#CloseTo Carme Chaparro: «El odio puede dominar nuestra vida si nosotros le dejamos»

Hablamos con Carme Chaparro su segunda novela, 'La química del odio', un relato apasionante que ha sorprendido tanto o más que su primer libro.

Amalia Enríquez. 10/07/2018

Carme Chaparro siempre quiso ser escritora, pero en seguida se dio cuenta de que no había universidad para ello. Así que optó por la comunicación sin dejar de tener nunca un libro, o más, en las manos. Se sentaba a la mesa para comer siempre con uno pero, cuando su padre se lo quitaba, seguía leyendo lo que encontraba a mano, ya fueran los componentes que ponía el bote de la salsa de tomate o los ingredientes de la mayonesa. Lee libros en la misma medida que los regala y nunca pensó que ella podría ser la autora de uno. Después de ‘No soy un monstruo‘, llega ‘La química del odio’, y con él, la lista de los libros más vendidos se ha revolucionado de nuevo.

Carme Chaparro: ¡Ya van dos!¡Quién me lo iba a decir hace dos años, cuando me puse a escribir!
The Luxonomist: Con el primero, ‘No soy un monstruo’, fue llegar y besar el santo…
CC: Pues sí. Escribirlo, presentarlo de manera anónima al Premio Primavera, conseguirlo y… doscientos mis lectores.

TL: No sabía que te habías presentado con seudónimo. Entiendo que la satisfacción es mayor…
CC: El jurado no sabía quién era yo. Me puse el nombre de la hermana mayor de mi madre, que murió hace unos años de cáncer y también era un homenaje a ella. Carme Riera, que era la presidenta del jurado, buscaba en Internet el nombre de Paulina Murillo, que es el nombre con el que me presenté, y le salían chicas venezolanas en bikini (risas). Y ella decía: “¡No puede ser, no me cuadra esta historia!”.

TL: Ya sabes que en estas conversaciones no hay guion preconcebido, así que no sé si es más complicada una entrevista entre amigas o ser la entrevistadora entrevistada…
CC: Tenemos complicación doble porque somos amigas y periodistas, pero saldremos adelante como siempre (risas).

Presentó su primer libro con pseudónimo y ganó el Premio Cervantes

TL: Contigo estoy muy tranquila porque no eres de las entrevistadas que contestan con monosílabos.
CC: Tú a mí me dices habla… y yo hablo, hablo y hablo. Nunca tengo problema con eso (risas)

TL: La escritura se está convirtiendo en un plan B maravilloso e inesperado… ¿que puede acabar convirtiéndose en un A?
CC: Bueno, ante todo, yo soy periodista. Tengo la inmensa suerte de trabajar en un lugar fascinante que es la televisión, en Noticias4 de Mediaset. Es un fortuna poder contar todos los días las noticias, lo que pasa en la actualidad. Es un regalo sentarte en un plató y contarle a los espectadores lo que ha pasado ese día. Mientras mis jefes quieran y el público me responda, voy a seguir ahí.

TL: Hacerlo compatible con escribir está costando que, entre otras cosas, los amigos te veamos de año en año.
CC: Eso sí, pero porque en esta ocasión ha sido el ritmo impuesto por dos libros muy seguidos. Quizá lo que tengo que hacer es tomármelo todo con mucha más calma y no publicar un libro cada año porque, efectivamente, te dejas la salud. No duermo para escribir y tengo que parar un poco.

TL: ¿Por qué tan seguidos? ¿Cuestión de inspiración y aprovecharla?
CC: Porque lo pidieron los lectores. ‘No soy un monstruo’ fue un boom con un final tan sorprendente que la gente pedía saber qué pasaba con la inspectora Ana Arén y la periodista Inés Grau, hacia dónde derivaban, qué iban a hacer. Les debía esa segunda parte, así que dediqué mis vacaciones de verano a escribir ‘La química del odio’.

TL: ¿Cuánto tiempo llevas sin tener ocio?
CC: ¡Bufff! Mucho. Este último fin de semana estuve en Port Aventura con las niñas, ha sido agotador pero nos lo hemos pasado muy bien, nos hacía falta. Para mí, todo el tiempo invertido en ellas es mi ocio, mi mejor regalo.

TL: ‘No soy un monstruo’ lo empezaste por el final. Un día sales del informativo y se te ocurre el desenlace, algo que me parece muy difícil…
CC: No lo es tanto porque sabes adónde vas. Me inventé un inicio y lo que tuve que hacer fue ir construyendo un camino complicado para que el entorno no pudiera adivinar nunca cuál iba a ser ese final.

TL: ‘La química del odio’, por el contrario, lo desarrollas desde el principio…
CC: Exactamente. Lo comencé desde el principio, por orden y con la incógnita de quién iba a ser el malo o la mala. Fui escribiendo y me di tiempo para decidirlo. Fui sembrando de malos la novela y, cada uno de sus personales, tiene una frase o algún gesto que hace posible que el lector sospeche de él, de todos en definitiva. En el antepenúltimo capítulo tuve que decidir quién iba a ser el malo y me dio mucha pena decidirme por uno y construir el final, que era su perfil psicológico.

TL: ¿Ese malo era el que pensabas? ¿Lo tenías claro?
CC: No pensé nunca en ninguno, pero el asesino de ‘La química del odio’ es el que no quería que fuera ¡fíjate! Por cosas que no se pueden contar para no reventar la trama, me di cuenta de que era el que mejor encajaba en la historia y el que me daba muchos más argumentos. Así que, al final, mi bueno/a tuvo que ser el/la malo/a.

TL: ¿Conservas el momento de ver tu primera portada?
CC: Lo recuerdo perfectamente. Me la mandaron por correo electrónico. Fue todo muy rápido porque, al ganar el premio Primavera, se precipitó todo y fue muy vertiginoso. Me dieron varias opciones, tres/cuatro portadas, y lo tuve clarísimo desde el primer instante. Es una portada que invitaba a agarrar la novela y leerla. Con ‘La química del odio’ me pasó igual, aunque he podido elegirla con más tiempo. Entre todas las opciones, con algún retoque, la elegida es la que más me gustó.

TL: ¿Cómo fue a nivel emociones?
CC: Más que al ver la portada, la emoción la tienes cuando ves llegar a tu casa cajas y cajas con el libro que vas a dedicar a gente amiga y querida. Abrir esa primera caja con las tijeras y ver ¡por fin! esa primera novela es algo mágico.

TL: Siempre hay una primera vez para todo…
CC: Como el primer parto, que no tiene nada que ver con el segundo. Cuando pasas por primera vez por esa experiencia, siempre será distinta a las demás, ni mejor ni peor.

TL: ¿Cómo está siendo esta segunda literaria?
CC: Maravillosa, estoy muy contenta. La verdad es que tengo que confesarte que tenía cierto vértigo ante la opinión de los lectores. ‘No soy un monstruo’ tuvo unas críticas tan maravillosas y se vendió tanto, que tres o cuatro días antes de que saliera a la venta ‘La química del odio’, me entró el runrún de decir «¡Ay Dios mío! ¿Y si no gusta?», pero la mayoría me están diciendo que les gusta más que la primera. Me dicen que está más elaborada, que he crecido como escritora, que tiene más tramas, cuento más cosas y es más consistente, así que ¡misión cumplida!.

TL: ¿Tienes la sensación de haberte convertido en tu propia enemiga al poner el listón tan alto con la primera novela?
CC: Yo soy muy exigente, pero son los lectores los que deciden siempre. De momento, lo que me están contando incluso los críticos, es que les está gustando mucho más. Yo me quedo contenta con no defraudar.

TL: En la primera hablamos de que te emocionaste varias veces, yo incluso tuve que parar en algunos capítulos para poder respirar. ¿En ésta qué ha pasado? ¿Te has dado cuenta de que te has vuelto más retorcida?
CC: ‘No soy un monstruo’ era retorcida también, ¿eh?, tal vez porque al involucrar a niños, eso despierta en nosotros las emociones más primitivas y el instinto brutal de protegerlos. En ‘La química del odio’ no hay niños que sufren, todo es gente adulta. Soy consciente de que no los asesinan de manera normal, los crímenes son bastante retorcidos pero, al final, la mente de la persona que piensa y ejecuta todo eso es bastante retorcida. Por lo tanto, la manera de matar tenía que estar a su altura.

TL: ¿Cómo te pones en el lugar de alguien tan sumamente perverso?
CC: Al final, yo creo que todos tenemos que hacer un esfuerzo por entender, que no significa estar de acuerdo, por qué la gente hace las cosas. Los asesinos o los héroes tienen un proceso mental lógico que les lleva a pensar que lo que ellos hacen está bien o que tienen derecho a hacerlo. Yo, como escritora, lo que procuro hacer es entender por qué lo hace y qué les llevó a hacerlo, y luego explicárselo al lector.

Creo que debería ser más expresiva, ¿no? #LaQuimicaDelOdio

Una publicación compartida de Carme Chaparro (@carmechaparro) el 10 Jun, 2018 a las 6:59 PDT

TL: ¿Has aprendido mucho escribiendo el libro?
CC: ¡Ni te lo imaginas! Muchísimas cosas. Al investigar he encontrado el sentido a muchas. Me he documentado y estudiado mucho para sacar los colores de la muerte, que es algo que me ha parecido fascinante. El asesino de mi novela, en su mente retorcida, va dejando pistas retorcidas. Unas tienen que ver con el lenguaje y otras con esos colores de la muerte. La inspectora Ana Arén lo que va haciendo es unir eso y consigue entenderle.

TL: ¿Puede un libro de este tipo ser didáctico?
CC: Sí, yo creo que sí. Por toda la documentación forense, criminal, psicológica y técnica, pero didáctico también porque al final es un estudio sobre el odio. Y hay muchos tipos de odio, que se ven en la novela. Hay muchos personajes que odian: odios pequeños, grandes, cercanos, lejanos, enquistados, absurdos que no sabes por qué te llevan a no poder ver a un persona de otra manera que no sea odiándola. Escribiendo esta novela yo también me di cuenta de las deficiencias emocionales que puedo tener o cómo el odio, a veces, puede dominar nuestra vida si nosotros le dejamos.

TL: ¿Has tenido algunas referencias personales?
CC: En todo el libro, siempre. Para escribir sobre una emoción real, tienes que haberla vivido o intentar hacerlo para entender al personaje. He aprendido una cosa con la que intento ser coherente desde hace años y es que el odio es muy ácido y te destruye. Cuando crees que el odio te pone por encima de la otra persona porque te sientes bien criticándola, lo que te ocurre es que eso destruye tu propia salud y tus energías.

TL: Para odiar hay que sentir..
CC: ¡Claro! Y no destruyes al otro, te destruyes a ti mismo. Al final, el mejor odio es la indiferencia. En el momento en el que dejas de odiar y pasas a la indiferencia, tú vives mucho más feliz, mucho más sano. Es un aprendizaje que te tienes que ir recordando día a día.

TL: ¿En qué libro hay más de ti?
CC: En los dos, porque al final si tú no sientes o no has sentido algo alguna vez, es muy difícil que puedas transmitirlo de una manera clara en la que el lector sienta que se le abren las carnes. Yo no puedo sentir lo que sienten todos los personajes de la novela, pero he intentado ponerme en su lugar, pensar qué haría yo, cómo sufriría yo o cómo me alegraría yo si me pasaran determinadas cosas.

TL: ¿Y cuántas veces se te han puesto los ‘pelos como escarpias’?
CC: Muchas, muchas veces. Si con ‘El monstruo’ llegaba a los centros comerciales con mis hijas y lo pasaba fatal, ahora ¡fíjate! sufro con los ascensores. Sé que he sido yo la que he creado esa psicosis. Lo que pasa en el ascensor, que es un gran accidente que conmociona a todo el país, lo escribí hace tiempo, antes de estructurar la novela, pero es ahora cuando tengo esa sensación de pánico. Es más, si hay barra en el ascensor ¡me agarro!.

TL: Estás probando de tu propia medicina..
CC: Sí, sí, sí.. Culpa mía, culpa mía.. De momento, ningún lector me ha dicho que le pasa algo así, por lo que me tranquiliza saber que no estoy creando psicosis nacional. Soy consciente que escribir lo que pasa en ese ascensor fue duro porque es muy retorcido y la gente sufre. Al final me estoy dando cuenta de que soy retorcida y que tengo una parte paranoica dentro del cerebro (risas).

TL: ¿Siempre te gustó la novela negra?
CC: A mí me gusta leer de todo, como comer… menos los callos. Sí que es cierto que me gusta este tipo de novela. Novela negra no quiere decir novela mal escrita, porque las hay muy buenas y que, literariamente, son una maravilla. Leo de todo, como bien sabes.

TL: ¿Cuántos libros puedes leer?
CC: Ahora menos, desde que tengo a mis hijas se ha reducido la cantidad pero, antes de ser madre, me leía uno o dos libros a la semana. Y podía leer varios al mismo tiempo. Ahora lo que estoy haciendo mucho es aprovechar los atascos para leer los audiolibros. Me lo recomendó una amiga y pensé que nunca sería capaz porque yo soy de las que, si me despisto un momento oyendo la radio por ejemplo, ya me cuesta recuperar. Pero he descubierto que los audiolibros son un buen ejercicio mental porque te obligan a concentrarte. En un par de meses ya me he leído cuatro o cinco. Es solo acostumbrarte a otra manera de que te cuenten las cosas.

TL: Pero no es igual. El papel es diferente…
CC: Yo he leído en digital mucho tiempo y te reconozco que, en la literatura, he vuelto al papel. Hay libros que hay que leer de esta forma y he vuelto a descubrir el placer del papel.

TL: ¿El ser personaje público te ha ayudado para el éxito de tus novelas?
CC: Al contrario, me miran con mucha más lupa. Por eso ‘No soy un monstruo’ lo presenté con seudónimo al premio Primavera porque quería que el texto se peleara por sí mismo, no con mi nombre. Al final, no vendes más por ser un personaje de la tele. Un libro cuesta 19€, es una inversión, y hay gente que solo se puede comprar uno cada dos/tres meses y otra que ni eso. El lector no va a escoger un libro porque lo haya escrito una persona de la televisión. Yo creo que, con dos libros, ya he roto los prejuicios.

TL: ¿Al escritor le retiran los lectores o él mismo si no alcanza las expectativas?
CC: Habrá un poco de todo pero, al final, el que manda es el lector. Tú puedes dejar en pausa la publicación porque no estás con ideas y te quieres dar un tiempo, pero tu dueño es el lector, es quien decide si le gustas. Sin él, esto que hacemos no tiene sentido.

TL: ¿El peor crítico está en casa?
CC: Afortunadamente. Mi madre y mi marido me dicen las cosas de verdad. Luego estoy yo, que soy tremenda. Nunca me veo bien, soy insegura, me fustigo mucho. Soy muy Ana Arén (risas). Ella tiene mucho de mí, esas subidas y bajadas emocionales, la inseguridad, la sensación de que está “metiendo la pata” siempre, sus puntos de enfado…

TL: La inspectora ya tiene bastante con aguantar a su jefe. No puede ser más despreciable…
CC: Cierto, pero yo creo que todos hemos tenido un Ruipérez en nuestra vida profesional. Ana aguanta, pero yo creo que las mujeres debemos plantarnos. Quizá deberíamos enfadarnos más y poner los puntos sobre las íes más a menudo. Decir por aquí no paso, hasta aquí hemos llegado. Yo quiero esto, yo me merezco esto. Y nos cuesta, nos cuesta mucho. Tenemos derecho a pedir las cosas y tenemos derecho a decir que eso no lo hacemos.

TL: Lo que sí se va a hacer es la ficción de ‘No soy un monstruo’
CC: Sí, estoy muy contenta. Empezamos ahora el proceso más interesante. Ha habido un momento de cierto parón porque teníamos que encontrar al mejor equipo y las agendas son muy complicadas, pero muy pronto podremos decir algo y dar muy buenas noticias.

*Próxima semana: Maxi Iglesias. 

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