#CloseTo Nicolás Coronado: «Me encantaría ser guardabosques»

Hoy hablamos de cerca con Nicolás Coronado, un hombre hecho y derecho con un fondo sensible y muy muy especial...

Amalia Enríquez. 16/05/2017

Dicen que todo pasa por algo, incluso aquello que te puede parecer más banal. Y me explico. Hace unos dos meses quedé para entrevistarle. Le había conocido de niño y tenía curiosidad por saber en quién se había convertido. Charlamos largo rato y, al ponerme a transcribir la entrevista, vi que, en el minuto 2´53, se había parado la grabación. Jamás me había pasado nada igual. No solo que no se grabase una conversación, sino que dejase de hacerlo en un momento dado. Tras los primeros momentos de catarsis, llegó la calma. Volveríamos a quedar y retomar la conversación donde la habíamos dejado… “Ha sido una señal”, me dijo Nicolás al reencontrarnos. “Eso es que teníamos que volvernos a ver”.

Nicolás se encuentra inmerso en la promoción de su última película. Foto: Nacho López

The Luxonomist: Me dijo lo mismo tu padre cuando se lo conté. Te pido disculpas y agradezco tu disponibilidad. Sé que no hay horas suficientes en el día para todo lo que tienes que hacer…
Nicolás Coronado: Es cierto que, entre la promoción de ‘Pasaje al amanecer’ y la serie ‘Servir y proteger’ apenas tengo tiempo para nada pero ¡encantado!. De verdad.

TL: Me di cuenta de que, cuando se cortó la grabación, te había preguntado que, si al igual que a Javi, tu personaje en la película, se te notaba cuando mentías. No volveré a caer en esa tentación…
NC: (risas) ¡Mira que si se nos vuelve a parar en el mismo minuto y segundo! Estaremos atentos (risas).

TL: ¿Eres de mentiras piadosas?
NC: Sí, rotundamente.

TL: ¿Por no hacer daño?
NC: En parte. Cuando hay algo importante, sobre todo relacionado con alguien cercano, hay confianza, amorcito y amistad, sabes que lo que te digan va a ser para bien y pensando en ti, por lo que existe una total libertad de decir lo que quieras y quieran. Luego está la otra parte, gente que no te toca tanto y ¡para qué vas a decirle que no te ha gustado su trabajo! por ejemplo. Si no sumo nada positivo, mejor me callo.

TL: Tú eres muy sincero, así que eso te debe costar…
NC: Es cierto, pero prefiero callarme que mentir y que se me note (risas). Hay veces, en el día a día, que en cositas pequeñas me inclino por la mentira piadosa, aunque sé que no está bien pero, al final, vivimos donde vivimos y la gente necesita de esos guiños a veces.

TL: Igual es mejor recurrir a un silencio. Los hay que dicen mucho, incluso que hablan.
NC: Y tanto. Hay que saber mentir hasta con los silencios (risas). Como actor que soy, me toca saber mentir, ¿no? Al final, aunque trabajas con toda la verdad, no deja de ser una ficción y una irrealidad.

Nicolás se recuerda un niño feliz

TL: Te salva que tienes claro el límite entre la persona y el actor…
NC: Por supuesto, pero hay momentos en los que ves cosas que puedes compartir con el personaje. Hay actores que se meten tanto en el personaje y lo trabajan tan profundamente, se meten tanto en la vida de quien interpretan que, cuando se acaba el rodaje, se llevan una parte de ese personaje a casa.

TL: ¿Te ocurrió con Javi en ‘Pasaje al amanecer‘?
NC: Pues sí, debo reconocerlo. Tuve la suerte de compartir con él bastantes cosas. Un punto sensible, tener despierta esa parte femenina que todos llevamos dentro. Esa parte es la que nos permite conectar con la ternura, con el niño interior y permitirte a ti mismo una sensibilidad, aún a riesgo de sufrir.

TL: ¿Y eso te asusta?
NC: Sí me da miedo porque uno confía mucho en sí mismo pero, hasta que no llega el momento de enfrentarte a las cosas, no sabes de qué pasta estás hecho, cómo vas a reaccionar y cómo vas a manejar la situación. En el caso de Javi, es un fotoperiodista que quiere irse al terreno de conflicto.

‘Hacia rutas salvajes’ es su película de referencia

TL: Lo que quiere es contar las cosas y ni verlas pasar…
NC: Exactamente. Él quería contar las cosas y no que se las contaran. La gente que hace ese trabajo tiene todo mi respeto y admiración. En su aventura tienen garantizado que van a ver el horror y van a sufrir. Buscan eso porque es lo que quieren enseñarnos. La pena es que, los que controlan las guerras, tienen intereses propios y facilitan la información con cuentagotas. Lo que me preocupa es que lo que nos llega casi no nos afecta porque estamos ya insensibilizados ante el horror, no podemos hacer nada para solucionar lo que ocurre. A eso me refiero y ¡es desesperante! Veo muchas cosas que me remueven por dentro, pero no puedo hacer nada para que la situación cambie, que es lo que me gustaría. Es cuando surge ese mirar para otro lado, que no va nada conmigo.

TL: ¿Has tenido que tomar decisiones determinantes como la suya?
NC: No hasta ese punto tan radical. Él tiene clara su misión vital, sabe que para realizarse tiene que ir al terreno del conflicto pero, cuando suelta la noticia, se da cuenta de que esto genera una angustia en su familia, sobre todo en su madre, porque el niño se va a la guerra. Hace sufrir tanto a su madre que se encuentra ante el dilema de poner por delante su misión y realizarse con lo que siente, o la antepone a ella para que no sufra.

TL: Lo curioso es que, lo que en la madre es dolor profundo, en la abuela es comprensión..
NC: La abuela tiene ese punto de madurez que indica que cada uno debe de ser dueño de su destino. Uno tiene que tomar sus decisiones y, si no las toma, aceptando otro camino por no hacer daño a los demás, entonces va a sentir una frustración interna difícil de superar. A veces, los héroes no son los que se van a la guerra, sino los que se quedan en casa. En esta vida, cuando alguien tiene pasión por algo, hay que respetarlo y dejarle volar.

Nicolás es Javi en ‘Pasaje al amanecer’

TL: Cuando tomamos decisiones que consideramos trascendentales para nuestra vida, ¿nos volvemos egoístas al no pensar el efecto que puedan producir en quienes nos quieren?
NC: Yo creo que tiene que haber un equilibrio. Si eres una persona empática, sensible, por supuesto que los vas a tener en cuenta y vas a valorar ese sufrimiento en tu decisión pero, por encima de eso, estás tú como individuo y tienes que hacer tu camino. Si ves que tu decisión les va a provocar un dolor irreparable, a lo mejor es el momento de una mentira piadosa (risas). Yo creo que hay que ser honesto con uno mismo y eso es algo que escasea. Hay un porcentaje muy elevado de gente que no hace lo que quisiera hacer.

TL: ¿A ti te pasa?
NC: Me ha pasado hace muy poco, dos meses tan solo. Me preguntaron qué es lo que me gustaría hacer, aquello que más feliz me haría. Y les dije la verdad: me encantaría ser guardabosques (risas). Moriría por tener mi jeep, estar en la naturaleza y cuidando la montaña. Esa sería mi vida soñada. Y me lo planteé. Me puse a estudiar, investigué lo que había que hacer, los años necesarios, las titulaciones que había que sacar. Me puse a hacerlo de verdad, sin dejar esta carrera de lado, pero no te puedes imaginar lo cotizado que está ese puesto, lo difícil que es acceder y la lista de espera que hay desde 2013. Y me quedé sin hacer algo que quería realmente hacer.

TL: ¿Y te frustra?
NC: No, la verdad es que no porque siempre tengo un plan B, C y D (risas). Esta profesión y la pintura me llenan por completo también. Después tengo una vida interior que me completa. Siempre me ha dado mucha envidia la gente que siempre ha tenido muy claro lo que quería ser. Lo que yo he tenido muy claro es que lo quiero ser es “ser humano” y llegar a sentir la plenitud como tal, que creo que está a mi alcance.

Confía en las mentiras piadosas para evitar daños innecesarios

TL: Y en el camino, ¿lo que vaya surgiendo?
NC: Sí, pero tampoco es gratuito lo que te encuentras a lo largo de ese camino. Aspiro a cultivarme por dentro, a realizarme alcanzando una paz interior, a abrir la conciencia a la realidad en la que vivimos. Todas esas cosas que, salvo excepciones, no se obtienen por la vía profesional. Lo que pasa es que hay que ganarse el pan día a día y no puedo irme a un monasterio. O sí (risas), pero no me he atrevido.

TL: Estoy segura de que lo harás…
NC: No lo dudes. Me gustaría ir en plan monje, durante un año. Cortar con todo y vivir esa experiencia.

TL: Veo que en el camino se han quedado, de momento, dos cosas: ser guardabosques y monje. Las renuncias…
NC: Hace unos años, era consciente de que estaba en un momento en el que tenía muy claro lo importante que es la vida interior. Lo que pasa que la sociedad te va metiendo en un ciclo de ataduras, metas y demás objetivos, que te alejan de esa idea de dejarlo todo y probar, durante un tiempo, el retiro. Tuve ese momento de “me voy, me voy”, pero no lo hice. Tomé la decisión, no desde el punto de vista práctico, sino desde la perspectiva del miedo, y decidí seguir con la carrera de interpretación.

No descarta retirarse a un monasterio en algún momento. Foto: Javier Salas

TL: Todo llega. Si tiene que ser, será…
NC: Sí, supongo. Ahora tengo que estar al pie del cañón, hacerme un caminito y, en el momento en el que pueda hacer un alto, igual es el momento. Hablábamos antes de la gente que se puede meter en tus decisiones, pero a veces eres tú mismo el que te pones límites. Tus propios miedos, inseguridades, esas cosas del ego que conforman tu parte más esencial, espiritual o como quiera cada uno definirla, son los que te frenan. El corazón siempre está despierto y sabe lo que quiere, pero luego está la cabeza que te dice que esperes y seas práctico.

TL: ¿Qué manda más en ti?
NC: Intento tener un equilibrio, pero sé que tengo una cabeza muy presente, que me permite tener las cosas de la vida muy organizadas y estar tranquilo. Soy consciente de que, a veces, esa cabeza se impone a lo emocional… y esta parte tiene que estar libre, tiene que fluir. Ya sea llorando o riendo, la emoción tiene que salir. Mi cabeza, en ocasiones, se pone protagonista y tengo que controlarla.

TL: ¿Eres coleccionista de recuerdos?
NC: Soy más de vivir el presente (risas). Vuelvo la vista atrás de manera puntual, porque hay muchos recuerdos, aprendizajes y el comienzo del camino recorrido, pero creo que tenemos que trabajar el momento presente, el aquí y el ahora. A mí hay un concepto que me encanta, que me enamora un poco porque me hace salir del cuerpo físico, y es que si tú vives en el presente, ese momento es eterno. Yo creo en la reencarnación, en el hecho de que tu cuerpo está aquí y muere, pero lo que tú eres en esencia, ese individuo, el yo es eterno, por eso puede vivir con intensidad el presente sin preocuparse por el futuro.

‘Flipper’ es la primera película que recuerda haber visto en el cine

TL: Haz un esfuerzo en mirar atrás. ¿Hay algún recuerdo recurrente?
NC: Sí, uno que significó un cambio personal definitivo. Hace años, no sé por qué, tal vez por otras vidas o por relaciones, era muy celoso. Es algo que ni me pega ni me gusta, porque se sufre mucho y debajo de los celos se esconde la inseguridad. Eso hay que trabajarlo y no puedes justificarlo con que “eres así”. Yo tenía novia y no sé por qué pensé que tenía algo con mi mejor amigo, me llené de una rabia densa. Fue un absurdo total, pero me cegué, despotriqué y la monté. Después de liarla, sin más fundamento que esos celos absurdos, me sentí tan mierdecilla que, a partir de ahí, hubo un cambio muy grande de no permitir darle voz a esas cosas que, a veces, sentimos y que nos descolocan.

TL: ¿Te recuerdas un niño feliz?
NC: Sí, tuve una infancia muy buena, muy chula. Fui muy “pupas”, siempre estaba lleno de heridas y tuve todos los accidentes infantiles imaginables, porque me subía a todos los árboles, saltaba todas las verjas y todo lo que se me pusiera por delante. Fui muy feliz y agradezco la educación recibida, porque me sirve mucho ahora llegado el momento de relacionarme con las mujeres. A mí me han educado con ternura. Mi madre ha sido tierna conmigo y muy dulce siempre. Y eso es lo que me he traído a la madurez.

TL: ¿Ese niño, que apuntaba a guardabosques, iba al cine?
NC: Sí. El primer recuerdo que me viene es ver una butaca delante, no una película (risas). Era muy pequeño, muy niño, y me viene a la cabeza ‘Flipper’ (risas). Nunca había recordado esto ¡qué gracia!.

‘Autobiografía de un místico espiritualmente incorrecto’ y ‘La respuesta del ángel’, sus libros de cabecera

TL: Supongo que ahora es otra la que ocupa tus preferencias…
NC: Sin dudarlo ni un segundo: ‘Hacia rutas salvajes’, porque refleja eso que no me atreví a hacer y que otro sí lo hizo.

TL: ¿Y ese Nicolás leía?
NC: En mi infancia leía todo lo que tenía que ver con los ‘boy scouts’ (risas). Ya ves que de ahí me viene lo de la montaña, los árboles… Con los años, mis dos libros de cabecera son ‘La autobiografía de Osho’, que es un místico al que definen como “espiritualmente incorrecto”; y otro es el libro más poderoso que me he encontrado, ‘La respuesta del ángel’, te lo recomiendo. Cada vez que leo una página, me eleva, me toca y, cuando se lo leo a alguien, me pongo a llorar de la emoción.

TL: Pregunta obligada que marca el fin de la conversación que, como “el yo y el presente”, contigo podría ser eterna. ¿Qué pensaría el niño que escalaba los árboles, de quien te has convertido?
NC: Nos llevaríamos muy bien, seguro. Cuando un niño está bien educado, es un lujo ponerte a hablar con él y escuchar lo que piensa sobre cosas trascendentales. Me imagino con él hablando de ellas.

Así se hizo la foto de portada con nuestra compañera Amalia

Lo dije el día que le conocí. Cuando una lleva ya unos cuantos años en esta profesión, habiendo conocido -por fortuna- a gente a la que nunca imaginaba acceder, piensas que pocas cosas o personas te pueden llegar a sorprender y, de repente, aparece un joven y te descoloca. Nicolás Coronado es digno hijo de sus padres. Ha heredado el físico y la dulzura de su madre; y la honestidad y el fondo emocional de su padre. Lo mejor es su interior, la actitud ante la vida, su madurez y una serena espiritualidad, que te envuelve. Han sido, de verdad, un auténtico placer mis dos charlas con él y espero que no haya “dos sin tres”.

Localización: Gran Meliá ‘Palacio de los Duques’ y ‘Modo CoWorking’. Próxima semana: Antonio Carmona.

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