#CloseTo Javier Cofiño: «En mi salón ves desde una ministra a un ama de casa»

Hablamos con el peluquero de Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Miguel Bosé y Mª Dolores de Cospedal... entre otros.

Amalia Enríquez. 27/12/2016

Dicen que los peluqueros son uno de los gremios con más probabilidades de convertirse en los “confesores” de sus clientes. La lealtad que demuestran, a lo largo de los años, hacen que sean los mejores receptores de sus confidencias. A Javier Cofiño le conozco desde que estoy viviendo en Madrid. Son casi tres décadas de aventuras “capilares” y personales. Éramos dos jóvenes de provincias, que llegaban a la capital para cumplir sus sueños. En cierta medida podemos decir que algunos se han cumplido. Por sus manos pasan cabezas importantes. Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Miguel Bosé y Mª Dolores de Cospedal son algunas de ellas. De hecho, él es el artífice del cambio estético de la actual ministra de Defensa pero, para llegar hasta aquí, hay mucho trabajo detrás…

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La fotografía principal de este artículo se hizo así

The Luxonomist: ¿Estilista o peluquero?
Javier Cofiño: Yo soy y me siento peluquero. Los que estamos en este mundo sabemos que los estilistas son los que visten a la gente. Como tú bien conoces, yo he hecho de todo. Con Enrique Iglesias hacía pelo, maquillaje, estilismo. Cuando he desarrollado esta tarea ha sido siempre con chicos, porque me siento más cómodo y más capacitado, pero mi profesión de verdad es ser peluquero y maquillador.

TL: ¿Cómo aterriza un gijonés en este mundo del estilismo?
JC: Pues ¡con toda la cara del mundo! (risas). Mi ilusión siempre había sido venir a Madrid. Llegué aquí con 19 años y ya era estilista. Hice dos pruebas, una en L´Oreal (que me pagaban un pastón) y otra en Cheska (que me pagaban fatal). Me decidí por esta última porque intuí que en L´Oreal tocaría techo y en Cheska, que en aquel momento era la auténtica sensación, me quedaba todo por hacer. Tenía claro que esa era la elección correcta y que ahí haría carrera.

TL: Y la haces, de verdad, cuando te independizas ¿Cuál fue ese punto de inflexión?
JC: Yo vengo de una familia de empresarios, por lo que tengo muy inculcado desde pequeño el hecho de ser autónomo. Mi padre tuvo toda su vida negocios propios. Siempre tuve la mentalidad de trabajar para mí, no para otros. Empecé con una cosa muy pequeñita, en una contrata que me dieron en un gimnasio. Era la época en la que viajaba mucho, sobre todo con Enrique Iglesias, y esa peluquería me sirvió de entrenamiento y de base para lograr el Javier Cofiño que tengo ahora.

TL: El gijonés se convirtió en artista…
JC: (risas) En mi familia hay varios artistas por parte paterna. Tengo una tía que fue primera bailarina del Ballet Nacional, otra cantante. Cuando dije en casa que “quería ser artista”, no fue una sorpresa. Todos estaban familiarizados con ese término. Mi abuela paterna vivía en Aravaca y, desde el día que vi con ella paseando el cartel de Schweppes en la Gran Vía, tuve claro que desembarcaría en Madrid para cumplir mis sueños. Tenía solo 11 años y total convencimiento.

TL: ¿Aceptaron, de buen grado, que no estudiaras una carrera? Suele ser la obsesión de los padres..
JC: Eso fue una guerra. Yo estudié hasta COU nocturno con muy buenas notas, pero no me presenté a la selectividad. Yo tenía muy claro que lo que me llenaba era esta profesión, que descubrí por casualidad con 14 años.

TL: ¿Cómo fue ese hallazgo?
JC: La madre de Marcos, mi mano derecha, es peluquera. Una de las mejores de Gijón. Yo me iba a cortar el pelo a su peluquería.

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«Los salones me han ido bien, han tenido sus etapas de mucho éxito y, luego, se han equilibrado. Esa calma, esa constancia, es la que da de comer».

TL: Eso era cuando tenías pelo.. (risas)
JC: ¡Claro! Hubo un tiempo que lo tuve (risas). Ella me dijo un día: “tienes pinta de peluquero”. Por aquel entonces, mi padre no permitía que tuviéramos dos meses de vacaciones en verano y me puso a trabajar en su empresa de publicidad ¡Yo me quería morir! Me fui de casa y dormí dos días en un parque. Entonces decidí ir a la peluquería y pedir que me dejaran estar por allí en verano. “Claro que puedes venir. Al tercer día te diré si vales para peluquero o no!…» y hasta hoy.

TL: Me imagino que fue un “jarro de agua fría” en casa…
JC: Un drama, más bien. “Peluquero, peluquero de señoras, qué horror”. Mi madre siempre fue un apoyo, con mi padre fue más duro. Él no quería que yo tuviera relación con nada que tuviese relación con la farándula. Me veía muy crío para tomar decisiones, a pesar de que siempre he sido muy maduro. Hoy está encantado porque me ve feliz, pero fue una etapa dura.

TL: ¿Siempre has sido díscolo?
JC: No tanto eso como el tener siempre las ideas muy claras. Y siempre he tenido también los pies en la tierra. Es cierto que, cuando eres adolescente, tienes muchos pájaros en la cabeza. Yo quería ser actor y cantante. De hecho, cuando llegué a Madrid, lo intenté. Estudié interpretación dos años con Laura Notario, hice cantidad de castings y solo me cogieron en “La corte del Faraón”, donde tenía que hacer de porteador de Ana Belén por el patio de butacas, yendo en calzoncillos. Me pagaban cinco mil pesetas por una semana, pero me di cuenta que aquello no era para mí. Yo no estaba en Madrid para no ganar dinero y pasearme en calzoncillos.

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«Sigo estudiando interpretación porque, ahora, es mi hobby. He hecho cursos con gente muy buena porque, por suerte, ahora me los puedo costear».

TL: ¿Nos hemos perdido un gran actor?
JC: Nunca lo sabré. Sigo estudiando interpretación porque, ahora, es mi hobby. He hecho cursos con gente muy buena porque, por suerte, ahora me los puedo costear. Como te puedes imaginar, soy el abuelete de todos los alumnos y, cuando me preguntan por qué hago eso, siempre les digo que es porque me llena. Estoy convencido que, cuando deje mi profesión, esta puede ser una buena jubilación.

TL: Un buen “plan B”
JC: ¡Claro! Económicamente, mi vida está resuelta. En cine, teatro o una serie de televisión siempre habrá papeles para un viejecito ¿Quién te dice a ti que, dentro de 20 años cuando esté jubilado, no me puedo dedicar a esto?

TL: Nos hemos desviado un poco del tema. Me ibas a decir cuál había sido el punto de inflexión para “volar solo” en el mundo de la peluquería…
JC: Fue un enfado con la persona para la que trabajaba. No fue un arrebato. Yo no tengo mucha paciencia, tengo mal genio y soy muy directo, pero soy honesto y leal con mis jefes, mis amigos. Tú me conoces bien. Me hirió una situación y dije ¡hasta aquí! Eso unido a que, desde hacía tiempo, sacaba muchas castañas del fuego, no lo reconocían y estaba mal pagado, de alguna manera lo precipitó.

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«Mucha gente tiene reticencia a tomar la determinación de montar un local, pero yo he crecido con eso».

TL: Pues ¡bendito enfado!
JC: Sin duda alguna. Más tarde o más temprano, me habría independizado. Eso también es verdad. Mucha gente tiene reticencia a tomar la determinación de montar un local, pero yo he crecido con eso. Yo he visto a mi padre hacer muchísimo dinero, arruinarse, volver a levantarse…

TL: ¿Y uno está preparado para eso?
JC: Yo sí. A mí, afortunadamente, no me ha pasado. Los salones me han ido bien, han tenido sus etapas de mucho éxito y, luego, se han equilibrado. Esa calma, esa constancia, es la que da de comer. Fidelizar a tu gente, tratarla bien. Eso es lo que te mantiene. Cuando fracasas en algo (y a mí me ha pasado al abrir una tienda de ropa, un terreno que yo no controlaba bien), te queda un regusto un poco desagradable. Esa sensación de no haber estado a la altura, de no haber sabido controlar la situación, me disgusta. Espero que no me pase nunca en lo mío.

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«Cuando yo inauguré la peluquería, no había cumplido los 30 años. Fue un acontecimiento porque aparecieron Enrique Iglesias, Sergio Dalma, Alejandro Sanz…»

TL: ¿Alguna vez te has arrepentido?
JC: Jamás. A mí la peluquería me ha dado mucho. Me ha permitido viajar por todo el mundo, crecer como persona a todos los niveles, conocer a gente que nunca imaginé. Llevo treinta años trabajando. He pasado por muchas fases y, con el tiempo, te vas calmando y vas encontrando otras cosas que conviven con el entusiasmo. Antes me obsesionaba estar en constante actitud de crear, cambiar, sorprender. Ahora, en la peluquería, estoy como en el salón de mi casa con los clientes. El aliciente y la felicidad lo encuentro en que saber que, cuando vienes, te he arreglado el día. Esta profesión me permite hacerte feliz y es la mejor recompensa. Alguna clientas me dicen que vienen a la peluquería en taxi y que se van caminando para poder verse en los espejos y cristales de los escaparates. No hay mayor recompensa, créeme.

TL: ¿Qué te hace diferente?
JC: No creo que la clave esté en la diferencia, yo creo que no existe como tal. Todo se reduce al tesón, cabezonería, trabajo trabajo y trabajo. Probablemente, la suerte haya existido… pero hay que buscarla. La suerte es que yo soy muy espabilado y que, cuando he visto pasar el tren, me he subido en el último vagón. Yo no creo en la casualidad. Todo lo que te llega viene buscado, enlazado, perseguido y luchado.

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Javier Cofiño con Amalia Enríquez

TL: Cuando uno triunfa, es fácil perder la perspectiva ¿Qué te ha mantenido con los pies en el suelo y sin atisbo de vanidad?
JC: Yo he pasado por todas la etapas. He dominado una vanidad que sí tenía por puro pudor. Me da mucha vergüenza la gente vanidosa y siempre he querido no demostrarla. Cuando yo inauguré la peluquería, no había cumplido los 30 años. Fue un acontecimiento porque aparecieron Enrique Iglesias, Sergio Dalma, Alejandro Sanz. No era una première, ni una entrega de premios. Era la apertura de una peluquería, de mi negocio. Tuve que luchar para no sacar pecho, esa es la verdad. Pero, lo que me hace tener los pies en la tierra, es saber que lo que has conseguido en diez años, si no lo canalizas bien, lo puedes perder en tres meses.

TL: ¿Qué ha sido lo mejor de esta aventura?
JC: Sin duda alguna, lo mejor es mantenerme. Y lo peor es la dependencia que tengo del salón. Es gratificante, por un lado, pero llega a resultar agobiante por otro. Cuando tú vas a Loewe, quieres un bolso de esa firma, no uno de Zara por poner un ejemplo. Si vienes a Cofiño quieres que yo te corte el pelo, porque eso es lo que me ha dado el nombre. No puedo delegar. Creo que sería una estafa que llegara un cliente y yo le pusiese a una chica, que puede cortar mejor que yo incluso, en mi lugar. Es cuestión de honestidad y eso hace que la dependencia sea innegociable.

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«Las celebrities también son personas y ahí es donde está la clave. Con las que han confiado en mí, he seguido trabajando y algunas son amigas».

TL: ¿Los clientes celebrities son disciplinados?
JC: Depende. Las celebrities también son personas y ahí es donde está la clave. Con las que han confiado en mí, he seguido trabajando y algunas son amigas. Las que no se fiaban o no les he gustado, se han ido. Yo nunca he intentado imponer, ni influir. He procurado tener mano izquierda, pero conservando mi sitio.

TL: ¿Cómo se peina a un amigo?
JC: Con un poco de frescura, siendo un poco fresco, aprovechando la amistad. Con un amigo no hay tensión. Cuando no hay la barrera de “no te conozco” es mucho más fácil.

TL: ¿Ha influido en tu éxito el hecho de contar con nombres relevantes en el salón?
JC: ¿Te digo la verdad? ha afectado negativamente al principio. Después de la inauguración de la que hablamos antes, la gente pensó que la peluquería iba a ser carísima y no venía nadie. Luego cambiaron las cosas, como bien sabes. Por otro lado, me ha servido para ser reconocido profesionalmente y que, por el boca a boca, recurriesen a mí.

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«Cuando viajaba con Enrique Iglesias por el mundo, me pregunté muchas veces cómo había hecho para saltar de Gijón a Los Ángeles» (Foto derecha: Belén Cano)

TL: ¿El, o la, más fácil de peinar?
JC: Sergio Dalma. Le he hecho verdaderas chifladuras en la cabeza. Solo tienes que repasar sus looks. En Barcelona me dieron un premio “a la mejor imagen” por un look suyo, precisamente.

TL: Por el contrario ¿el más complicado?
JC: No te va a gustar nada, porque complicada complicada, tuviste tú una etapa horrorosa (risas). Ahora ya estás más serena, pero la época en la que te dio por el flequillo ¡me volviste loco y me tenías frito!

TL: Yo también te quiero (risas). Ahora estamos mejor ¡de la cabeza sobre todo! En fin, seguimos con lo nuestro ¿Dónde están tus momentos de ocio?
JC: En la interpretación, que comentábamos hace un momento. Siempre me busco cursos. Soy inquiero. Si solo hago peluquería en el año, tengo sensación de frustración, por eso necesito siempre más.

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«Mi peluquería refleja mi personalidad y la de mi equipo. En el salón ves desde una ministra a un ama de casa, pasando por un cantante, una actriz, una celebrity internacional o un policía».

TL: Cuando yo cuento lo que vivimos en tu salón, que raro es el día en el que no acabas bailando o cantando, las gente no me cree ¿cómo has conseguido la empatía que existe entre tú y los clientes?
JC: Mi peluquería refleja mi personalidad y la de mi equipo. En el salón ves desde una ministra a un ama de casa, pasando por un cantante, una actriz, una celebrity internacional o un policía, que es el que pones las multas de la ORA (risas). Un día me hice amigo suyo, le conocí en una discoteca, vino a cortarse el pelo y me pidió que fuese a cortárselo a su mujer a Lanzarote ¡y p´allá que me fui! Lo que no te voy a decir es si ya no me pone multas (risas). Así soy yo y mi familia es así.

TL: Has conseguido que tu peluquería sea un salón de té y, para los periodistas que vamos, un centro inagotable de noticias..
JC: Está todo muy estudiado. Lo que todo se ve muy casual, no lo es tanto. Hay veces que todo está muy mecanizado y, cuando veo que ocurre eso, es cuando pido una música especial para romper ese estado porque, en cierta medida, yo quiero escapar de esa mecanización de “siéntate, qué te vas a hacer, cómo te corto el pelo».

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» ‘Odisea en el espacio’ no la entendí, pero salí impresionado porque no había visto una pantalla tan grande en todos los días de mi vida».

TL: ¿Eres un buen director de orquesta?
JC: Sí lo soy, pero tengo un muy buen equipo que saben soportar lo peor de mí, que son mis prontos de carácter. A veces soy un poco hiriente diciendo las cosas, pero en cinco minutos ya no soy nadie. Me saca de mis casillas, en el salón, tener que repetir 150 veces la misma cosa a un profesional que lleva conmigo diez años. No lo puedo soportar. Y, en la vida, no tolero la mala educación. Una mala contestación sin venir a cuento y la falta de civismo, me molesta muchísimo.

TL: Entramos ahora, con educación, en las preguntas obligadas de esta sección (risas) ¿Cómo es, ahora, un domingo en tu vida?
JC: Me gusta irme al Rastro solo. Cuando algún amigo dice de acompañarme, me niego. Allí no voy con nadie. Soy muy aficionado a los anticuarios, me puedo estar media hora mirando un cuadro y no quiero a nadie que me esté metiendo prisa. Los domingos son para mí y mis amigos. Lo normal en la vida de alguien que, durante la semana, no puede disfrutar de esas pequeñas cosas.

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«Lloré en el cine con Tom Hanks, como si fuese primo mío, en ‘Philadelphia’ «

TL: ¿Recuerdas la primera película que viste de niño?
JC: Claro que la recuerdo, muy nítidamente además: “Odisea en el espacio”, en el cine Goya de Gijón. No la entendí, pero salí impresionado porque no había visto una pantalla tan grande en todos los días de mi vida. Me gusta el cine pero te voy a confesar una cosa. En una ocasión fui a una película dos veces porque se me había olvidado que la había visto. Eso es muy mío. Veo muchísimo cine. Sabes que he estado enfermo tiempo atrás, teniendo que estar dos meses en reposo, y me he visto todo lo imaginable. La filmografía de Meryl Streep y de Bruce Willis me la sé de memoria. No me pueden gustar más. Son dos perfiles muy dispares porque así soy yo, muy dispar en la vida.

TL: De emociones eres mucho, de llorar poco..
JC: Es muy difícil que me veas llorar en público, es complicadísimo porque me da mucho pudor, pero lo raro es que yo no llore en una película si la veo solo. Con alguien de confianza empiezo a poder hacerlo, pero lloré en el cine con Tom Hanks, como si fuese primo mío, en “Philadelphia”. La escena de él bailando, con el suero en el brazo, María Callas de fondo y Denzel Washington mirando sin poder articular palabra, para mí fue incontenible. La vi con un amigo y lloré hasta tener hipo. Fue increíble aquel momento.

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Amalia Enríquez junto a Javier Cofiño

TL: ¿Qué diría el niño Javi en el hombre que hoy eres?
JC: Diría que se me nota que estoy muy contento conmigo mismo. He pasado por rachas raras. Cuando viajaba con Enrique Iglesias por el mundo, me pregunté muchas veces cómo había hecho para saltar de Gijón a LA, por ejemplo. Era el momento en el que estaba de jefe de maquillaje y peluquería en una película de Robert Rodríguez con Banderas y él. Estoy muy satisfecho y orgulloso de mí mismo. La modestia aquí no tiene cabida.

Próxima semana: Mario Casas.

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