La nueva escultura vasca en el Guggenheim

El Museo Guggenheim de Bilbao rinde homenaje a la Nueva Escultura Vasca con una selección de obras del escultor Pello Irazu que podrá visitarse hasta el 25 de junio.

Almudena Blanco. 24/03/2017

Pello Irazu (Andoain, 1963) exhibe una selección de obras de sus treinta años de carrera en el Museo Guggenheim de Bilbao, que se podrá ver hasta el próximo 25 de junio. Es una de las muestras estrella elegidas por la pinacoteca este año para celebrar su 20 aniversario. El museo salda así una deuda que tenía con el artista guipuzcoano y con la Nueva Escultura Vasca representada por artistas como Txomin Badiola, Cristina Iglesias, Ángel Bados y el propio Irazu, entre otros, y cuya obra podríamos resumir como continuadora del legado del gran Jorge Oteiza.

El Guggenheim de Bilbao acoge la exposición de obras de Pello Irazu hasta el 25 de junio.

La exposición se titula Panorama y cuenta con más de cien obras del artista que él mismo ha elegido y dispuesto en la sala bajo su propio criterio. Un modus operandi que no es en verdad habitual y que en este caso obedece a la importancia que tiene para Irazu el propio acto performativo de colocar las piezas en la sala. Las obras mostradas son por lo general bloques de madera en distintos tamaños trabajados de forma austera y minimalista, piezas deconstruidas o reconstruidas que modifican en muchos casos cosas ya existentes como sillas o mesas y dibujos que pretenden ser un híbrido de escultura al incluir añadidos de papel sobre papel que inspiran, en cierto modo, el paso de las dos dimensiones al 3D.

Sala 2 de la exposición de Pello Irazu

Las obras de Irazu son sintéticas, concretas y tocadas en todo caso por algún color primario. Son, en definitiva, obras de un autor vasco. Y es que el arte en Euskadi no se pierde en florituras ornamentales ni en sensaciones sutiles, sino que se expresa mediante formas categóricas que se cocinan al calor del minimalismo, el constructivismo y la performance. No en vano, es un arte forjado en la transición de la artesanía al arte por parte de herreros, ebanistas y canteros. Se dice de la cultura vasca que es de aquellas que prefiere utilizar el signo a la poesía de la imagen. Que no es una cultura que se exprese con imaginación o fantasía. Que los vascos van al grano, vamos, y utilizan lo rotundo como medio de expresión. Y si no pensemos en el levantamiento a pulso de piedras de cientos de kilos en una performance que, sin matices ni perillofo alguno, dice lo que tiene que decir en apenas unos segundos.

Las obras de Pello Irazu siguen la línea reconocible de la Nueva Escultura Vasca de sencillez y rechazo de lo ornamental.

Durante la década de los 90, Irazu vivió en Nueva York y allí se interesó más por incorporar a sus piezas materiales sintéticos como el plástico y las bombillas pero siempre pensando en Euskadi, en lo que significaba estar lejos de aquí, en los conceptos de fuera y dentro, de exterior e interior. Esto también podrán apreciarlo en la muestra.

En 1990, el artista se traslada a Nueva York gracias a una beca Fulbright del Comité Conjunto Hispano-Americano.

Vayan a verla. Es esencial para entender el arte vasco y muy cómoda de visitar por la forma en la que se ha dispuesto el espacio en la sala. Y como anécdota fíjense en una de las primeras obras que encontrarán al entrar en la exposición. Se trata de tres piezas que operan como un conjunto, colgadas en la pared y que resultan ser una reinterpretación de Mizaru, Kikazaru, Iwazaru, los emoticonos de monitos. La pieza es de 1989. Así es, había vida antes de los smartphones y los tres monos sabios no los ha inventado whatsapp. Pertenecen a la mitología japonesa e Irazu ya se refirió a ellos cuando el mismísimo windows era aún un bebé recién nacido.

*Todas las fotos son cortesía del Museo Guggenheim de Bilbao.

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