#CloseTo Lydia Bosch: «La magia del ‘Un, dos, tres’ no se ha repetido»

Amalia Enríquez. 09/05/2017

Es la eterna sonrisa. Muchas veces me he preguntado cómo es posible que, a lo largo de los más de veinte años que nos conocemos, nunca la haya visto con un mal gesto. Tiene una mirada viva y brillante, una risa escandalosa y una voz aterciopelada, que la definen como una mujer con luz, con mucha luz. No nos hablamos todos los días, pero tampoco nos hace falta para saber que estamos ahí, el día que sea, a la hora que sea, por el motivo que sea. Lydia es de los grandes regalos que me ha dado esta profesión. Por eso, tenerla en estas conversaciones era una necesidad anímica…

Es madre feliz de tres hijos. Foto: Bernardo Doral

The Luxonomist: En estos encuentros no hay guión. Son charlas de amigos, así que tú eres tu propia censura. Lo que no quieras que se sepa ¡no lo digas!
Lydia Bosch: ¡Ay qué difícil, Amalia! Nos lo contamos todo. A ver cómo lo hago (risas).

TL: Habrás perdido ya la cuenta de las entrevistas que te han hecho. ¿Sigues sin acostumbrarte a ser el centro de atención?
LB: No me acostumbraré jamás. Hoy estoy tranquila porque es contigo, estamos en tu casa como otras tantas veces y no tengo sensación de tener que pasar por el escrutinio de las preguntas de turno, pero para mí el tema de una entrevista no es una cosa que identifique como algo agradable. Sin querer me pongo en tensión porque me parece que es como un examen. Siempre se espera que uno sea brillante, que cuente cosas interesantes. Yo soy una persona muy espontánea pero, en los encuentros con la prensa, me autolimito. Me pienso mucho lo que quiero decir, hay cosas personales de las que no me gusta hablar y me vuelvo un poco arisca porque no me siento segura.

TL: Activas un instinto de protección que te limita.
LB: Tienes razón, yo creo que sí. Desde los 19 años, que fue cuando entré en este mundo a efectos de presencia mediática, a raíz de conocer a Chicho Ibáñez Serrador, me cambió la vida. Él me trajo hacia este maravilloso camino y descubrió en mí lo que realmente era vocacional.

Hizo la prueba para el ‘Un, dos, tres’ y le cambió la vida

TL: ¿Nunca habías sentido esta llamada a la interpretación?
LB: Es cierto que, en el colegio, cuando había obras de teatro, yo siempre me apuntaba pero nunca imaginé que esa era una señal de futuro. Mi abuelo materno era poeta. Tengo libros suyos y escribió obras de teatro, pero nadie más de mi familia tenía relación con esta profesión. Yo creo que, por esa parte de mi abuelo, es por donde me puede venir la vocación.

TL: ¿De niña no tenías ni idea de lo que querías ser?
LB: Quería ser profesora, porque me encantaban los niños. En la época del ‘Un, dos, tres’, cuando lo veíamos todos en casa, siempre (y no sé por qué lo decía) comentaba: “Ahí voy a estar yo. Algún día seré azafata de ese programa” (risas). Y todos me miraban como diciendo “esta niña está loca”. Yo lo decía y me quedaba tan ancha y ¡fíjate!.

TL: Los sueños, a veces, se cumplen…
LB: Se cumplen siempre, lo he ido aprendiendo con el tiempo. Si los sueños los deseas de verdad, sin miedo, con inocencia y con pureza, se cumplen. En el momento en el que te paralice el miedo, te entren dudas y no creas que puedas lograrlos, se pierde la magia y no llegan a materializarse. Me ha pasado en muchos aspectos de mi vida. Siempre piensas en cómo te gustaría vivir y yo he podido hacerlo como he querido. Vengo de una familia de clase media y esos sueños eran como una locura, difíciles de realizar y, sin embargo, lo logré. Estoy convencida de que si crees mucho en ti, pones de tu parte el trabajo, la perseverancia y el empeño, puedes llegar a conseguir lo que quieras. Los sueños no van a venir a rescatarte, pero si luchas y trabajas por lo que deseas, se consigue.

Reconoce que no le resulta fácil reírse en el cine

TL: En lo que has logrado entonces… ¿qué parte hay de suerte, de trabajo, de causalidad, de constancia?
LB: Al principio, tengo que decir que fue un porcentaje altísimo de suerte absolutamente. Creo que estuve en el momento justo, en el lugar perfecto, a la hora que pasaba el tren. No lo busqué, por eso te digo que influyó la fortuna. Estaba escrito, fue el azar, tenía que ser.

TL: Y llega ese momento de “papá, mamá” ¡me voy a la tele!
LB: Al principio se asustaron porque esa nueva vida era muy distinta a la que hasta ese momento habíamos llevado en mi casa y, sobre todo, cómo era mi familia. Hice la prueba en el ‘Un, dos tres’ solamente para jugar y sin ningún tipo de pretensión. Era un programa que siempre veíamos en familia, parecía que se paraba el mundo el día que lo ponían. La magia de aquel programa no se ha vuelto a repetir.

TL: Las redes sociales, entre otros factores, contribuyen a ello…
LB: No lo dudes y también tenemos mucha culpa los padres. Y me explico. A veces, por querer tanto a nuestros hijos, queremos mal. Les acostumbramos a que tengan todo. Quieren un móvil, se lo compramos. Un ordenador de alta gama, se lo compramos. Un iPad como sus amigos, se lo compramos. En este sentido, yo estoy intentando que mis hijos valoren las cosas, que sepan ganárselas. Intento reconducirlos en este tema porque, a mis 53 años, todavía me ilusiono por las cosas, porque sé lo que cuesta conseguirlas, porque sigo esperando a los Reyes o a mi cumpleaños para conseguir eso que quiero o que me falta. No te voy a negar que, en alguna ocasión, cometí el error con mis hijos de regalarles algo con alguna excusa, pero tienen muy claro el valor de las cosas y que hay que ganárselas.

Le gusta usar Skype cuando está lejos para hablar con sus hijos

TL: ¿Eres madre consentidora?
LB: No. Al principio, cuando eran pequeños, en algunos momentos pude serlo pero, cuando tomé conciencia de lo que realmente quería para mí. Cuando frené mi vida personal e hice un examen preguntándome si esa vida que llevaba era lo que yo quería, me di cuenta de que debía cambiar y que tenía la capacidad de reconducirme y de darles a mis hijos esos valores que me habían inculcado siempre en mi casa y que han sido mi sustento.

TL: ¿Ahora entiendes más a tus padres?
LB: Sí, absolutamente. Esa frase de “las madres siempre tienen razón” es ¡una realidad tan grande! Lo que sí es cierto, porque nos enriquece y enseña, es que por mucho que nos avisen (o avisemos a nuestros hijos nosotras) de que nos la vamos a pegar, tenemos que pegárnosla y dejar que se la peguen. Es necesario.

TL: Pero siempre tendemos a evitar el sufrimiento ¿no?
LB: Sí y nos volcamos en protegerlos. Lo que sí hay que hacer es hablar mucho, avisarles de los “peligros” y luego que ellos decidan con todos los argumentos en la mano.

Se divirtió muchísimo en el cine con ‘Es por tu bien’

TL: ¿Cómo concilias hablar con ellos? ¿Cómo consigues tener esa relación de amigos sin que olviden que por encima de todo eres su madre?
LB: Lo consigo cuadrándome en el momento que me tengo que poner firme. Sigo siendo muy juguetona, porque no he perdido nunca a la niña que tengo dentro, y eso facilita mi relación con ellos, pero saben cuál es su sitio y cuál es el mío. Con mis hijos he rejuvenecido. Con Andrea tengo una relación muy especial, es la mayor y hemos estado juntas siempre. Hay mucha complicidad. Con Ana y Juan también me siento muy identificada, he pasado mucho tiempo con ellos a pesar de que, en ocasiones, el trabajo me ha tenido algunos días sin verlos. La verdad es que he tenido mucha suerte con mis tres hijos.

TL: Y ellos contigo…
LB: La verdad es que no me considero una mala madre. Siempre me quedan cosas por aprender, pero sí que formamos una familia estupenda. Son niños que, en un momento dado pueden tener un arranque, pero saben escuchar muy bien. En cualquier decisión, aunque tú tienes que irles guiando, intento hacerles comprender que su alma es tan valiosa y tan sabia como la mía. Yo les tengo que respetar tanto como ellos a mí, aunque sean jóvenes. Yo les puedo ir guiando, pero ellos siempre van a tener la opción y la libertad de elegir un camino u otro.

TL: ¿Ellos han entendido las ausencias?
LB: Sí, porque hay ausencias que tienen alguna solución. Una de las cosas más maravillosas de la técnica es el iPad, por ejemplo. Yo me lío mucho con la informática, tú lo sabes,  pero con el Facetime, Skype y aplicaciones similares, reparo mucho tenerlos lejos.

Sus hijos la adoran pero no presumen de ‘madre famosa’. Foto: fotograma de La Hermandad (Trivisión)

TL: ¿Alguno ha salido con tus inquietudes profesionales?¿Sería una buena herencia?
LB: La mejor herencia que les puedo dejar es la que mis padres me han dejado a mí y es el amor, ser buena gente y ser honesto siempre, ¿sabes?. El que se puedan ir a la cama con la conciencia tranquila es lo que les enseño. Después, lo único que quiero es que trabajen en algo que les haga felices porque ¡eso es tan importante!. Yo tengo la suerte de no haber parado nunca de jugar y sé que es un privilegio. Trabajar en lo que nos gusta, poder vivir de ello ¡es lo más!.

TL: ¿Alardean de madre famosa?
LB: ¡Qué va! Siempre los he mantenido muy al margen del aspecto mediático, pero alguna vez los he llevado a un rodaje y ahí sí se han dado un poco cuenta de quién soy. Lo importante es que no son chulitos en ese sentido. Están orgullosos, pero no fardan de madre. Mis padres no han sido actores ni gente conocida y yo siempre he estado orgullosísima de ellos. Soy actriz de cara a la galería, pero en casa soy una madre más. Y eso lo tienen muy claro.

TL: Tienen la suerte de disfrutar de unos padres preocupados por ellos y que les quieren…
LB: Sin duda. Hace dos años murió mi padre. Fue algo inesperado. Le sometieron a una operación, se complicó y no salió de ella. Si te digo la verdad, hoy por hoy creo que no he pasado su duelo.

Admira profundamente a sus padres

TL: Yo creo que no se hace nunca. A mí no me faltan, pero no quiero ni imaginarlo…
LB: ¿Sabes lo que ayuda muchísimo? Yo sé que mi padre está conmigo, lo que sale del cuerpo es el alma. Por mi educación cristiana, creo en eso y esa certeza me ha ayudado a saber que tengo un ángel protector. Creo que todos venimos a este mundo para mejorar, para aprender a ser mejores y conocer el amor en el sentido más extenso. Elegimos lo que queremos hacer…y eso es definitivo.

TL: Debe consolarte que él te vio triunfar y ser feliz con esa elección…
LB: Eso sí es verdad. La vida es mágica. El verano anterior a que se muriese, escribí una carta gigante a mis padres. Era algo que sentía que debía hacer. Les daba las gracias por todo, desde bien pequeña. Les recordaba el día que, con su coche, se plantaron delante de un sitio y me prohibieron que viera a un chico, por ejemplo, o diferentes momentos delicados de mi vida en los que siempre estuvieron ahí. Con esa carta y todo lo que le dije a él en vida, tengo la sensación que no me han quedado asignaturas pendientes, ni cosas por decirle.

TL: Todo pasa por algo…
LB: Así es. Luego me queda el consuelo de saber que no sufrió, pensar que era su momento, que fue un hombre tremendamente feliz, que vivió rodeado de amor y que tuvo una vida maravillosa.

Sin identidad, uno de sus últimos trabajos

TL: Tienes la continuación en tu madre…
LB: Mi madre es un ángel. Fue la que en su día templó el tsunami que supuso para mi padre que yo me dedicara a esta profesión. Él nunca lo verbalizó y por eso no fui consciente del dolor que eso le había provocado hasta años después. Estamos hablando de treinta años atrás, cuando las cosas eran muy distintas. Mi padre era un hombre muy grande, no era de los que te “machacaba” con el “te lo dije” y esas cosas. Nunca dejé de llamarles ni un solo día y siempre seguimos en contacto, como si no me hubiera ido. Y lo que son las cosas de la vida, ahora es cuando más estoy disfrutando de mi madre. No hay plan en la calle que supere las ganas y necesidad que tengo de disfrutar de ella. Tiene salud, afortunadamente, y me ayuda con mis hijos como no te puedes imaginar. Disfruto charlando con ella, viendo lo guapa que es, maquillándola. Es algo que no me quiero perder.

TL: Siempre has sido muy familiar…
LB: ¡Cómo lo sabes! Desde pequeña prefería quedarme cuidando los niños de familias conocidas, que salir con mis amigos. Siempre he sido juguetona, me gustaba disfrutar con ellos tirándome por el suelo. Me fascinan los niños y por eso siempre he querido ser madre.

TL: ¿Habría sido una frustración si no lo hubieras sido?
LB: Sí, no lo dudes. Siempre habría utilizado todos los caminos viables para serlo. Si no hubiera tenido hijos, habría optado por la adopción, aunque es ¡tan complicado y largo el proceso! Para mí, ser madre es un estado maravilloso. Los nueve meses no fueron una carga para mí. Tuve embarazos buenísimos, sin un solo mareo, y nunca me dolió dar a luz. Con Andrea, la mayor, rompí aguas tras un ataque de risa.

Viendo en la televisión a Tip y Coll se puso de parto de su primera hija, Andrea

TL: No te puedo creer…
LB: (risas) Estaba viendo en la tele a Tip y Coll y me hicieron tanta gracia que me puse de parto. Los paparazzi hacían guardia en la puerta de casa desde días antes. Bajamos, estaban dormidos de puro agotamiento, no nos vieron, cogimos un taxi y entré en el hospital con la niña casi fuera. Y, volviendo a lo de antes, era un deseo tan grande el que tenía con ser madre, que en ningún momento tuve un pensamiento de miedo ante lo que iba a pasar. Siempre me lo imaginaba bonito, rápido, sin dolor… y tal cual fue. Con Ana y Juan me hicieron cesárea porque, al ser gemelos, el primero saldrían bien y el segundo podría darse la vuelta al tener más espacio, así que no nos arriesgamos.

TL: ¿Volvemos un rato a tu infancia?
LB: Claro, me encanta que me hagas recordar.

TL: ¿La pequeña Lydia iba al cine?
LB: Sí, íbamos siempre con mi padre. Son esas imágenes inolvidables que se quedan clavadas en la memoria. Mi padre se adelantaba siempre para coger las entradas y dar una propinilla para que nos sentaran en buen sitio. Era un ser maravilloso, que siempre sacaba el lado positivo de todo. Recuerdo que yo iba al Colegio Jesús María San Gervasio, donde estudiaba gente con mucho poder adquisitivo. El día de la Misa del Gallo aparecían todos los alumnos con sus padres en sus cochazos y nosotros íbamos en un 600 verde todo sucio (risas). Le decíamos: “Papá, no podemos ir así, nos van a mirar todos” y él nos decía: “No os preocupéis, decimos que venimos de la finca del campo” (risas).

Bambi fue su primera película y la que la marcó de niña

TL: Cada uno da lo que tiene y, cuando nos convenzamos de eso, seremos más felices…
LB: ¡Qué razón tienes! Así es, pero cuesta asimilarlo.

TL: ¿Recuerdas esa primera película?
LB: Yo creo que fue ‘Bambi’, porque me dejó muy marcada. Recuerdo perfectamente ese momento en el que la madre le dice: “Corre, corre. No mires atrás” y me impactó mucho su pérdida. Y me encantaba el personaje de ‘Tambor’. Desde ese día soy incapaz de comer conejo, porque me parece un animal tan adorable que no puedo verlo en el plato.

TL: A lo largo de la madurez, supongo que hay otra película imprescindible en el recuerdo…
LB: Soy muy llorona, no disimulo y me encanta desahogarme, porque no es bueno reprimirse. Me gusta sentir y expresarlo. Me encantaron ‘El príncipe de las mareas’, ‘Memorias de África’, ‘Los puentes de Madison’… Reír, por ejemplo, me cuesta muchísimo, aunque no paré en ‘Es por tu bien’. En el día a día me río siempre, sin parar, pero en el cine todo lo contrario.

Los puentes de Madison, una de sus favoritas

TL: ¿Cómo es un domingo perfecto en la casa Bosch?
LB: (risas) Levantarme tarde, porque me encanta dormir. Luego tener esa sensación de no obligarte a hacer nada y disfrutar del placer de la improvisación. Soy organizada, pero me adapto muy bien a la improvisación, no me desequilibran los cambios. Supongo que me lo da esta profesión. Un plan maravilloso de domingo con mis hijos es un juego de cromos, que tengo yo desde pequeña y se lo he pasado a ellos.

TL: El pasado siempre vuelve…
LB: (risas) Síiiii.. Una de las cosas que me saca de mis casillas es el tema de los móviles, por ejemplo. En mi casa están totalmente prohibidos a las horas de la comida y cena. Y, en el día a día, también los aparco mucho. Tú lo sabes porque tardo en responderte mensajes y llamadas (risas). Predico con el ejemplo. En los niños, el móvil equivale a “no aburrimiento” y me niego. Hay otras cosas para la diversión y es cuando saco los juguetes o los juegos. Ellos están ya acostumbrados a eso y se alegran cuando lo hago.

TL: Nuestras conversaciones nunca tienen fin, pero hay que ir terminando… Pregunta obligada: ¿Qué pensaría la niña Lydia de la mujer que tengo hoy delante?
LB: Yo creo que se sentiría contenta y feliz, porque nunca hemos dejado de ir de la mano. Hemos vivido muchas cosas, buenas y malas. Estoy orgullosa de la niña que fui y espero que ella lo esté de la mujer que soy. Todavía estoy trabajando en ser mi mejor versión e intentando rescatar el espíritu de la pureza infantil.

*Próxima semana: Nicolás Coronado.

Subir arriba

Este sitio utiliza cookies para prestar sus servicios y analizar su tráfico. Las cookies utilizadas para el funcionamiento esencial de este sitio ya se han establecido.

MÁS INFORMACIÓN.

ACEPTAR
Aviso de cookies
Versión Escritorio