Flores poéticas y una boda en Nueva York

En vísperas de Navidad, la diseñadora panameña Sarita de Castro y yo pusimos las flores para un matrimonio muy especial, el de mi hermano.

Los floristas siempre recuerdan cuál fue su primera boda. Muchos con la satisfacción de que eso ya es historia por la angustia que pasaron, otros con asombro por haberse atrevido sin tener casi conocimiento y muy pocos, con tranquilidad. Como yo tengo total aversión al riesgo, pertenezco al último grupo. Los últimos dos años los pasé trabajando como freelance para eventos, en su mayoría bodas, en la costa Este de Estados Unidos. Sin embargo, cuando mi hermano me dijo que se casaba, tuve cosquillas en el estómago. Una cosa es mandar un ramo de flores y otra tratar con el cliente (aunque yo tenía ventaja, mi hermano es adorable), elegir el diseño, la tonalidad de acuerdo al momento y el lugar, el tamaño y tipo de floreros… y lo más importante, las flores.

Francisco y Pasha se dejaron aconsejar para la decoración floral de su boda
Francisco y Pasha se dejaron aconsejar para la decoración floral de su boda

Tuvimos apenas una reunión con Pasha (artista audiovisual, ruso, de Tiumen, Siberia) y Francisco (artista, pintor, escultor, de familia peruana pero criado en Chile, mi hermano). Me invitaron a almorzar a ‘The Odeon, un bistró americano-francés en el barrio de Tribeca (creadores del cóctel Cosmopolitan) donde se realizaría la boda. La idea era probar diferentes platos y discutir sobre las flores. Cuando les pregunté si tenían alguna idea de lo que querían, ambos encogieron los hombros. “Flores blancas”, dijo Francisco como por descarte.

Los arreglos combinaban perfectamente con los colores del restaurante
Los arreglos combinaban perfectamente con los colores del restaurante

Llegué a casa a bucear en el catálogo de fotos donde guardo mis favoritos. Pronto Francisco y Pasha tendrían una carpeta con arreglos de Putnam & Putnam en tonos blancos y azules (¡maravillosos!) y otros de Erin Benzakein (Floret) de un estilo más melancólico en rojos y morados. Siguieron mi recomendación y se inclinaron por los últimos, porque ‘The Odeon’ tiene mucha madera y cuero color borgoña.

Las siguientes semanas me las pasé hurgando en el mercado de la calle 28, preguntando qué flores estarían disponibles para la segunda semana de diciembre. Mis caseros David de G. Page y Nick de Associated Cut Flowers fueron mis perfectos aliados porque, en vísperas de Navidad, los eventos en Nueva York se multiplican y tienes que asegurar tus flores.

Hice varias pruebas antes de decidirme
Hice varias pruebas antes de decidirme por los colores rojos y morados

Hice varias pruebas. Las flores eran exquisitas (los ranúnculos japoneses estaban en su pick) pero no me convencía el colorido. “Add more drama”, me escribió Pasha. Y tenía razón. Pero cuando asistí a una clase dada por Deanne Nairns en el estudio de Saipua, supe que también faltaba poesía. Ese grado en que un arreglo de flores pasa a ser arte.

Una mini orquídea y el menú venía en cada servilleta. Fotografía Fernando Gallardo
Drama y poesís. En cada servilleta venían el menú y una mini orquídea.

Por supuesto que para llegar a ese estado me falta mucho, pero una ambición sana viene muy bien. Le escribí a Deanne y le pedí una asesoría. Un miércoles (el mejor día para ir al mercado porque llega la mayor cantidad de flores) a las 7 am nos encontramos en G.Page. En mi iPad llevé mis recetas tentativas (los tipos de flores para cada arreglo) y fotos de los diseños que me servían de inspiración.

La diseñadora Sarita de Castro vino a ayudarme
Sarita de Castro distribuyendo los floreros en las mesas laterales.

Deanne me dio una clase magistral: elegir los tulipanes morados, pero los vienen con pequeños destellos azules; las anémonas que van de blanco a crema con salpicaduras rojas al comienzo del pétalo; las ramas de ‘privet’, pero con las bayas bien oscuras. Estuvo de acuerdo con mi elección de rosas de jardín ‘Edith’ y las amarilis ‘Loyalty’. En definitiva, me enseñó a mirar.

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El arreglo del bar incluyó orquídeas Dendrobium. Una tentación de último minuto.

Al despedirnos, no me quiso cobrar. Me dijo que ella hizo sola las flores para el matrimonio de su hermana y hubiese estado feliz de que alguien la guiase. Y ahora ella quería ayudarme para que no viviera la angustia que ella pasó. Me despedí agradecida y emocionada. Su gesto su sumaba a otro. La diseñadora de flores Sarita de Castro vendría especialmente de Panamá para ayudarme ese fin de semana.

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Con el traqueteo del camino, las flores perdieron agua y hubo que rellenar uno por uno los floreros.

Con Sarita nos hicimos amigas a través de Instagram. Sí, ¡para no creerlo! Ambas somos ex alumnas de FlowerSchool New York y por allí vino el vínculo. “¿Por qué no le preguntas a Sarita si te quiere venir a ayudar?”, me dijeron mis hijas al tratar de engancharlas a ellas. Cuando le pregunté a Sarita, no lo dudó y aterrizó en Nueva York solo para morirse de frío y trabajar de sol a sol. Mi estudio es mi apartamento, así que corrí muebles, esparcí plásticos por el suelo y abrí las ventanas. La calefacción es la peor enemiga de las flores y estuvimos a cero grados con chaquetas polares y gorros de lana trabajando. Los baldes de flores estaban por todos lados y trabajamos sobre la mesa del comedor y la cocina.

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Cada arreglo tenía diez tipos de flores y cinco tipos de follaje.

El jueves por la noche teníamos los arreglos para las mesas grandes, el bar y los novios listos. Por Sarita, que tiene más energía que yo, hubiésemos terminado de trabajar esa misma noche, pero yo entré en colapso. El viernes ella fue a ver exposiciones de arte y yo me la pasé durmiendo. El estrés me había pasado factura y no podía con mi alma.

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La mesa de los novios con una urna de pie alto.

El sábado empezamos temprano. Sarita se hizo cargo de los grandes arreglos que estarían a ambos lados del lugar donde se haría la ceremonia. Yo me encargué de los ‘bud vases’ (floreros altos y delgados para una o dos flores) para las mesas laterales. Empacamos con papel globo y celofán, metimos los arreglos en cajas y a las 4 pm Sarita partió de copiloto de Carlos, un chofer especialista en el traslado, montaje y desmontaje de flores.

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Sylvia Bustamante, feliz por el trabajo realizado en su primera boda.

Llegué al ‘The Odeon’ a las 6 de la tarde arreglada y sin manicure (un lujo del que no tuve tiempo). Sarita y mis hijas tenían el salón bajo control. Mesa con el servicio puesto, mesa que recibía su arreglo. Lo único que quedaba era colocar el menú y una mini orquídea color borgoña en cada servilleta.

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Aunque Sarita no nos puedo acompañar, estuvo presente en cada piropo que se llevaron las flores.

Cuando Pasha y Francisco llegaron, sus caras lo dijeron todo. ¡Estaban felices! Sarita partió en un Uber a su apartamento para cambiarse, la agarró el tráfico y cuando llegó ya no tenía energías para volver a la fiesta. Su puesto al lado mío permaneció vacío, pero compartimos cada piropo esa noche.

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Felices. Francisco, Sylvia y Pasha momentos antes de la ceremonia.

Los invitados vinieron de todos los rincones del mundo y sólo faltaron representantes de Australia y la Antártida, dijo Pasha en su discurso. Después de la torta, la música armó la fiesta. La noche fue emotiva, sobria, mágica y divertida. *Todas las fotografías: Fernando Gallardo.

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