S.O.S. ¡Mis hijos suspenden!

Cada año cientos de padres se enfrentan a las malas notas de sus hijos

Patricia Peyró. 26/06/2015
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Llegan las vacaciones de verano y con ellas el drama a muchas familias españolas. ¿Qué hacer cuando el fracaso escolar llama a nuestra puerta? Antes de vivirlo como un latigazo y dejarse tentar por someter a castigos implacables, conviene hacerse algunas preguntas realistas acerca de lo que es el fracaso escolar y buscar el porqué del origen en cada niño.

A Carlos Melero no le gustan nada las etiquetas. Por esta misma razón, prefiere definirse a sí mismo como profesional de la motivación y comunicación familiar, en vez de como coach, a pesar de ofrecer un amplio programa de coaching familiar y con menores centrado en el bajo rendimiento académico. “El fracaso es ese momento en que una persona decide dejar de intentar algo”. En el caso del fracaso escolar, “es la situación en la que el estudiante decide dejar de estudiar porque considera que nunca alcanzará su meta”, nos explica.

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En su forma de trabajo excluye todo tipo de etiquetados y palabras como “vagancia” o “rebeldía”, sustituyendo estos conceptos por falta de motivos: “Por muy vago que sea un estudiante, si tiene motivos para hacerlo, sabe que puede y sabe cómo, estudiará”.  Tras este planteamiento tan sencillo y complejo a la vez de encontrar una “motiva-acción” se encuentra la llave para cambiar el suspenso por un aprobado que podría convertirse incluso en notable o en sobresaliente. 

La falta de motivos como razón subyacente 
“Cuando son pequeños, los motivos pueden ser tan sencillos como que lo dicen los padres. Pero estos niños crecen”, explica el experto. Con frecuencia, se da una discrepancia entre lo que el joven cree y su sentimiento de obligación respecto a sus padres, entrando entonces en la temida lucha interna entre el bien y el mal, entre estudiar o no estudiar. A pesar de que se tiende a actuar por inercia o por convicción social más que propia, lo cierto es que el niño no estudiará si no sabe para qué lo hace y, además, sus razones tendrán que ser interiorizadas como propias, tras cuestionarse el por qué de la obligación de estudiar.

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Ante la pregunta  “¿Para qué quieres acabar los estudios?”, Molero se da cuenta de que casi en el 100% de los casos, los jóvenes con fracaso escolar no se creen los propios argumentos de sus respuestas. “No saben para qué quieren terminar los estudios. Son capaces de dar motivos para estudiar, pero a poco que piensan, descubren que son argumentos vacíos”.  En definitiva: si no estudian sin existir ningún impedimento intelectual o físico, es porque aún no han interiorizado sus propios motivos.

Los padres deben tomar conciencia del problema
España lidera con un 21,9% el ranking de la Unión Europea en fracaso escolar de jóvenes de entre 18 y 24 años con un abandono prematuro del sistema educativo que dobla el porcentaje de la media comunitaria y que resulta mucho más acusado en chicos que en chicas, con un 25,6% y un 18,1%, respectivamente. Son cifras muy altas que plantean la necesidad a los padres de hacer un examen de conciencia a la hora de enfrentarse a la cruda realidad del suspenso para ver en qué medida contribuyen a que el fracaso escolar se produzca.

Una figura paterna equilibrada y madura ofrece un espacio para que sus hijos desarrollen su capacidad de análisis del mundo y no sólo les obliga a interpretarlo de acuerdo a una lectura heredada. “Muchos padres tienen miedo a ayudar a sus hijos a pensar y en vez de eso prefieren hacerles entender sus propios valores y creencias”.  Con esta actitud se produce una falta de sintonía en la comunicación que está manteniendo el problema escolar, que se cronifica y torna familiar en la medida en que afecta a los distintos miembros y genera tensiones o falta de entendimiento.

En su programa de coaching, ¡Háblame!, Carlos Melero consigue plantear la realidad desde un enfoque diferente e incidiendo en una buena comunicación entre padres e hijos, focalizando en el futuro y generando conversaciones en las que se eliminan las barreras entre la comunicación y el pensamiento. 

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