Obsesión por la joyería floral

En marzo de este año asistí a la Conferencia Anual de Chapel Designers que se realizó en Nueva York. Como la gran mayoría de los diseñadores no eran de la ciudad, organizaron una visita a Trims, el paraíso de las manualidades, a pasos de Briant Park.

Salimos de la tienda cargando rollos de fabulosas cintas e insólitos encajes hacia al distrito de las flores en la Calle 28. A mi lado venía una mujer de ojos celeste y una envidiable cabellera pelirroja-dorada a la que bombardeé con preguntas sobre el negocio de las flores. Ella, con infinita paciencia, me contó de sus inicios y me dio excelentes tips. Emocionada por su calidez y generosidad, llegué a casa a buscarla en Instagram. Era Susan McLeary de PassionFlowers a quien ya seguía desde hacía unos meses, entusiasmada por su trabajo de joyería con flores.

Su historia partió gracias a una casualidad. Una de sus amigas se quedó sin presupuesto para contratar a una florista para su boda y convenció a Susan para se hiciera cargo. Ella, por entonces estudiante de fisioterapia, hacía joyería en sus ratos libres, que vendía en una boutique. Su amiga estaba convencida de su talento artístico y no se equivocó.

Más amigas le encomendaron las flores para sus matrimonios. Después, fue ayudante de varias floristas. Hasta que se animó a abrir un estudio junto a la oficina de su marido Chaad, importador de vinos. Los siguientes años consolidó su cartera de clientes y también su familia. Llegaron sus hijos Leda y Maceo, hoy día de 8 y 3 años. El estrés de llevar el negocio y las exigencias como madre le pasaron la cuenta.

Pensaba que su creatividad se había estancado, cuando ganó un asiento en los talleres de Françoise Weeks, una creativa diseñadora floral belga afincada en Portland, Oregón. Gracias a Françoise, Susan se reencantó con su vocación desde una perspectiva distinta. Volvió a casa, rescató sus herramientas de joyería y empezó a experimentar con flores.

Cuando subió fotos a Facebook y a Instagram el éxito fue instantáneo. Sus collares, brazaletes, anillos y aretes causaron sensación. Naomi de Manana, editora de estilo de Martha Stewart, publicó una de sus joyas en su Instagram y llovieron los likes. Impresionada por la acogida le contó a su hermana, que ese mismo día le creó una página en Etsy donde vende sus creaciones.

Entre las flores con que trabaja están los ranúnculos, eléboros, astrancias, jacintos, begonias, amarantos, agapantos y muscarias. De las suculentas prefiere las echeverrías, sedums y siemprevivas. Incluye todo tipo de follaje y pequeños frutos sin madurar como arándanos y frambuesas, que pega con adhesivo floral Oasis.

Cada creación es única y su duración depende de los materiales escogidos. Los joyas hechas con flores duran un día y son muy solicitadas por novias. Pero el trabajo con suculentas permite que la pieza permanezca intacta por una semana. Después las plantitas se pueden retirar del metal y seguirán creciendo si se las pone en maceteros.

Apenas Susan termina un diseño, lo empaqueta de manera especial (en invierno las piezas viajan con calentadores de mano para mantener una temperatura estable) y se envía desde Ann Arbor, Michigan, a cualquier parte de Estados Unidos. Un collar en Nueva York puede costar entre $98 y $288, según su complejidad.

Su espectro también incluye editoriales y sus creaciones han sido portada de revistas. Crea impresionantes tocados para la cabeza, que literalmente es como llevar el bosque por corona. Y, si eso fuera poco, en 2014 sacó el segundo lugar como diseñadora internacional en la competencia que organiza la prestigiosa revista Fusion Flowers del Reino Unido.