Las flores de Isabella Rossellini
Detrás de su apariencia frágil y sonrisa tímida, hay un portento de las flores. Con un despegue meteórico, aclamada por las revistas de moda y favorita de novias, Ariel Dearie sigue evolucionando a su ritmo, sin que nada la altere demasiado.
Subió al escenario del centro de eventos Helen Mills de la calle 26. Sonreía un tanto nerviosa mientras colocaba sus flores en la mesa. Unas ramas de laurel y camelia, más unas espléndidas peonías color rubí, rojo y rosa fuerte. En un pedestal yacía una urna gris un tanto casqueada y al otro lado un balde sostenía ramas de cerezos en flor. Se veía delicada, incluso frágil con su mini de azul y su bufanda cuadrillé. Con un pedazo de alambre de gallinero hizo una pelota que insertó en la urna. Colocó una rama de laurel hacia arriba en diagonal y a los pocos minutos tenía un arreglo llamativo, “perfecto para la mesa de un bar”, dijo en la Conferencia Chapel Designers hace casi un año.
Ariel Dearie es una de las pequeñas grandes diseñadoras de Nueva York. Y digo pequeña porque ella ha querido permanecer como un estudio, sin puerta a la calle. Su ideal es tener una boda al mes (con un presupuesto no menor a 10 mil dólares), hacer producciones para revistas en los meses de invierno y algún que otro taller. Y sin grandes pretensiones ha logrado hacerse un nombre en la capital del mundo.
Oriunda de Nueva Orleans y con un diploma de administración de Loyola University, llegó a Nueva York con la idea de abrir una panadería. Partió trabajando en un restaurante, donde entre otras cosas se encargó de la flores. Allí descubrió su pasión y cambió panes y pasteles por las flores. Fue interna de Emily Thompson, una de las diseñadoras pioneras de Brooklyn. Y en 2011 se independizó.
Su ascenso fue meteórico. Realizó una campaña para Dior en el verano del 2014, donde tuvo que recrear un jardín de flores en los cabellos de una modelo, en la paleta de colores de la línea Treanon. Se encargó del escenario en que Katy Perry fue retratada para una portada de Vogue. Isabella Rossellini posó para Annie Leibovitz con un ramo de gardenias en una publicidad encargada por Bulgari. Y sus flores fueron a parar a las vitrinas de Prada en la 5ta. Avenida.
Entre sus obligaciones semanales está el surtir de flores a una casa particular. Para ello tiene un presupuesto de 10 mil dólares. El único ‘inconveniente’ es que la casa fue diseñada hasta el último detalle. Es decir, que sólo puede utilizar el florero que está en la biblioteca sobre la mesa para el café y así con cada rincón de la casa. Pero estas limitaciones no hacen más que desafiarla.
Es contraria a estar mirando qué es lo que están haciendo otras floristas. Su inspiración viene de la naturaleza, el arte, la visita a museos y exposiciones y, principalmente, al mercado de las flores donde muchas veces llega en pijama. Lo importante es poder ilustrar a sus futuros clientes y su manera es creando demanda. Es decir, su propia producción de estilo.
Constantemente en movimiento, no se conforma solamente con sus flores. También tiene una línea de productos de belleza y baño con fragancias rosa/geranios, vetiver, noreli y su loción original marca Royal Botanicals.
Admiradora de los grandes maestros holandeses, rescata las líneas de sus cuadros, los drapeados y composiciones, así como esa sensación de lujo que respiran. Elias van den Broek y Jacob van Walscapelle son sólo algunos de sus favoritos. Sus diseños rescatan esa atmósfera. Tienen siempre un elemento focal y el uso de enredaderas como jazmines o clematis para dar movimiento. Para alcanzar ese look son fundamentales los envases. Busca floreros en mercadillos, incluso en Ebay.
No hay que perder de vista a esta joven diseñadora. Martha Stewart ya la nombró entre su lista de favoritas de Estados Unidos. Y sus apariciones en Vogue, Veranda, Glamour, sólo lo confirman.
studio@arieldearieflowers.com *Portada: Gardenias para un style shoot con Isabella Rossellini y los bolsos de Bulgari. Fotografía Bulgari.