Reyes Monforte: «Hay que sacar la cultura a la calle»

La periodista y escritora Reyes Monforte acaba de publicar su última novela 'La memoria de la lavanda'. Es su trabajo más personal hasta la fecha y todo un éxito en ventas.

Daniel de la Peña. 29/06/2018

«La lavanda tiene propiedades curativas y calmantes», así lo revela Reyes Monforte cuando dialogas con ella sobre la protagonista de su última novela, La memoria de la lavanda’.Una obra que parte de un acontecimiento triste y en la que poco a poco la esperanza va ganando protagonismo. Repasamos con la periodista los momentos más importantes de su carrera y se abre con nosotros para profundizar sobre su nuevo libro, la pérdida, el amor, los sentimientos y lo especial que es para ella la lavanda.

The Luxonomist: Después del éxito de las anteriores novelas, ¿sientes más presión cuando te enfrentas a un nuevo libro o te liberas más?
Reyes Monforte: Fíjate, esa pregunta me la hicieron después de publicar ‘Un burka por amor’, mi segunda novela. Me dijeron: “¿No tienes miedo?” (risas) “¿No quieres salir corriendo ahora que puedes?”. La verdad es que no. No tengo ninguna presión. Lo que sí que me dicen muchas veces es: “Bueno, tú ya estás acostumbrada a que se vendan tus libros, así que no tienes preocupación”. Y yo digo: “No, yo las tengo todas”. Porque un libro nuevo es una nueva aventura, es como cuando hago entrevistas.

La de ayer puede que me haya quedado muy bien, pero hoy tengo que volver a empezar con esta nueva. Con las novelas pasa exactamente lo mismo, creo que tengo ese planteamiento mental porque he hecho un programa diario de radio toda mi vida, casi veinte años. El programa que ayer quedó estupendo, para el programa de hoy no nos vale porque eso ya se hizo. Ahora hay que demostrar con este programa que seguimos haciéndolo bien. No tengo ni presión ni miedo.

Desde la primera semana está entre los libros más vendidos

TL: Entonces, ¿qué sientes?
RM: Cada vez que saco una nueva novela tengo el deseo de que a la gente le guste (risas), de que funcione. Porque siempre te queda la cosa de decir: “Yo creo que ha quedado muy bien, pero si no hay una reacción buena por parte del lector, que no empatice con la novela por lo que sea…”. Con ‘La memoria de la lavanda’ yo estaba muy contenta, pero quería ver cuál era la reacción del lector y la verdad es que no ha podido ser mejor. Tuvo una primera tirada de 40.000 ejemplares y después de un mes en las librerías hemos sacado una segunda edición, estando desde la primera semana entre los libros más vendidos. Ahora hay otro miedo nuevo… “¡Que se mantenga!” (risas) Vivimos de miedo en miedo. De presión nada.

TL: La novela está siendo una revolución en la redes sociales… ¿Cómo te llega a ti el calor del lector?
RM: En las redes sociales también, pero el calor que me llega más es el de las presentaciones, el club de lectura, los encuentros con los lectores, los encuentros con los compañeros de prensa… es verdad que se trasmite de otra manera. La reacción que me está llegando es que hay una empatía total porque todo el mundo hemos tenido una pérdida o la vamos a tener. La pérdida de un ser querido, un padre, una madre, un hermano, el amor de tu vida, un amigo… y si no la hemos tenido sabemos que vamos a pasar por ahí. Siempre digo que ‘La memoria de la lavanda’ es como una fotografía en la que todos salimos retratados porque tarde o temprano vamos a ser Lena, los amigos y familiares de Lena, el amor de Lena… todos nos vamos a morir, igual que todos vamos a pasar por esta vida. Creo que gracias a esa empatía, porque es vedad que es una novela de personajes donde se habla mucho de la condición humana, de los buenos y de los malos, de cómo se relacionan y cómo se gestiona la pérdida, el amor, el odio, la traición, los secretos de familia… Es un pedacito de vida en el que todos tenemos algo que decir.

Siempre nos falta alguien que es a los que más queremos y nos sobra gente que son los que podríamos pasar sin ellos perfectamente

TL: ¿Hay traiciones y secretos?
RM: Sí y un cierto humor. Es verdad que ‘La memoria de la lavanda’ nace de una circunstancia triste como es la pérdida de un ser querido, pero es una fotografía. El otro día me comentó un compañero fotógrafo: “Fíjate, cada vez que mires una fotografía, verás como te vas a dar cuenta de que en esa fotografía falta alguien y sobra alguien”. Pues eso es un poco lo que pasa en la vida, siempre nos falta alguien que es a los que más queremos y nos sobra gente que son los que podríamos pasar sin ellos perfectamente. Con esta novela pasa lo mismo, en la vida pasa lo mismo, en la fotografía… La fotografía es la memoria de lo que hemos vivido.

TL: ¡Es verdad!
RM: Sí que es verdad. Por eso nos daban tanto juego la memoria, los recuerdos… Convertir algo triste como es la pérdida en una historia de amor. Es la novela con más carga personal mía, es cierto que el resto no tiene ninguna, en el sentido de que tiene un cuadro de emociones y sentimientos no sólo mío sino también del lector, por eso nos vemos reflejados. Hay lectores que dicen que se sienten identificados con Lena y que en un primer momento pensaban que se volvían locos. Me ha alegrado saber que la gente que ha perdido a alguien reacciona así; no saben si borrar el contacto del teléfono, si quedarse con su ropa, si volver a los lugares donde han sido felices con la persona que ya no está, no saben si seguir frecuentando a la familia… esa nueva vida que nace a raíz de una muerte y sobre la que no tenemos ninguna experiencia porque es la primera vez que nos toca. Aunque no sea la primera vez, con cada pérdida es un mundo.

TL: ¿La novela es terapéutica?
RM: Espero que para el lector sí. En la Feria del Libro de Madrid me vino mucha gente contando sus pérdidas y da lo mismo a quién pierdas, las emociones son las mismas. Una mujer me dijo que hacía tres meses que había perdido a su hija y ya se había leído el libro.

TL: ¡Jolín!
RM: ¡Exactamente, es lo que dije! Que a lo mejor era un poco pronto, y ella me dijo que no, que era el momento ideal porque ha sido como si alguien la abrazara. Se ha visto reflejada en Lena, a su niña que ya no está en Jona, la vida alrededor que es la de Lena y es la que tiene ella y no se había dado cuenta. Le reventaban las frases de pésame, no sabía qué hacer con la ropa, con las fotografías… son esas pequeñas cosas que cuando estás en medio de una pérdida crees que te estás volviendo loco o loca y cuando ves que alguien que ha pasado por eso ha tenido las mismas reacciones, los mismos pensamientos te consuela, es un abrazo. Es bonito y por eso creo que está funcionado tan bien, porque a parte de tener una trama literaria como una novela que es, pues tiene una parte emocional que nos abraza a todos.

TL: La esperanza… ¿qué papel juega en la novela?
RM: Toda, porque la novela nace de una circunstancia triste como te comentaba, pero no es una novela triste. Es un homenaje a la persona amada y que ya no está, en mi caso a mi marido, por ejemplo. Pero en caso del lector pues a la hija que ya no está, al abuelo, al padre… es un homenaje que hace la autor y sobre todo el lector cuando lo lee porque está poniendo en la cabeza su persona amada y perdida. Eso es muy bonito…

TL: Y difícil de conseguir.
RM: Sí, es difícil de conseguir. Muchas veces me preguntáis: “¿Hay que pasar por una pérdida de estas características para poder reflejarlo así?” Y yo siempre digo: “Pues no tengo ni idea”. Por lo que yo estoy viendo con los lectores me alegra mucho haber llegado a esta empatía, no sé si era necesario haber pasado por esto, sinceramente hubiera agradecido que no, pero ‘La memoria de la lavanda’ es el libro que nunca me hubiera gustado escribir, pero lo hice como una necesidad. Para mí no ha sido una terapia. Si ayuda en algo a los lectores, ¡fenomenal!, pero lo que quiero conseguir con ella es que entretenga, que guste. Crear empatía, crear una vida que pueda vivir el lector, sea conocida o no, sea ajena o no, porque no todo el mundo que está leyendo la novela ha perdido a alguien. Aunque creo que el 90% de la población hemos perdido a alguien, más próximo o menos, que queríamos más o menos… o la hemos pasado todos o la vamos a pasar.

Los libros, como cualquier expresión cultural, hay que pasearlos y compartirlos

TL: Viendo el éxito de tus novelas, firmas, presentaciones… ¿Cómo vives ese día a día? ¿Llega a ser agotador? ¿Lo disfrutas?
RM: Yo lo disfruto mucho. Sé que hay algunos autores que eso del encuentro con los medios, las presentaciones cada día en una ciudad… pues, a lo mejor por timidez, no les gusta. A mí siempre me ha gustado mucho estar con la gente y hablar, volver a los medios de comunicación que es de donde he salido… La verdad es que me lo paso muy bien en los clubes de lectura, en las presentaciones y estoy disfrutando mucho. Lo único es que la cabeza ya no la tengo demasiado bien (risas) El otro día me preguntaban: “¿Qué tal en Logroño? Ha sido todo un éxito” y yo decía “¿Logroño? ¿Cuándo hicimos Logroño? Pero hoy, ¿Dónde estamos? En Zaragoza, es verdad”. A parte de ese oasis mental, disfruto mucho porque creo que la cultura hay que sacarla a la calle.

TL: Tienes razón…
RM: Esto ha cambiado mucho, no es lo de antes. No sólo los libros, sino la propia música. Recuerdo que cantantes muy conocidos que sacaban un disco y vendían todo sin ir a una sola entrevista, han tenido que razonar y decir: “Hay que ir a entrevistas y hablar con la gente”. Hay que patear la calle porque cada vez somos más y cada uno tenemos un libro, un disco, una obra de teatro, una película… hay que sacarlo a la calle, hay que ir en busca de la persona que está sedienta de cultura y no sabe muchas veces adónde ir. Los libros, como cualquier expresión cultural, hay que pasearlos y compartirlos. La portada y el título de un libro hace mucho, aunque parezca mentira. Fíjate que con este libro había dos opciones. O esta portada o una en color azul un poquito más celeste y más apagado. Algunos decían: “Vamos a lo seguro, al color celeste apagado” y yo decía: “No, el lector cuando vaya a una librería tiene que ver una mancha morada que le llame la atención y que diga ¿Qué es eso? ¡Lo quiero!” (risas). La portada es preciosa.

TL: ¿Qué es lo que más te hace disfrutar de tu trabajo?
RM: Contar historias a personas, las veas o no. En la radio tú cuentas las historias y sabes que hay gente, no sabes dónde están, pueden estar en la playa, la montaña, en el trabajo, en una carnicería, en casa… A mí lo que siempre me ha gustado es contar historias; en radio, en la prensa, en la literatura, en televisión… es lo que verdaderamente me gusta y sobre todo que esas historias tengan un feedback, que se estén retroalimentando por quien las esté escuchando o leyendo. Una vez que haya salido la novela, claro. Disfruto mucho escribiéndola, en el proceso de producción disfruto con la documentación. En ese proceso me lo paso muy bien.

A través de la novela llegas a mucha gente, sobre todo si funciona

TL: Cuando llevan tus trabajos a la ficción televisiva, ¿cómo lo ves? ¿Hay mucho contraste?
RM: (Risas) A mí me da mucho gustito. Con la primera novela, ‘Un burka por amor’, vendimos más de un millón de ejemplares sólo en España. Se hizo la serie y fue la ficción más vista en la cadena con más de 4 millones de espectadores. Estuvo muy bien porque da otro empujón a la historia y tú lo que quieres como autora y como periodista es que la historia que estás contando llegue a cuanta más gente mejor. Por supuesto que a través de la novela llegas a mucha gente, sobre todo si funciona, pero a través de una serie o una película llegas a mucha más, incluso a quienes no han pensado nunca en leer el libro. Ahora están preparando en Telecinco los guiones de mi novela ‘La infiel’.

TL: ¿Algo que te apetezca mucho hacer y vayas hacer dentro de poco?
RM: Presentar ‘La memoria de la lavanda’ en los campos de lavanda donde nació la historia. El 14 de julio por la mañana presentamos en el Festival de la Lavanda en Brihuega. Va a ser algo mágico, porque no sabía dónde ubicar esta novela, la acción, los personajes… y cuando me invitaron hace dos años al Festival de la lavanda y vi cómo disfrazan y pintan de morado todo el pueblo y los campos de lavanda, el concierto que hacen cada noche allí, me dio tal vitalidad e inyección de adrenalina que dije “¡Pues aquí va a ser!”. Cuando nos llamaron de Brihuega y nos dijeron que querían que presentáramos la novela, me hizo mucha ilusión. Va a ser algo mágico, me voy a sentir un poco Lena, porque ella va a los campos de lavanda para esparcir la memoria y alimentar los recuerdos de su marido. Y yo voy a ir para devolver a la novela al lugar donde realmente nació, porque sin campos de lavanda yo creo que no hubiese nacido esta novela, hubiese nacido otra.

TL: ¿Por qué la lavanda es una de las protagonistas?
RM: La lavanda tiene propiedades calmantes y cicatrizantes, y después de volver del Festival de la lavanda a mi casa, a Madrid, dije “¡Uy!” y desde entonces lo llamo ‘El milagro de la lavanda’. Abrí el ordenador y hasta ese momento no había podido escribir sobre este tema y salieron las primeras 20 páginas de la novela. Con lo cual es cierto que la lavanda tiene propiedades calmantes y cicatrizantes que me venía muy bien para esta historia, convertir el negro de luto de Lena, de sus amigos y familiares, en el color lavanda de la vida, de la esperanza, del olor a nuevo, del optimismo. 

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