Las tres joyas ocultas de París
Planificar un fin de semana en París sin caer en los tópicos. Todas las claves de un viaje a la ciudad de la luz original e inolvidable.
¿Quién no ha pasado alguna vez un fantástico fin de semana en París? O, ¿quién no sueña con hacerlo? La ciudad más turística del mundo resulta un destino inagotable por todo lo que ofrece para ver. Para evitar clichés a la hora de planificar tu viaje te descubrimos tres joyas que puedes visitar saliéndote de las rutas turísticas habituales.
La primera e inusual parada que te proponemos está en el Jardín de las Tullerías. Se trata de un pequeño museo que alberga dos impresionantes y casi mágicas salas con pinturas gigantescas de los nenúfares de Claude Monet. Como alternativa a cualquier otra pinacoteca de la ciudad, el Museo de L’Orangerie, que se llama así por haber sido inicialmente un almacén de naranjas, te ofrece una dosis concentrada de arte exquisito e inolvidable.
Bajo la estructura de dos salas elípticas que simulan el signo matemático del infinito se encuentran ocho piezas del pintor francés que abarcan en conjunto más de cien metros de longitud. Las pinturas son larguísimas, evocando así un paseo por esos paisajes a tamaño real. Lilas, azules, turquesas, una cuidadísima luz tenue que contribuye a exprimir toda la pretensión del impresionismo y la curiosa disposición de las salas, hacen de esta visita una experiencia inolvidable.
Al este de la ciudad y a la sombra de la catedral de Notre Dame podréis encontrar la capilla Sainte Chapelle, mágica por su luz, sus infinitas vidrieras y sus inagotables detalles. Es una joya del gótico radiante. De 1248 y construida en un tiempo récord de siete años, os dejará sin aliento por sus excepcionales 15 vidrieras de 15 metros de altura. Candelabros, líneas doradas, el necesario rosetón y miles de vidrios de colores dispuestos en una armonía casi mágica os provocarán la ilusión de estar dentro de un joyero.
Todo esto lo veréis en el piso de arriba, planta a la que durante mucho tiempo solo podían acceder el rey y sus allegados. La planta inferior, por la que se accede al edificio, era el lugar de culto del personal del palacio. De techos más bajos, oscura y fría, este espacio es la antesala ideal a la fiesta para los sentidos que descubriréis en el piso superior. La guinda de exquisitez a vuestro viaje la pondría poder coincidir con uno de los muchos conciertos de música clásica que se ofrecen dentro de la capilla.
Y para terminar con la definición de un fin de semana alternativo en París os proponemos que os acerquéis a ver la Estatua de la Libertad. Así es, París tiene la suya propia. Hermana gemela de la más conocida de Nueva York, este fue el regalo de vuelta que la ciudad norteamericana hizo a París para conmemorar la Revolución Francesa.
Esta Estatua de la Libertad está hecha a escala de la neoyorquina y mide un quinto de la original. Está ubicada en la Isla de los Cisnes desde la que se avista la Torre Eiffel al fondo. Una curiosidad es que esta estatua originalmente orientada al este, se giró en 1937 hacia el oeste para que mirara a su hermana mayor en Nueva York.
Este itinerario de desenfreno para los sentidos se puede siempre completar con un café más un cruasán en una de las maravillosas terrazas de Montmartre, un plato de comida saludable en uno de los muchos lugares de este estilo que están abriendo en Le Marais y un paseo por la siempre estimulante rue de Saint Honore. No se puede pedir más. Oh! Paris… Paris!