#CloseTo Irene Villa: «Cuando superas algo puedes hablar de ello mil veces»

Es un ejemplo de fortaleza, dignidad y elegancia. Esta semana hablamos de cerca con Irene Villa

Amalia Enríquez. 14/02/2017

Antes de conocerla, la admiras. Cuando la tratas, solo quieres que te contagie su dinamismo, generosidad, espíritu positivo y calidad humana. Ella, inmune a la adversidad, eligió el camino de la bondad. Es un ejemplo de elegancia vital y dignidad. Los que la conocen aseguran que no necesita adjetivos para definirla. Simplemente es ella, Irene Villa.

Guapa y encantadora, así es Irene Villa. Foto: Valero Rioja
Guapa y encantadora, así es Irene Villa. Foto: Valero Rioja

The Luxonomist: Nos ha costado, pero hemos conseguido vernos para charlar…
Irene Villa: Es verdad. Con esta vida que llevamos, lo que parece fácil se convierte en una proeza (risas).

TL: Hace tiempo que me apetecía escucharte porque, sin pretenderlo, eres una inyección de vida.
IV: No tengo la sensación de producir ese efecto en los demás. Es bonito lo que dices, muchas gracias.

TL: Casi podría evitarme la preguntas y dejarte hablar.
IV: No me faltarían temas (risas). Casi nunca hablo de trabajo, por ejemplo. Ahora que ya he vuelto a mis entrenamientos en Sierra Nevada y que vuelvo a estar con los deportistas, hablamos de alimentación, hábitos de vida, de deporte por supuesto y, sobre todo, de lo guapos que son los de remo (risas). Luego tengo también mi parcela en el periodismo, pero ahí mi trabajo es pequeñito.

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Irene es una luchadora nata

TL: ¿Cómo surgió esa vena periodística en la adolescencia?
IV: Yo siempre quise estudiar Derecho, porque quería endurecer las penas para los terroristas. Te hablo del año 90 y pico. El psicólogo de la Universidad Europea, donde me dieron una beca, me sugirió que sería más fácil hacer lo que yo quería con un micrófono, movilizando a las masas con la palabra y el testimonio personal. Él veía más eficaz mi trabajo verbalizando las experiencias, y no en juicios con abogados. No me atraía el Periodismo, pero sí la rama de Comunicación Audiovisual, que tenía radio y televisión, y pensé ¡ésta es la mía!.

TL: Y nunca ha habido lugar para el arrepentimiento en la elección.
IV: Jamás, al revés. Me he alegrado muchísimo de no haber elegido Derecho porque, con lo obsesiva que soy con los estudios, no quiero ni pensar qué habría sido de mí entre leyes civiles, penales y demás.

TL: ¿Recuerdas con nostalgia esa época?
IV: No te creas. En esa etapa yo era muchísimo más reivindicativa que ahora. Con 19 años, yo quería cambiarlo todo, darle la vuelta al mundo. Sigo siéndolo, pero con otra madurez, de una manera más sensata porque, al margen de que me siga motivando que endurezcan las penas a los etarras, estoy a mil cosas más.

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Así se hizo el selfie de la portada

TL: ¿Cómo conseguiste salir o evadirte de esa presión adolescente?
IV: No me gusta nunca utilizar la palabra culpa. Cuando mi hijo la utiliza, siempre le digo que aquí no hay culpables, hay responsables. Pero sí que es verdad que “la culpa” de que dejase todas estas luchas reivindicativas fue el hecho de que algunos periodistas me encasillaron en un partido político. En esa época había manifestaciones en contra de la negociación con ETA que yo abanderé, y afirmaron que yo era del PP. Y fue una época muy dura porque nos acusaron de estar instrumentalizadas por la derecha, así que decidí romper con todo y desligarme de ese tipo de cosas. Nuestra asociación, en la que mi madre era la vicepresidenta, nunca estuvo politizada. Pedíamos lo mismo a todos los partidos, lo que pasa es que el PP era quien nos acompañaba. Me sentí utilizada por la prensa y dije ¡se acabó! Lo que yo quería era defender a las víctimas y sus derechos, pero sin política por medio porque yo no soy de nadie. Nunca me ha interesado la política, pero sí he sufrido que se me haya etiquetado.

TL: ¿Sueles recordar ese momento que cambió tu vida?
IV: Sí, constantemente. Hoy mismo me han invitado a un colegio para que se lo contara a unos niños de 8 años, que me han entrevistado. Lo recuerdo cada dos por tres. En cada conferencia mía está presente porque, al principio de ella, empiezo con imágenes fuertes del atentado para, luego, terminar con todo lo bueno que he vivido.

TL: Me pareces una heroína, de verdad…
IV: No, para nada. Cuando superas algo, no te importa volver a recordarlo y hablar de ello mil veces. Yo ahora estoy fenomenal. Además con la familia que tengo ¿qué le puedo pedir más a la vida? Soy muy feliz.

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Está orgullosa de la familia que ha formado junto a su marido. Foto de Javier Alonso

TL: ¿Cómo se consigue ser tan positiva, sobre todo después de haber vivido una adversidad tan traumática?
IV: Yo creo que es gracias a mi madre. Con 65 años es una mujer con una actitud de amar la vida, alegre, optimista y con una fuerza que nos ha contagiado a toda la familia. Ella es la positividad en persona.

TL: Nunca os he visto perder la sonrisa…
IV: Es que no tenemos esa negatividad nunca, ni ese pesimismo que –a veces- caracteriza al ser humano. Nosotras siempre vemos todo lo bueno, incluso de lo malo que nos ha pasado. Yo siempre he hecho de la debilidad una fortaleza, las cosas malas las he transformado en buenas y siempre pienso que todo pasa por algo.

TL: Ver el vaso medio lleno es fácil verbalizarlo, ponerlo en práctica es lo complicado…
IV: Pues yo creo que el camino correcto es llevarlo a la práctica y es cuando te vas a beneficiar.

TL: ¿Qué te puede “sacar de tus casillas”, qué te enfada?
IV: No me gusta nada tampoco esa palabra pero, que mi marido se enfade, me molesta mucho. Enfadarse es perder el tiempo, me da mucha rabia que la gente lo haga. Tenemos que saber controlar nuestras emociones. La mayoría de las cosas tienen solución sin necesidad de llegar al límite.

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ET es una de las primeras películas que recuerda

TL: ¿Tu marido entiende tu visión y actitud ante la vida?
IV: Le cuesta. Hay una palabra, que me define muy bien, y es disfrutona. Me gusta la vida, aprovecharla y disfrutarla. Estamos aquí para disfrutar, no para sufrir, ni compadecernos, ni ser víctimas. Yo trato de contagiar esta actitud. A la gente le cuesta entenderme a veces. Les extraña mi forma de vida y la filosofía. Parece que lo que me toca es sufrir más de lo que he sufrido, o que me compadezcan más. Yo, al revés, no he querido nunca ni favoritismos, ni dar pena.

TL: ¿Has sentido que la gente se compadece de ti?
IV: Sí, sobre todo de niña. Mi madre siempre cuenta la anécdota que, siendo muy pequeña, estaba tan harta de que me dijeran “pobrecita, qué pena me da”, que un día un señor que me dijo esa frase, como otra mucha gente, se llevó mi contestación airada de “pobrecita nada, no me pasa nada. No tengo piernas, nada más”. El pobre se quedó mudo. Y es que es así. Tengo otros condicionantes, pero no soy diferente. Yo admiro realmente a quienes le faltan las extremidades superiores porque, en las piernas, te pones una prótesis y ya está. A mi madre, que le falta un brazo, se maquilla con el otro y es sorprendente.

TL: ¿Qué es lo más difícil de todo?
IV: Sin duda alguna, la aceptación. El problema es que, cuando tú no aceptas tu discapacidad, entonces no sales adelante. Cuando a mí me ocurrió, tenía 13 años. Estaba en plena adolescencia y, en esa etapa, te fijas más en tu cuerpo que en años posteriores. Sin embargo, también fue positivo porque los niños se adaptan a todo, los esquemas mentales son menos rígidos cuando eres pequeño. Cuanto más joven te pasan estas cosas, antes aprendes a aceptarlas.

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Le encanta ‘Los puentes de Madison’

TL: ¿Te recuerdas una niña feliz?
IV: Super feliz y, además, no recuerdo marginación de ningún tipo. El bullying no existía y a mí nadie me criticó, nadie me miró mal o, si hubo miradas, nunca las vi porque a las cosas malas no les hago ni caso.

TL: Creo que todo el mundo desarrolló un instinto de protección contigo y con tu madre, después de lo sucedido…
IV: Es verdad, yo creo que sí. Sentimos mucho cariño, amor. Me gusta que me hagas recordar esos momentos porque, dentro de la tragedia, tuvieron su lado bonito.

TL: ¿El cine formaba parte de esa parte positiva?
IV: Sí, como en la vida de todo niño. La primera que recuerdo es ‘ET’, un clásico. Y también ‘Los Goonies’. Iba al cine a la doble sesión. Nos llevaba siempre mi padre. Era estupendo porque podías entrar a la hora que quisieras, aunque estuviera empezada la película, porque luego podías verla desde el principio. Ya en la madurez me gustó mucho ‘Ghost’ y me impresionó ‘La vida es bella’ porque, la realidad es la que es, pero tu actitud puede ser determinante. Esa manera que tiene de contarle a su hijo una realidad muy dura, cómo canaliza la historia, me parece una maravilla.

TL: ¿Cómo le cuentas a tus hijos lo que te ha ocurrido?
IV: Con naturalidad. El otro día, mi hijo Carlos (4 años) me lo preguntó en la bañera y le tuve que decir la verdad. Le dije “cariño ¿ves que a mamá y a la abuela les dicen, por la calle, qué valientes sois?, es que sobrevivimos a un ataque y por eso nos faltan partes del cuerpo, pero estamos vivas”. Y lo aceptó tal cual. Ni me preguntó qué ataque, ni por qué, ni quién. Un día lo tendré que verbalizar en toda su realidad y lo tendré que explicar para que lo entiendan bien.

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Grease fue una de las películas que marcó su adolescencia

TL: Una mujer positiva ¿llora mucho, se emociona?
IV: En la películas lloro mucho. Es más, me encanta llorar. En ‘Los puentes de Madison’, mira que se llora, pues ¡me encantó! Se me están ocurriendo ahora otras que no te he comentado. ‘Grease’ y ‘Dirty Dancing’ marcaron mi adolescencia. Las he visto veinte veces y no me canso. Y españolas me encantaban las de Marisol y Rocío Dúrcal (risas).

TL: ¿Hay un actor que te haga ir al cine?
IV: Meryl Streep. Siempre la he tenido en un altar. Su mundo interior, la paz que transmite, lo que comunica y cómo lo hace. Y, como contrapunto, me encanta Angelina Jolie, su etapa de mujer atormentada y transgresora. Me fascinan Brad Pitt y Keanu Reeves, que también es muy heavy de personalidad. Me gustan los atormentados, de vida difícil.

TL: ¿Eso perfiles le gustaban ya a la niña Irene?
IV: No, han ido surgiendo con los años. Esa niña fliparía con la Irene de hoy. Ni en sus mejores sueños esa adolescente se habría imaginado que iba a encontrar a un hombre como Juan Pablo. Yo le conocí con 30 años. Antes de él tuve varias parejas y debo reconocer que siempre he tenido mucha suerte en el amor, me he sentido muy querida, pero todas esas relaciones eran con chicos muy atormentados, como tú dices, y me iban a dar una vida difícil. Algunos tenían adicciones, sin madre, muy problemáticos y yo era, más que la novia, la salvadora.

Angelina, una de las grandes defensoras de la mujer
Angelina es una de sus actrices favoritas

TL: ¿Qué hace diferente, entonces, a tu marido?
IV: No tiene nada que ver. Es muy protector, me protege demasiado. Yo siempre le digo que le conocí a una edad en la que nadie me protegía, ni me manipulaba y que era un espíritu libre. Y lo quiero seguir siendo. Las parejas necesitan espacio y, hay veces, que yo me voy de viaje con mis deportistas y él se queda con los niños, porque sigo necesitando volar libre de vez en cuando.

TL: ¿Entiende lo de los espacios para oxigenar la relación?
IV: Ha acabado por entenderlos, asumirlos, respetarlos y ponerlos en práctica. Es verdad que trabajamos juntos porque él es mi representante, el que lleva todas mis cosas y, en cada conferencia, él viene conmigo. Creo que es muy positivo tener una vida más independiente. Nos compenetramos muy bien, los dos somos muy parecidos, tenemos fuerte personalidad. Él es más de arranque, yo más templada, pero ambos tenemos nuestras ideas firmes, decisiones muy claras y, a veces, hacen falta reuniones “de equipo” para ver cómo solucionamos divergencias, pero nos llevamos muy bien. Y tengo que reconocer que él hace mucho más por mí que yo por él.

TL: Siempre hay uno que cede más…
IV: Él es el detallista y echa de menos que yo sea más despegada. Es argentino y eso implica un plus de romanticismo. Juan Pablo siempre estaba rodeado de modelos y actrices, porque el tenis genera eso. Cuando le dijo a sus padres que me había conocido y éramos novios, que me faltaban las piernas y dedos de una mano, sus padres se plantaron en Madrid para conocerme y ver con quién estaba su hijo (risas). Sus novias anteriores eran impresionantes, opuestas a lo que yo soy.

TL: Pero te eligió a ti…
IV: Él me dijo que me hizo las preguntas pertinentes y que contesté de la forma que él quería que fuera la mujer de su vida. Dice que, aunque me falte una pierna, le encanto y que, por dentro, soy como él quiere. Es muy caballeroso. Me pidió la mano de rodillas, se la pidió también a mi padre, a mi madre. Mi suegra siempre me dice que ella educó a sus hijos para que traten bien a la mujer, para que la tengan en un altar. Y en él estoy.

*Próxima semana: Juan Ramón Lucas.

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