Llorar en el cine te hace más fuerte

Las películas que más te emocionan son también las que más te fortalecen, contribuyendo a aumentar tu umbral de resistencia al dolor.

Ana Villarrubia. 01/12/2016

Ya no hay motivo para evitar la última genialidad de J. A. Bayona, Un monstruo viene a verme, en una primera cita. Una reciente investigación en psicología clínica te sirve en bandeja de plata la excusa perfecta para expresar libremente tus emociones, sin importar el contexto en el que te encuentres. Y no solo las llamadas “emociones positivas” cumplen una importante función social. No te contengas. Ahora puedes llorar sin control y también sin vergüenza, sabiendo que con ello mejoras tu salud emocional y también te fortaleces social y psicológicamente.

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Escena de la última película de J. A. Bayona, Un monstruo viene a verme.

También los adictos a las pelis dramáticas tienen ahora argumentos de peso para defenderse ante quienes les acusan de acudir libremente al cine “a pasarlo mal”. Una reveladora investigación que ha sido recientemente publicada en la revista científica Royal Society Open Science demuestra que asistir atento a una narración dramática  apetece porque este tipo de historias cumplen una profunda e importante función emocional.

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Los adictos a las pelis dramáticas tienen ahora argumentos de peso para defenderse ante quienes les acusan de acudir libremente al cine “a pasarlo mal”.

El grupo de expertos de la Universidad de Oxford, liderados por el prestigioso investigador Robin Dunbar, ha demostrado que el visionado de películas que invitan al llanto y suscitan emociones de tristeza contribuye a elevar la liberación de endorfinas en nuestro cerebro, y con ello se consigue construir vínculos de unión con quienes nos rodean. Además, este tipo de experiencia consigue aumentar el umbra del dolor emocional que estamos capacitados para resistir. Es decir, mejora nuestras estrategias de afrontamiento y nos convierte en personas más fuertes y resilientes.

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Todos estos fenómenos encuentran un sustrato neurológico

Sabíamos ya que las historias compartidas acaban formando parte de nuestra cultura, de nuestro desarrollo y de nuestra identidad. Y ahora tenemos el por qué: todos estos fenómenos encuentran un sustrato neurológico en la actividad registrada en determinadas estructuras cerebrales, a través de la liberación de endorfinas, el mismo neurotransmisor implicado en la experimentación del placer.

Un fenómeno neuroquímico es el que predispone a nuestro sistema nervioso para generar, con ello, la actitud adecuada para compartir con los demás, trazar vínculos, construir un sentido de pertenencia y también una identidad común. Algo que, por otro lado, es imprescindible para cimentar las bases de una buena y saludable autoestima.

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Llorar es una forma de liberar endorfinas.

Y sabíamos también que a nivel cerebral el dolor físico encuentra su sustrato en las mismas zonas que se activan cuando lo que nos hace sufrir proviene única y exclusivamente del área emocional. ¿Podrían entonces derivarse técnicas de estos hallazgos que nos ayudaran a paliar el dolor a todos los niveles? Aún no existe respuesta, pero el horizonte es alentador y las implicaciones psicológicas de todos estos hallazgos son un importante avance no solo a nivel explicativo sin también de las posibilidades de intervención.

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La ficción cinematográfica tiene el poder de crear y contar historias que emocionan.

Lo más curioso de este hallazgo es que se suma a una serie de investigaciones que ya habían demostrado previamente que la experimentación conjunta de emociones positivas tales como la alegría ejerce un impacto muy similar a nivel cerebral, conductual y emocional; mejorando con ello la robustez de nuestra salud psicológica. La ficción cinematográfica tiene el poder de crear y contar historias que emocionan. Ver una película ha dejado de ser un acto pasivo o solitario al conocer ahora que su impacto emocional y social resuena en nosotros al mismo nivel que una buena y empática charla, una reunión familiar o una tarde de risas compartidas.

Se acabó el contener el llanto en la butaca del cine, disfruta con orgullo de tu proceso de fortalecimiento emocional.

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