Conservas La Pureza: bonito y con cariño

La familia Docanto lleva en su ADN el mar, Galicia, y las conservas artesanales.

Pilar Ferrández. 22/01/2015
Conservas La Pureza
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Desde 1924, su marca La Pureza envasa en el pueblo de Cariño un bonito por descubrir. Nada más y nada menos que 90 años lleva la pequeña conservera familiar La Pureza capturando las esencias y virtudes del pescado y marisco del Cantábrico y encerrándolo en unas latas amarillas. En las mismas instalaciones, aunque ampliadas y renovadas, en las que inició la actividad el fundador, Vicente Docanto, en 1924, sus cuatro nietos llevan hoy las riendas de la marca, y siguen empleando procesos 100% artesanales para la elaboración de los productos.

La fábrica se encuentra en un enclave que antaño fue una meca de la industria de las conservas y salazones: el pueblo gallego de Cariño, en el bello Cabo de Ortegal, el más septentrional de la Península Ibérica después del de Estaca de Bares. En los años 60, en este municipio de apenas 5.000 habitantes llegó a haber una veintena de conserveras, de las que hoy La Pureza es, junto a La Jira, la única superviviente.

Aunque los 25 empleados de Conservas de Pescados La Pureza S.L. procesan especies variadas, como agujas, jureles, sardinas, caballa, pulpo, congrio, zamburiñas, mejillones y anchoas, sin duda, el producto estrella es el bonito del norte (Thunnus alalunga) en aceite de oliva – y también al natural y en escabeche- del que se envasan unas 300.000 latas al año, cifra que supone algo menos de la mitad de su producción total. Este producto es codiciado por  su calidad, equilibrio de sabor y textura.

Conservas La Pureza
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Ana Docanto, que pertenece a la tercera generación de esta auténtica dinastía de conserveros, explica que el bonito se limpia, extrayéndole las vísceras, se separan las ventrescas, y se cuece al vapor, un proceso por el que se consigue una conserva mucho más rica y sabrosa que si el pescado se cociese en agua. Luego se le quita la piel, se trocea y mete en las latas, que se cubren con aceite de oliva y se esterilizan en el autoclave, sin añadir ningún aditivo. “Trabajamos con una materia prima muy buena y de una forma tradicional, con mucho esmero y cuidado, logrando un producto de gran calidad, casi como hecho en casa”, asegura.

La producción que realizan de algunos pescados y mariscos es realmente limitada y varía cada año según haya transcurrido la campaña de cada especie en aguas, sobre todo, del Cantábrico y el Atlántico. Algunas llegan de fuera de España, pero “buscando siempre la calidad”. El mercado nacional absorbe enteramente la oferta de La Pureza, que hasta hace no mucho destinaba unos pocos miles de latas de hígado de rape a Japón y que hoy no realiza actividad exportadora alguna.

Conservas La Pureza
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Con una facturación que se ha visto afectada por la crisis, aunque se ha mantenido estable en los últimos años en torno al millón y medio de euros, la empresa de los Docanto dispone de una tienda en Cariño donde vende sus productos y los de la marca de conservas vegetales y mermeladas Amieiro, compañía propiedad de uno de los miembros de la familia.

Los productos de La Pureza pueden encontrarse en pequeñas tiendas delicatesen de varias ciudades españolas, pero lo cierto es que hasta ahora no siempre era sencillo dar con estos envases, en los que el logo se ha mantenido casi inalterado a lo largo de un siglo. Por eso constituye una buena noticia que la familia Docanto haya puesto en marcha esta semana su nueva web, que incluye una tienda online donde puede adquirirse todo su catálogo.

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