Hurtigruten. El viaje más bello del mundo
Emocionantemente bello el viaje por Noruega de nuestra colaboradora, Carla Royo-Villanova.
Cuando la belleza lo engloba todo. Eso es verdadera belleza. Estética, pero también emoción, sensaciones, experiencias, paisajes, momentos… esa es mi síntesis del viaje que acabo de realizar a bordo del Expreso del Litoral.
Pero todo empezó en 1893 cuando el capitán Richard With se propuso conectar las ciudades del sur de Noruega con los pueblos árticos. Siglos de aislamiento quedaban atrás y para siempre. Al igual que nosotros, With partió desde Trondheim, una de las ciudades más importantes y bellas de Noruega. Tres veces sonó la sirena del MS Vesteralen cuando, tres días después, llegó hasta el puerto de Hammerfest. Desde aquel inolvidable día, todos los barcos de Hurtigruten anuncian su llegada y su partida con tres toques de sirena. Pero aquel 5 de julio de 1893 fue muy especial para las comunidades más alejadas de la civilización.
Poco tiempo después el romántico reto de llevar correo y repartir ilusión entre el sur noruego y Cabo Norte, se le quedó pequeño al valiente capitán y propuso utilizar sus inauditas rutas entre fiordos para que el turismo más selecto pudiera admirar aquel paisaje sin igual. Hoy en día es calificado como el viaje más bello del mundo y Hurtigruten cuenta con 12 barcos que siguen llevando ilusiones hasta los lugares más remotos y escondidos del Ártico. Pero también pasajeros que como yo no salimos de nuestro asombro, ni saldremos nunca, mientras recordemos esta travesía en la que siempre sucede algo.
Trondheim nos vio zarpar entre la bruma rumbo a Kirkenes. No sin antes poder pasear por esta ciudad singular de edificios de madera, canales, puentes y su impresionante Catedral de Nidaros. El mismísimo Olav Tryggvason, fundador de la ciudad, nos daba la bienvenida desde su gran plaza y nos deseaba buena travesía.
No sentía ningún frío, la felicidad se reflejaba en nuestras caras y al preguntar a Rebecca, nuestra guía de Visit Trondheim, por el nombre de aquel extraño puente colorado y de inspiración japonesa, sólo pude sonreír a la obviedad al escuchar su respuesta: El Portal de la Felicidad.
Nuestro primer día a bordo del MS Finnmarken comenzó con el sonido de las tres sirenas de despedida mientras Trondheim nos decía adiós con los primeros rayos de la mañana. El gran fiordo da paso a una bahía y de pronto, llegando a los islotes de Frohavest, un diminuto faro rojo parece flotar en el agua. Es el faro de Kjeungskjaer, de nombre imposible pero acostumbrado a escuchar los clicks de miles de cámaras fotográficas. Uno de los faros más singulares y famosos de Noruega. 30.000 islas y más de 100.000 islotes hacen que los fiordos noruegos estén sutilmente iluminados por estos pequeños faros que durante el día pintan con su pequeña gran belleza un paisaje singular.
Cuentan que cuando el Kaiser Guillermo II de Alemania se embarcó en Hurtigruten, su ansiedad y nerviosismo al cruzar entre los estrechos fiordos, le llevó a intentar hacerse con el timón del barco. El capitán le recordó que allí mandaba él, –Donde hay capitán, no manda marinero por muy káiser que sea-. Días después recibió un reloj de oro como gratitud y reconocimiento a su habilidad.
El Finnmarken se adentra entre fiordos con tal precisión que uno puede tocar las montañas desde las bordas del barco. Fascinados por tanta habilidad náutica quisimos conocer a nuestro capitán, pero no para pedirle los mandos del barco, sino para presentar nuestro respeto y admiración. Desde el puente de mando uno se cree realmente importante, pero también muy pequeño. La tecnología más puntera contrasta con las cartas náuticas para las que necesito utilizar una lupa. Y en la proa, el Mar del Norte se parte como mantequilla para dejarnos pasar.
Hemos cruzado el Círculo Polar Ártico 66º33´ Norte y la intensidad del viaje va en aumento. Las corrientes de Saltstraumen, las más fuertes del mundo, premiarán el hecho de haber llegado hasta ellas. La leyenda de un espíritu maligno que te traga en su remolino, Julio Verne, Moby Dick… y ahora yo. Uno de los fenómenos de la naturaleza más espectaculares a pocos metros de distancia y gracias a una de las muchas excursiones que pueden hacerse desde Hurtigruten.
Esa noche la luna llena nos preparaba otra sorpresa. Nuestro hábil capitán era su cómplice. El fiordo del Troll el medio. Y el fin, el fin que justifica los medios, hacer que nuestro cuerpo se estremezca ante tanta belleza. Montañas de 1000 metros apenas a unos pocos de distancia desde las bordas del barco. La luna se refleja en las nieves perpetuas de sus cumbres. El barco continúa avanzando. Quién dijo miedo. El espectáculo está servido.
Las Islas Lofoten, la ciudad de Tromso y la cerveza más septentrional del mundo son el próximo destino. Minuto perdido es minuto jamás recuperado. La cubierta de la 6ª planta se marea de verme cruzarla cada dos minutos de borda a borda. A babor graniza y las montañas aparecen como fantasmas entre la niebla.
A estribor el sol continúa en su eterno atardecer en este otoño de oro. Cabañas de verano se reflejan en el agua esperando la llegada del sol de medianoche. Todo sucede al mismo tiempo y deseas que el tiempo se pare. Pero Finnmarken avanza entre pesqueros y águilas blancas. Un sueño abrigado.
71 grados latitud norte. Lo llaman Cabo Norte. Desde el puerto de Honningsvag un autocar nos cruza la isla de Mageroya entre lagos helados, renos y nieve, mucha nieve. Estamos en el corazón del pueblo lapón de los Sami. Durante años fueron oprimidos, pero su fortaleza les hizo mantener su propia idiosincrasia. Tienen lengua propia, pero también sus leyes, día nacional, bandera y Parlamento. Viven por, para y de la naturaleza. Con su sonrisa y colorido nos abren camino hacia los acantilados del Cabo Norte. El punto accesible a pie más al norte del mundo. Atrás queda nuestro Atlántico que se convierte en Ártico. Latitud 71º10’21”.
Los Niños del Mundo tienen aquí su icono en forma de globo terráqueo. Es cierto que los turistas se agolpan para llevar la foto de recuerdo. Soy una más y aguanto con paciencia la gélida ventisca hasta que llega mi turno. Es justo y necesario. El lugar bien merece la espera. Yo estuve aquí. Yo estuve en Cabo Norte.
El viaje está llegando a su fin, ya estamos casi en el fin del mundo. Pero hay algo que aún no he hecho. Cinco días de travesía necesité para animarme a sentirme noruega. Espero a que llegue la noche con esa luz especial que aporta la luna entre las nubes. El mar color antracita. El frío no es obstáculo, sino necesario, para la sensación ártica que me espera. En mi camarote me pongo el traje de baño y me abrigo con la toalla. Los pies descalzos.
Salgo valiente a la cubierta seis. Lástima que no hay nadie viendo mi bautizo noruego. Subo a la cubierta de la piscina y con la naturalidad con la que uno se mete en la bañera de su casa, entro en el agua burbujeante pero también caliente. La sensación es realmente única. A la luz de la luna bajo un frío intenso, permanezco allí durante más de media hora. ¿Me creía valiente por entrar? ¡Valiente salida!
Kirkenes y el Mar de Barents nos dirán hasta pronto. Pero primero dejaremos nuestras huellas marcadas en su nieve mientras llegamos a la frontera con Rusia. Las montañas del fiordo nos regalan su espejo más hermoso. Estoy seguramente en uno de los lugares más bellos de la tierra. Aún nos queda pescar el cangrejo real para comprobar que su sabor es exquisito, fino y muy sabroso, pero que somos incapaces de terminar lo que empezamos. Una excursión más gracias a Hurtigruten, otro día inolvidable que guardaba la última de las sorpresas.
La aurora boreal vino a despedirse. Nunca olvidaré los minutos de su despedida. Intensa emoción, gritos, incluso lágrimas. Pertrechada con mi equipo fotográfico, trípode y toda la parafernalia necesaria para inmortalizar auroras, me di cuenta que aquello era tan único que no podía perder el tiempo en programar correctamente mi cámara, aunque estaba casi del todo lista. Dos intentos fallidos me hicieron elegir como recuerdo la memoria fotográfica. Otros vendrán que las retraten. Yo me quedo con la emoción de haberlas visto. El crucero más bello del mundo ya forma parte de mi historia.