El precioso nácar negro de Tahití
La perla negra es una de las gemas más valoradas del mundo para la que el tamaño sí importa.
Muchos creen que la perla negra es la famosa nave de Piratas del Caribe, pero en realidad es una de las gemas orgánicas marinas más valoradas para los amantes del lujo a nivel mundial y la última tendencia en joyería.
En su llegada a Europa en el año 1750 aproximadamente, procedente de las cálidas aguas del océano Pacífico, la perla negra, rápidamente cobró importancia entre las joyas de la nobleza. Según las leyendas del Pacífico las perlas negras fueron un regalo del dios Oros, el rey del firmamento, a las tierras de los mares del sur, por lo que siempre han sido consideradas gemas reales y fue Catalina la Grande de Rusia la primera reina europea en lucir un collar de perlas negras.
Hoy en día la perla negra, comúnmente llamada en joyería la perla de Tahití, es la última tendencia para los amantes del lujo. Los artesanos y las casas joyeras apuestan por esta perla única para este otoño-invierno, no solo porque fueran consideradas las gemas de los reyes sino también por su exclusividad, belleza y color.
Aunque estamos hablando de perlas negras, pocas de ellas lo son. En su mayoría tienen un tono verde, gris oscuro o incluso morado, por lo que se pueden pagar fortunas por las puramente negras. Su formación se produce dentro de la Pinctada Margaririfera u ostra de labios negros y dura aproximadamente 18 meses, pero sólo el 8% de las perlas resultantes tienen la suficiente calidad como para ser utilizadas en alta joyería.
En estas perlas el tamaño sí importa. Cuanto mayor sea el tamaño mayor será su precio y, aunque rondan los 12 milímetros de diámetro, encontramos en el mercado perlas negras de más de 17 mm. La calidad de su nácar y el hecho de que sólo el 5% de las perlas negras son perfectamente redondas hace que estos tres aspectos sean determinantes a la hora de establecer su gran valor.