¿Qué hay en la mente de un pirómano?

Sí, fuego. Y sí, provocado. ¿Quién es capaz de hacer algo así? La figura del pirómano nos inquieta y enfada a partes iguales.

Ana Villarrubia. 20/10/2017

Asistimos alarmados a los casi 200 focos de fuego provocado que han atemorizado a Galicia y Asturias en las últimas semanas. Los incendios ya se han cobrado cuatro vidas además de haber arrasado las de centenares de personas que han visto cómo sus viviendas ardían bajo las llamas. Un año más, España se convierte en el escenario de uno de los crímenes más atroces: el medioambiental. Lo cierto es que detrás de esta amenaza aparentemente inexplicable existe una explicación. Una explicación nada tranquilizadora.

Los psicólogos de la Guardia Civil lo saben muy bien, entre otras cosas porque analizan detalladamente cada sumario relacionado con un delito de incendio. Distinguen cuatro perfiles relacionados con la propagación de fuegos no fortuitos. Estos son los considerados imprudentes, lo que actúan en busca de un beneficio, los que lo hacen por venganza y los llamados “sin sentido”. Este último perfil es, quizás, el más peligroso de los cuatro. A primera vista resulta difícil entender cómo una persona con una mente racional y sana pueda encontrar una motivación para causar fuego de manera deliberada sin perseguir algún tipo de dividendo a cambio.

La piromanía está tipificada en los manuales diagnósticos de la psicología y la psiquiatría como un trastorno del control de impulsos.
La piromanía está tipificada como un trastorno del control de impulsos.

Dentro de esa tipología existen diferentes perfiles. El primero corresponde a personas que por algún tipo de desorden psicológico o trastorno psicopatológico, muestran conductas incendiaras. El segundo, personas con retraso mental o con una inteligencia considerada muy por debajo de la media. El tercer perfil corresponde a personas impelidas por un brote psicótico en el transcurso de una enfermedad como la esquizofrenia o motivado por el consumo de tóxicos.

Los pirómanos son el cuarto perfil. Estas personas distinguen a la perfección entre el bien y el mal, saben lo que hacen, su juicio no se encuentra nublado (quizá sí aderezado por algo de alcohol pero ingerido precisamente para vencer la barrera del atrevimiento) y lo hacen a sabiendas de que va contra toda norma jurídica, ética o moral. Por ello, para este último perfil no existe atenuante posible.

El pirómano ha demostrado a lo largo de su vida una fascinación desmedida por el fuego y su interés abarca todo lo que lo rodea.
El pirómano ha demostrado a lo largo de su vida una fascinación desmedida por el fuego y su interés abarca todo lo que lo rodea.

La piromanía está tipificada en los manuales diagnósticos de la psicología y la psiquiatría como un trastorno del control de impulsos. El perfil del pirómano es el de un hombre joven, con historia de poca tolerancia a la frustración, mal manejo y autorregulación de sus emociones, poco amigable, tendente al aislamiento, con pocas habilidades para la interacción social, dificultades de aprendizaje e historial de mal rendimiento académico o mal funcionamiento en lo laboral.

Con una inteligencia baja, es habitual que haya tratado de formar parte del cuerpo de bomberos pero que no lo haya conseguido, y por tanto se haya tenido que conformar con desempeñar tareas de voluntariado. Dada la etiología de su trastorno, actúa con tanta impulsividad que acaba cometiendo torpezas que hacen que su rastro pueda ser identificado con relativa facilidad.

Uno de los incendios que han asolado Galicia estos días

El pirómano ha demostrado a lo largo de su vida una fascinación desmedida por el fuego y su interés abarca todo lo que lo rodea: el fuego en sí mismo, sus consecuencias, el despliegue de recursos que su extinción requiere… Antes de delinquir, el pirómano siente una agitación y una activación corporal tan desmedidas que solo consigue calmar la tensión mediante la provocación del fuego. Después experimenta un gran alivio. Y ahí acaba el círculo hasta la experimentación del nuevo y difícilmente resistible impulso.

No persigue otra gratificación que el placer asociado a la satisfacción del macabro impulso. La piromanía es un trastorno muy poco frecuente (su incidencia poblacional es inferior al 1%) y en España parece que el número de personas que padecen este trastorno se cuentan por unas pocas centenas. Como en otros trastornos del control de los impulsos o de la conducta (la cleptomanía, por ejemplo), existe terapia y ésta puede llegar a ser eficaz.

En esta ocasión y en vista de los datos, cuesta creer que lo que ha sucedido en Galicia y en Asturias sea la obra de un pirómano, o al menos de una única persona. Actos tan encadenados y premeditados, tan orquestados y pensados para ser ejecutados en el momento en el que las condiciones climatológicas eran las mas adecuadas para sembrar el horror, nos llevan a pensar que el autor o los autores responden mas bien al perfil del incendiario. Ese que, con una personalidad aderezada por rasgos más o menos psicopáticos pero sin ningún problema para la regulación de los impulsos, con más o menos deseo de herir por el mero hecho de hacerlo, sí buscaba encontrar en estas quemas masivas algún tipo de lucro. Alguien que, aun conociendo bien la diferencia entre el bien y el mal, se sitúa a sí mismo por encima de todo y de todos.

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