más turgente, fresca y luminosa, otorgando un aspecto sano y rejuvenecido.

El PRP (Plasma Rico en Plaquetas) es uno de los tratamientos más avanzados que hay en rejuvenecimiento facial. Para realizar este tratamiento, primero se realiza una extracción de sangre del propio paciente, de la que se obtendrá el plasma rico en plaquetas, que después de un proceso se inyectarán, mediante microinyecciones, en el rostro del paciente. Las plaquetas liberan los factores de crecimiento que se encargan, principalmente, de estimular la regeneración celular, aumentar la formación de nuevos vasos sanguíneos y producir nuevo tejido. De esta manera, se consigue un efecto reparador que se traduce en una piel más luminosa, más firme y con menos arrugas.