Martí Cormand, el último artista del Dumbo

El catalán nos habla de su proceso creativo y de cómo ha cambiado el mundo del arte en La Gran Manzana en los últimos años.

Almudena Calvo Domper. 05/04/2016

Por las calles del Dumbo, el barrio que recibe el puente de Brooklyn, siguen paseando personajes peculiares. Entre los edificios enormes de ladrillo rojo, los hipsters y los bohemios enseñan sus barbas perfectamente recortadas mientras beben zumos de fruta cien por cien orgánicos. Son los nuevos vecinos de la zona. Los artistas, que pusieron de moda el barrio, lo han ido desalojando en los últimos años ahogados por los crecientes alquileres.

Cormand, de los pocos artistas que quedan en Dumbo
Cormand, de los pocos artistas que quedan en Dumbo

“Ya quedamos muy pocos”, cuenta Martí Cormand, uno de los cuatro artistas españoles de su generación con una obra en el MoMa y cuyo estudio de arte es de los únicos que queda en el edificio 68 de Jay street. “Cuando llegó el fenómeno tech los espacios se llenaron de start ups. Ahora ves a jóvenes que llevan el mismo look de los artistas de entonces, pero que pertenecen al mundo de la empresa”, explica mientras se asoma a una oficina donde conviven un futbolín, veinte ordenadores y la mesita de los snacks en un mismo espacio.

Cormand lleva trece años viviendo en Nueva York y ha experimentado la transformación de este barrio mítico que tiene una de las mejores vistas de Manhattan al atardecer. Las antiguas fábricas y almacenes portuarios se han reconvertido en viviendas de lujo reclamadas por la élite neoyorkina. Parece ser que, al final, la estrategia de los artistas de bautizar la zona con un nombre tonto y antimarketing –Dumbo– no ha servido para ocultar su gran atractivo.

Una de las obras de Cormand para su próxima exposición
Una de las obras de Cormand en su exposición Inbox

Tampoco funcionó con este artista catalán, de perfil griego y dibujos exquisitos, que aterrizó en La Gran Manzana para realizar una exposición de sus obras en la Galería Josee Bienvenu. Vine sin la idea de quedarme. La ciudad es carísima y mi primera opción era Berlín, pero más de una década después, aquí sigo”. Martí Cormand continúa creando y exponiendo en Nueva York, el sueño de tantos artistas que vienen a la ciudad que nunca duerme en busca de oportunidades.

Sin embargo, el lugar engaña: “Como la ciudad es muy dinámica, hay siempre oportunidades, pero a la vez demasiada competencia. Todos los artistas de América suelen venir a Nueva York y así, triunfar no es fácil”. Bien lo sabe Cormand, que para llegar a lo que aspiraba fue por el camino inusual -el de más lento recorrido- pues los artistas que acceden rápidamente al high level suelen venir de universidades de lujo con dinero e influencias en la maleta.

Un barrio de artistas en NY
Un barrio de artistas en NY

En la pared blanca de su estudio descansan dos cartones rotos por uno de sus lados, que Cormand recogió por las calles de Dumbo. Se aprecian perfectamente las arrugas del interior del cartón, el desgarro del papel que lo cubría y algún trozo de cinta de embalar a medio despegar. Su dominio con el óleo y el lápiz despista al ojo humano, que cree estar viendo un relieve cuando en realidad es pintura sobre cartón, una de las obras de su exposición Inbox. Tras este ‘proyecto romántico’ estrenó Formalizing the concept, un trabajo basado en las obras de un grupo de artistas conceptuales de los 70 para los que la idea era mucho más importante que cómo desarrollarla. “Yo hice el proceso inverso, donde el desarrollo fue más significativo que la idea”, explica Cormand.

Dormand durante la entrevista para The Luxonomist
Cormand durante la entrevista para The Luxonomist

Su proceso de creación es lento, “pero yo soy muy rápido con lo lento, para que el resultado sea fresco y no se acartone”. Si tuviera que definir su obra elegiría un círculo. “No ando en línea recta hacia un destino, voy dando vueltas a los mismos temas y volviendo a ellos cambio. A veces cambio tanto que ni me reconozco, el círculo se abre tanto que me pierdo y tengo que volver a cerrarlo para reencontrarme. Vuelvo sobre las mismas cosas, pero con perspectivas diferentes”.

Las obras de Cormand se parecen a una conversación que uno tiene a punto de dormirse, donde hay una línea muy fina entre la realidad y lo que no es realidad. “Relaciono lo real con conceptos que vienen de otros espacios, como palabras que aparecen inesperadamente al hablar y vienen de un sueño”. Aunque, lejos del surrealismo, Cormand ha sido definido como artista hiperrealista. Sin embargo, basándose en lo que un amigo le comentó, a él le gusta definir su estilo como hiporrealismo, una hipótesis sobre la realidad. “Todos necesitamos al otro para vernos como somos. Es como el rebote, la pelota tiene que volver para que siga el juego. Si la pelota no vuelve, no hay juego”, aclara.

Cormand trabajando en su estudio
Cormand trabajando en su estudio

Su técnica elaborada hace difícil distinguir sus pinturas de meras fotografías, pero consigue casar el virtuosismo técnico con lo conceptual. “No me considero conceptual, funciono más por intuición, aunque luego necesito de la razón para ordenar las ideas. Aun así, siempre me ha interesado poner un pie en el mundo de los conceptos -mi mujer Celeste es artista conceptual- porque enriquece de una forma natural lo que yo ya soy”, declara sentado en su estudio, rodeado de los materiales con los que trabaja.

Vivir en Nueva York le ha permitido ver desde lejos lo que pasaba en su ciudad natal, Barcelona, y en España en general. “Vino la crisis y los artistas que iban fantásticamente cayeron, los museos se quedaron sin contenido. Todo se derrumbó como el dominó, la gente lo pasó realmente mal y tuve que verlo desde aquí. Esto me ayudó a entender lo peligroso que es vivir siendo el rey en un círculo cerrado, porque si cae el sistema caes, también con él. Por eso creo que el hecho de salir de Barcelona fue positivo para abrir mi círculo y tener más posibilidades”, explica no sin cierta nostalgia.

“La ciudad de Nueva York tiene como un latido ruidoso, constante y fuerte. Y para quedarte aquí tienes que aprender a vivir con paz en ese latir. Vivir de forma tranquila algo que es lo opuesto a la tranquilidad”, describe Cormand. Por eso, considera que la ciudad no está hecha para cualquier artista. Si sabes buscar esa tranquilidad en medio del ruido, Nueva York es un buen sitio para crear. Pero si te atrae el ruido, no estás a lo que estás, no estás en el trabajo. Si uno se deja llevar por el embalaje, pierde de vista el contenido y Nueva York tiene mucho embalaje. Hay que buscar el equilibrio”.

Pero no todo es pasión y dinamismo en la isla de los rascacielos, hay un problema y es “cómo el dinero lo rige todo”. El artista del Dumbo explica que la balanza en el mundo del arte está inclinándose más hacia lo mercantil: “Si el arte, el artista y el mensaje son lo más importante el dinero viene de forma natural”. En su opinión, el dilema ocurre cuando se pierde el objetivo de la cultura y ésta se vacía de contenido.

El puente de Brooklyn, símbolo de todo un grupo de artistas
El puente de Brooklyn, símbolo de todo un grupo de artistas

Así, hay dos esferas que conviven desde siempre en La Gran Manzana: el mundo del arte y el mundo del lujo. Tradicionalmente, las personas influyentes de Wall Street compraban arte con una doble consecuencia: aumentar su estatus social y financiar a los artistas para que siguieran creando. Ahora, Cormand teme que la tiranía del dinero esté contaminando la esencia de su mundo.

Debido a la convivencia de estos dos ámbitos, hay un tipo de artista en Nueva York que tiene habilidades de empresario y cuya logística es casi como una corporación. Es una modalidad de artista totalmente mercantil, que siempre ha existido pero que ahora abunda cada vez más”, apunta con recelo.

La época actual, sin embargo, favorece que todos los artistas se sirvan del mundo del lujo. En el modelo antiguo sólo existían tres fuerzas: artistas, críticos de arte y coleccionistas. Ahora, con la entrada de internet, las reglas del juego han cambiado y el modelo se ha horizontalizado. “Los artistas pueden darse a conocer a través de sus páginas web y de críticas en blogs de arte cada vez más influyentes, de manera que con pocos coleccionistas y una galería pueden realizar su obra y vivir bien”, explica Cormand.

Una de las obras para la nueva muestra del catalán
Una de las obras a lápiz del artista.

Sobre la mesilla de su estudio descansa la caja que alberga el nuevo proyecto que tiene entre manos. Distintas pinturas en formato cuartilla que rondan la idea de enviar postales a Adolf Ziegler, el pintor preferido de Hitler que organizó la exposición Degenerate Art. En esa exhibición de 1937 se expusieron las obras que los nazis consideraban que estaban degenerando el arte y que por tanto había que purgar. “Mi idea, como mi obra, es circular: trato de recuperar y reinterpretar esas piezas en pequeñas postales y mandarlas otra vez hacia el pasado”. Un aviso sobre la actualidad del fascismo que Cormand expresa a su estilo.

Tras la puerta de su estudio, rodeado de start ups y lujosos lofts, Martí Cormand sigue trabajando. Ahora que hay más vías para acceder a las fuentes de financiación, se acabó en el universo del arte el imperio de los pocos autores mundialmente conocidos. “No creo que vaya a haber un Van Gogh del siglo XXI, habrá muchos y muy distintos”, profetiza el artista catalán. Entre edificios de aspecto industrial y nuevos bohemios ricos, se resiste Cormand. Uno de los escasos artistas que aún quedan en Dumbo.

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