El lujo de ser creativo
El equilibrio entre creatividad y rentabilidad vive sus horas más bajas en las empresas de lujo.
La creatividad forma parte del lujo. Son conceptos condenados a entenderse. Pero últimamente ser creativo en una empresa de lujo es una actividad de riesgo para la vida laboral. En el último año, al menos media docena de los directores creativos más importantes y afamados del mundo, han perdido su puesto de trabajo. Aún les queda su talento, eso es cierto. Y en algunos casos intacto o mejorado. Pero ya no están en Tod’s, Yves Saint Laurent, Salvatore Ferragamo, Dior, Balenciaga o Lanvin.
A principios de 2016 se presentaba en España el Barómetro del Lujo que elabora el Instituto de Empresa en colaboración con MasterCard. Un extenso informe, donde la creatividad y el talento ocupan el tercer puesto entre las diez claves del sector. Medalla de bronce; porque el oro es para la importancia de crear experiencias memorables y la plata para la explotación de las plataformas digitales. Los expertos del Insituto de Empresa consideran que la creatividad es vital en cualquier organización que se dedique al lujo. Pero llama la atención que la necesidad de mantener un equilibrio entre la dirección y creatividad ocupe el séptimo lugar de ese ranking. Equilibrio que en todos estos casos se ha decantado del lado más débil.
Alessandra Facchinetti, nacida el 2 de junio de 1972 en Bergamo, Italia, fue despedida de Tod’s después de tres años de intenso trabajo. Sus creaciones gustan a los críticos, pero se venden poco. Y aunque algo tendrá que ver la crisis que afecta a las ventas de bienes de lujo en Asia, cuando el rojo abunda en las cuentas, se requieren cambios drásticos, por mucho que la creatividad sea máxima.
Lo cierto es que el currículum de Facchinetti es excelente: ha trabajado para casi todas las principales marcas de lujo italiano: Miu Miu, Moncler… pero fue en Gucci y en Valentino donde ganó fama. De esta última firma, allá por 2008, salió casi del mismo modo que de Tod’s; las cuentas no salían, a pesar de los diseños.
Hedi Slimane dejó Yves Saint Laurent en abril. Cuatro años al frente como máximo creativo de la filial del grupo Kering. Slimane nació en París en 1968; hijo de madre italiana y padre tunecino. Allá por 2002 y trabajando en la línea masculina de Dior, consiguió que la firma incrementara sus ganancias un 41%. Cifras que encandilaron a los directivos y diseños que hicieron lo propio con artistas como David Bowie, al que vistió en algunas giras, Brad Pitt y su novia de aquellos años (Jennifer Aniston), la eterna Madonna, o Nicole Kidman y Mick Jagger. Sus creaciones no se entienden sin su estrecha relación con la música y los artistas
Con todo su bagaje en Dior y un retiro previo de cinco años, Hedi Slimane regresa a Yves Saint Laurent en marzo de 2012; le reciben con los brazos abiertos por segunda vez. Aún recuerdan su estancia entre 1997 y 2001 al frente de la línea masculina, justo antes de irse a Dior. Tal es la confianza en él que le permiten incluso que no abandone su estudio en Los Ángeles.
La apuesta le sale bien al grupo Kering porque Slimane refresca Yves Saint Laurent con aires rockeros y eso se nota en las cuentas del grupo dirigido por Henri Pinault. Nadie en la firma francesa oculta que su estancia ha supuesto una época histórica para la casa. Pero sus caminos ya no son los mismos.
Massimiliano Giornetti es italiano. Nació en Carrara un 29 de octubre de 1971. Toda una vida laboral en Salvatore Ferragamo. Entró en el año 2000, pero no fue hasta 2011 cuando asumió la dirección creativa del grupo. Color y estampados que sirven para apuntalar las cuentas hasta semanas antes de su marcha. Salvatore Ferragamo ganó el año pasado un 11% más: 324 millones de euros, por encima de las previsiones.
Unos datos que no justifican su marcha de Salvatore Ferragamo. A Giornetti le sentencia, de nuevo, la negativa evolución del negocio en Asia y las dudas sobre la evolución del sector. «El comienzo del año no ha sido especialmente bueno», dijo a los analistas el director ejecutivo Michele Norsa en pleno proceso de salida de Giornetti.
Raf Simons es belga. Nació el 12 de enero de 1968. Pasó del diseño industrial a la moda como un relámpago y con 27 años ya tenía su propia firma. Tras siete años en Jil Sander, su trabajo minimalista no pasó desapercibido para Dior, que decidió ficharle para sustituir a John Galiano en 2012. Una arriesgada apuesta que salió bien: Dior elevó sus ventas gracias a la modernidad impulsada por Simons en toda la casa.
Su marcha tampoco está justificada por las cifras económicas. Al contrario: los ingresos de la alta costura en Dior crecían un 18% justo antes de su adiós. De hecho, el presidente de LVMH, Bernard Arnault, intentó evitar al máximo su despedida. Pero Simons no ocultó nunca que necesita tiempo para crear. Los seis desfiles al año y la presión que eso acarrea, acabaron por inclinar la balanza del lado de su marcha.
Alexander Wang es estadounidense. Nació el 26 de diciembre de 1983. A él también le pudo la presión. Porque los datos económicos de Balenciaga, donde llegó como máximo creativo en 2012, no auguraban nada malo a finales de julio de 2015.
Wang compaginaba por entonces la creatividad de su propia marca (que fundó con profundo éxito con apenas veinte años) con los diseños de Balenciaga. La filial de Kering decidía no renovar su contrato de mutuo acuerdo. Cosa que no siempre es así…
Como amigos no han quedado precisamente los siguientes protagonistas. Alber Elbaz nació en 1961 en Casablanca. En 2001, Elbaz recibió el encargo de dirigir la creatividad de Lanvin. Cuando él llegó a la firma francesa, tenían problemas para conseguir modelos que quisieran desfilar en la presentación de sus colecciones. Hoy la situación es bien distinta.
El esfuerzo artesanal de Elbaz caló tanto que su marcha desató una airada trifulca entre los empleados y la dirección. Una disputa que ha acabado en los tribunales con acusaciones muy duras entre los implicados.
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