El gran día de los Verdiales

Durante el mes de diciembre, las pandas de verdiales se dedican a recorrer aldeas y alquerías de los alrededores de la capital malagueña, pero el 28 de diciembre es cuando se ‘enfrentan’ -siguiendo una antigua tradición-, que este año cumple la 54 edición. Después de haber tenido varios escenarios en los últimos años (Venta del Túnel, Venta de San Cayetano…), ha terminado en el barrio del Puerto de la Torre. Han participado 23 pandas en los tres estilos: Almogia, Montes y Comares.

‘Verdial’ es el nombre que recibe una aceituna que siempre se conserva verde. Se da este nombre a un fandango, considerado el padre de los cantes malagueños, con claras influencias moriscas. En el pueblo de Comares -que ha dado lugar a un tipo de verdial-, permanecieron los árabes muchos años después de su expulsión por los Reyes Católicos. Se dice que la música del violín y el laud tienen gran parecido con la música árabe, al igual que el pandero y las sonajas. Algunos van más allá y sostienen que los sombrerillos que llevan los participantes son de origen fenicio, pueblo que llegó a estas costas hace dos mil quinientos años.

Van surgiendo grupos de mozos con vistosos trajes y sombrerillos adornados con espejitos, cadenas, flores artificiales y cintas de colores, regalo de antiguas aventuras sentimentales. Algunos llevan en el forro del sombrero alguna descolorida postal recuerdo de algún amor. Zapato negro, pantalón del mismo color, camisa blanca y chaleco oscuro. Han venido de Comares, de Almogia, de los Montes. Y traen con ellos ese dulce vinillo, que tan fácilmente se sube a la cabeza. Suenan el violín, las guitarras, los panderos con sonajas, los platillos y comienza el ‘enfrentamiento’. Es una ‘lucha’ singular, sin armas, solo con la garganta y estos sencillos instrumentos musicales.

A pesar de las navidades, estas coplas están lejos de los villancicos. Son letras profanas. Los amores se han declarado muchas veces a través de estos fandangos, surgidos en una ronda o en una noche de juerga. Inclinado sobre el violín y acompañado por pandereros y guitarristas, alguien repite la famosa copla verdialera: «Los enamorados piensan/piensan y no piensan bien/piensan que nadie los está viendo/y todo el mundo los ve».

En otro grupo un trovero de Comares entona una queja: «Siendo mujer de bandera/de ti nadie se enamora/eres ave pasajera/y sigues vuela que vuela». Alguno ha quedado como ensimismado al tocar los platillos. Recuerda aquellos tiempos en que se iban de verdiales y estaban cuatro días fuera de casa cantando por las aldeas y olvidándose de todo. Cuentan de un tocaor llamado Malandingo, que había ido un 25 de diciembre a hacer un recado y al que los amigos rogaban que les acompañase con la guitarra.

Ante su insistencia contestó: bueno, pero que conste que no voy a estar más de tres días así; tardo una semana en volver a casa. El que toca el pandero, se ha colocado esparadrapo en los dedos, ya que el repique con los dedos es tan fuerte que llega a producir heridas. Pero lo mejor es verlos por las aldeas compitiendo. Una panda se elimina cuando ‘se viene abajo’, es decir, cuando no puede seguir el ritmo y deja de tocar.

Los de Almogia son los que tienen el toque más rápido, los de Comares destacan por el punteo de la guitarra, mientras que el más bravío pertenece al partido de los Montes. En las aldeas, la fiesta solo da fin cuando se pone el último rayo de sol. La Fiesta Mayor de Verdiales está organizada por el Ayuntamiento de Málaga y la Federación de Pandas de Verdiales.