¿Cómo nos afecta el poder del grupo?

Juzgas a los demás mucho mas injustamente de lo que piensas y, por el camino, desechas a muchas personas que seguramente sí te merecen la pena.

Ana Villarrubia. 05/10/2017

Más allá de nuestra personalidad, nuestro carácter o nuestras costumbres, la psicología social defiende que los factores situacionales determinaran en un 70 % de nuestra conducta, dejando a los factores personales un peso de tan solo el 30 % en la explicación de nuestros actos. Es decir, que para prever qué es lo que hará una persona en una determinada situación es más útil recabar información acerca de las características de esa situación que de las características de la persona.

Los factores situacionales determinan el 70 % de nuestra conducta

Según la psicóloga social la situación pasa por encima del individuo y es la que rige, eminentemente, el comportamiento humano. La consecuencia más directa y más experimental de esta teoría es evidente: conociendo los elementos situacionales se hace posible predecir con gran certeza cómo reaccionará  una persona en un momento dado.

En el día a día no atribuimos la conducta a la situación que rodea al individuo

Y sobre esta hipótesis han partido las grandes investigaciones en el ámbito de la psicología social. Uno de los mas conocidos de estos experimentos es el llevado acabo por Milgram  en los años 60 del pasado siglo, en el que una amplia muestra de personas todas ellas sanas y absolutamente “normales” fueron capaces de proporcionar descargas eléctricas a sus compañeros solo por encontrarse en un contexto que favorecía la obediencia a la autoridad incluso aunque conllevara un abuso injustificado de poder y una agresión física.

Las personas tendemos a «etiquetar» a la gente según su conducta en un momento concreto

Sus rasgos de personalidad no explicaban tal transgresión, la situación en la que se encontraban, sí. Esto choca frontalmente con nuestras experiencias cotidianas en las que tendemos a atribuir y explicar la conducta de los demás en base a lo que son, y no en base al dónde, el cuándo, el cómo y el qué de la situación en la que se encontraban. Este principio de la psicología social, si bien no está exento de discusión, nos lleva a reflexionar acerca de la cantidad de juicios y prejuicios que injustamente vertemos sobre quienes nos rodean.

 

En la conducta humana intervienen mucho factores que a veces olvidamos

Tendemos a etiquetar a quienes nos rodean a partir de una conducta concreta que hemos observado, de una reacción en un momento dado, o de un comentario mas o menos desafortunado. Una sola escena nos basta para colgarle a los demás una desagradable medalla de la que muchas veces no son ni siquiera conscientes y de la que además les será muy complicado desprenderse. Quizá sólo tuvieron un mal día (debido a factores con los que tuvieron que lidiar y que les llevaron a actuar torpemente), quizá hasta interpretaron la situación en otros términos muy diferentes a los nuestro, pero es caso es que les pusimos la cruz basándonos en las conclusiones personales que sobre un hecho aislado extrajimos.

El llamado sesgo de percepción es un fenómeno ampliamente estudiado que explica errores en nuestros juicios e interpretaciones debido a que focalizamos nuestra atención en lo que consideramos como rasgos característicos de la persona,  desatendiendo su entorno y su situación en el momento determinado en el que actúa. En la fascinante variabilidad de la conducta humana parece que son muchos y muy diferentes los factores que tenemos que tener en cuenta para comprender el por qué de nuestros actos. Ahora bien, ¿quiénes somos verdaderamente entonces? ¿Somos lo que nuestros rasgos indican o, por el contrario, nos define mejor lo que hacemos? El debate está servido.

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