El más tinto de los blancos riojanos

El Dorado de Murrieta Ygay Reserva 1992. DOCa Rioja. Bodegas Marqués de Murrieta SA. Logroño (La Rioja).

Ignacio Peyró. 18/01/2017

Ya a un cuarto de siglo de su añada, esta botella estaba en un momento excepcional. Incluso con tiempo por delante: un tesoro. Probablemente sea –por su poderosa estructura- el más tinto de los blancos riojanos, pero en todo caso es un gran indicio para saber por qué ha reverdecido la pasión por estos vinos de viura que por tradición han sido la Cenicienta de la Denominación de Origen Calificada.

marqués de murrieta vino
El Marqués de Murrieta comenzó allá por el año 1852.

Pionero en La Rioja y en España, el Marqués de Murrieta comenzó, allá por el año 1852, señalando el buen camino para elaborar no solo tintos criados en madera, sino también blancos. Su Dorado pasaba tres años en barricas viejas de roble, y en añadas excepcionales, como ocurre con el tinto, se rebautizaba como Castillo Ygay y pasaba hasta 18 años en barrica. Incomprensiblemente, hace años que la bodega dejó de elaborar estos vinos y optó por elaborar otros de perfil más fácil y solo presuntamente más comercial. Ahora que Parker (Luis Gutiérrez) acaba de dar 100/100 puntos al Castillo Ygay blanco 1986 estarán reflexionando. (Nota de I. Peyró y J. Rocamora)

murrieta
El Dorado pasaba tres años en barricas viejas de roble, y en añadas excepcionales, como ocurre con el tinto.

Precata.

  • PVP: desconocido, pero el 1998 costaba 9 € hace 10 años…
  • Uvas: 85% Viura, 10% Garnacha blanca y 5% Malvasía.
  • Crianza: 36 meses en barricas muy viejas de roble americano. Los cristales tartáricos del interior de las barricas impiden que el vino se oxide.
  • Alcohol: 12,5º.
el dorado de murrieta
Es a la vez fino, elegante, y contundente, con estructura .

Cata: en Cuenllas, en enero de 2017.

  • Botella abierta media hora antes, decantada: perfecto, por airear el vino y por los posos.
  • Vista: color muy distinto al de otros vinos blancos viejos, amarillo ambarino-dorado-viejo. Limpio y brillante, lágrima sólida y bastante poso.
  • Nariz: poderosa, punzante, incluso agresiva, y a la vez, complejísima. Insinuaciones leves de botrytis, fruta (melocotón, naranjas de la China, lichis, paraguaya), crema pastelera, almendra y avellana crudas, flores (acacia, tilo), cera de panal, polen, lanolina… ¡Menudo caleidoscopio! Apenas aparece la madera, muy bien aplicada: americana, usada y de recipientes grandes. Hay un fondillo que asociamos a lo que acompaña a los buenos moscateles de Setúbal.
  • Boca: ataque viril, poderoso. No es un vino tranquilo, no. Tacto cremoso, pero todavía con cierta aspereza, astringencia. Acidez cítrica, muy vivaz, casi agresiva, que hace “la boca agua”. Largo. Punto goloso, abocado, que lo agracia, por ser contrapunto de la acidez. Va asociado a notas de toffee que solo aparecen con el tiempo de aireación. También hay un punto goloso que evoca a cítricos confitados. Y umami a raudales.

En conjunto: un gran vino, un vino complejo, absolutamente delicioso. Quizá no muy inmediato y por tanto no asequible para todos, como tantos vinos ‘de meditazione’. Es a la vez fino, elegante y contundente, con estructura –más contundente de lo que esperamos de los viejos riojas blancos. Mejoró mucho al airearse. Compartió mesa con un buen tinto, al que pudo, y eso que se trataba de un pletórico Finca Dofí 2003.
Calificación. 9,7/10

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