La última gran duquesa

“Lo bonito lo he conseguido, lo he realizado y lo he guardado".

Aurelio Manzano. 25/11/2014

“Vivió como sintió”. Estas serán las palabras que se podrán leer durante siglos en el epitafio de la duquesa de Alba. Ha muerto la última gran duquesa. La más libre; la mujer con carácter; la madre de seis hijos; una mujer nada despilfarradora consigo misma ni con sus hijos, pero muy generosa con los más necesitados.

El sábado, Sevilla la despedía con grandes honores, pero sobre todo con el cariño de su gente. Después de un funeral en la catedral, presidido por su familia y la Infanta Elena en representación de la casa Real, la mitad de sus cenizas se depositaron en la capilla de la Hermandad del Cristo de los Gitanos; un lugar especial para ella. Ese fue el momento más emotivo; donde su gente de verdad, sus gitanos, la despidieron sin protocolos. La otra parte, en el panteón familiar donde reposan los restos de sus padres y sus maridos.

Podría decir muchas cosas de Cayetana… No era una santa, gracias a dios, pero como duquesa siempre veló por los intereses de la fundación y por proteger el legado que le dejaría a España, después de muerte. Como madre siempre quiso manejar la vida sentimental de sus hijos. En el caso de Eugenia, más de una discusión tuvieron por la decisión de la duquesa de Montoro de divorciarse de Fran Rivera; con Cayetano, más de lo mismo.

Su madre sólo quería a Genoveva y en más de una ocasión mostró públicamente su descontento si la novia de turno, como fue el caso de Mar Flores, pretendía entrar en el corazón de su hijo. “Mi hijo cambia de novias como de calzoncillos”, llegó a declarar en una ocasión. “Mi único yerno es Francisco Rivera», a pesar de que su hija ya salía con Gonzalo Miró, comentó en otro momento. Así era ella. Decía lo que quería.

Siempre, exceptuando a su primer marido, Luís Martínez de Irujo, con quien se casó en 1947 “obligada” por su padre, hizo lo que quiso a la hora de escoger a sus duques consortes. Su gran amor, según sus propias palabras fue Jesús Aguirre y su último compañero, quien la hizo muy feliz los últimos años de su vida, Alfonso Díez Carabantes, quien a partir de ahora, perderá la protección y los privilegios que tenía por estar casado con la gran Duquesa.

Cayetana era un espíritu libre, pero sabía muy bien cuáles eran sus responsabilidades. Era muy monárquica. En una ocasión pronunció esta frase: “Los que están con el rey, están conmigo; los enemigos del rey, también son mis enemigos”. Hasta tal punto respetaba los «protocolos» que pidió permiso al antiguo rey Juan Carlos, para casarse con Alfonso.

Con la prensa siempre tuvo una relación especial. Sabía el nombre de cada uno de los reporteros que la esperaban a pie de calle y los prefería a ellos antes que a cualquier estrella mediática. Aún recuerdo a mi compañero Sergi Ferrer, cómo nos mostraba con ilusión las tarjetas de Navidad que le llegaban cada año de la casa de Alba.

Como amiga, era leal a su gente. Carmen Tello siempre recordará cómo la Duquesa dio la cara por ella cuando los estamentos mas elitistas de Sevilla le daban la espalda por divorciase de un marqués.

España ha perdido a una mujer única e irrepetible. Ahora todo el peso de la Fundación lo llevara primogénito. Carlos, el nuevo duque de Alba. Pasarán años para que podemos tener una mujer que, a pesar de todos sus errores, trató de vivir su vida a su manera y lo consiguió. Vivió y murió, a su manera. Dios la bendiga, señora…

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