Felicidad Duce, dulce felicidad

Sale a la luz el pasado de una mujer pionera como pocas en una España donde era muy complicado seguir en activo a pesar de las adversidades.

Sandra Barneda. 14/05/2018

En la lista de mujeres pioneras españolas que estos meses se desempolvan con acierto, se suma Felicidad Duce, la fundadora de la LCI, la escuela de moda más antigua de España. Lo hizo en 1928 y no fue lo primero ni lo último provocador que llevó a cabo. Con la independencia económica alcanzada gracias a su escuela, diez años más tarde, se divorció. Al estallar la guerra tuvo problemas para la supervivencia del taller, pero para que no se cerrara y que éste permaneciera activo, propuso a la milicia confeccionar los trajes a cambio de telas. No había hecho nunca trajes para hombres, pero nada le impidió su objetivo: seguir en activo a pesar de las adversidades.

Ella, con todas las papeletas en contra, siguió luchando por sus sueños, su independencia y desoyendo lo que marcaba o tocaba en sociedad para una mujer. Consiguió que la escuela de patronaje y diseño permaneciera abierta e incluso amplió el negocio abriendo una residencia de estudiantes en el Tibidabo para acoger a parte de las alumnas de su escuela. Fue capaz de crear un patrón de modelaje revolucionario que todavía se sigue enseñando con éxito y pasión. El conocido método Feli, consiste en siete tiras de cuero que se usan para tomar las medidas. El método fue patentado en los años cincuenta y la escuela sigue enseñándolo a un millar de alumnos cada año entre los que se encuentran diseñadores de talla internacional como Josep Font, María Escoté o Joan Vidal.

La Directora General de la escuela Sílvia Viudas y la Presidenta Honorífica e hija de la fundadora, Mercedes Freixas entregan recientemente el Premio Felicidad Duce al prestigioso sombrerero británico Stephen Jones

Felicidad Duce ha permanecido en el anonimato para la mayoría, apenas han dedicado unas líneas para hablar de una emprendedora difícil de olvidar.  Feli es otro ejemplo de otras muchas que siguen apareciendo, recordándose para llenar el surco, el vacío de referentes femeninos que la sociedad patriarcal ha potenciado. Felicidad Duce es de las heroínas dignas de recordar, incluso de ficcionar en una futura serie, para los deseosos de mostrar otro tipo de mujer, otro tipo de carácter, otro modo de pertenecer al mundo a pesar de las adversidades. Felicidad Duce creó una escuela de diseño que noventa años más tarde sigue funcionando a pleno rendimiento y con una fama internacional.

Logró la proeza de que sus alumnos pudieran mostrar sus patrones en un desfile en el mismo hotel Ritz, cuando nadie ni lo había hecho ni se lo había planteado. No fue una diseñadora de Pret-a-porter, ni formará parte de los grandes de la moda, pero Felicidad logró ofertar a mujeres con ansias mayores que quedarse en casa. Hizo lo propio para el nombre que llevaba y más allá de las miradas de desaprobación, miró por su propia felicidad y no la ajena, condena que la mayoría de las mujeres  debían cumplir. Sacrificó buena parte de su vida personal, fue incomprendida por la mayoría, pero 90 años más tarde, reluce como lo que verdaderamente fue: una visionaria, una pionera, una valiente destinada a ser, de todo menos dulce y a pesar de muchos, feliz e independiente.

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