Rusia 2018, Spasiva

La fiesta del Mundial de Fútbol termina entre pasión, entusiasmo e imágenes icónicas que quedarán para la historia del deporte.

Agustín Castellote. 16/07/2018

El Campeonato del Mundo de Fútbol Rusia 2018 ya es historia tras un mes en el que ha formado parte de nuestras vidas y donde los goles, las jugadas, la pasión o la decepción se han colado en nuestras casas para recordarnos que estamos ante uno de los pocos acontecimientos en los que todavía es posible experimentar un sentido colectivo del entusiasmo.

El Mundial ha bajado el telón con los resultados deportivos que ya conocemos, con el nuevo orden establecido por Francia y Croacia y el fracaso de aquellas selecciones, Brasil, Alemania, España, Argentina, que iniciaron la aventura con la vitola de favoritos y el torneo les ha puesto en su lugar. Pero como decía el poeta, «lo apasionante de una historia de amor siempre es la historia, no el amor», y detrás de todas las noticias deportivas que genera un Mundial, detrás de los trofeos, los goles, las estrellas, los vencedores o los vencidos, hay mil testimonios, mil imágenes que nos sitúan frente a un caleidoscopio de instantáneas que cuentan y hacen historia a través del gran espejo sociológico que representan.

El fútbol siempre ha sido un sentimiento disfrazado de deporte

Hoy hemos seleccionado algunas de las fotografías del Mundial, un recorrido por el campeonato a través de sus imágenes que, seguramente, no serán las mejores, ni las que recogen con mayor fidelidad el sentido futbolístico del evento, pero sí aquellas que nos ofrecen un gran paseo por la vida cotidiana, que componen historias corales y que nos muestran el infinito carrusel de emociones que rodea la pelota.

Un caleidoscopio siempre tiene algo de mágico con su combinación de formas y colores; un instrumento que nos descubre extrañas siluetas en continuo movimiento, de todos los tamaños y maneras; todavía hoy nos sorprende ver por el agujerito ese festival de gamas y figuras que, combinadas con otras, reflectadas por la memoria, proyectan imágenes maravillosas.

El Mundial permite que millones de personas compartan un sentimiento cada cuatro años

El Mundial de Fútbol nos permite cada cuatro años observar el poder del balón para unir a las personas, para fomentar la integración a través del deporte y lograr una sociedad multicultural donde no existan fronteras y en la que, al menos durante un mes, disminuyan desequilibrios y desigualdades entre individuos que comparten la misma ilusión, aunque pertenezcan a lugares distintos, a países diferentes y culturas diversas. El fútbol es un sentimiento disfrazado en un juego, en el que se crean colectivos a partir del entusiasmo y se desarrolla una pasión comunitaria que hace de la pelota una fuerza dominante.

Un campeonato del mundo es algo diferente, es una inmensa fiesta donde cada país se ve así mismo como en un espejo. En cada alineación, en cada gol, en el fervor con el que se anima desde la grada, hay algo de mitología nacional que refleja el poder de este deporte como símbolo de identificación nacional. La fuerza del fútbol para despertar el orgullo patrio se pone de manifiesto en cada uno de los partidos del campeonato.

Nunca nos sentimos tan patrióticos como durante el Mundial de Fútbol

Nada mejor para fabricar identidades, de ahí nacen esas lágrimas, esos abrazos o esas expresiones faciales que parecen trasladar a jugadores e hinchas a un microcosmos de pasión y emociones extremas donde se demuestra que estamos ante algo, no solo vinculado con el deporte, sino también con la economía, con la política y con las relaciones sociales.

La grada se convierte entonces en un espacio de socialización y la palabra ‘hincha’ se expande hasta alcanzar a periodistas, artistas, políticos e incluso a gente que no tiene ningún interés por el deporte, pero que se sienten atraídos por el sentimiento identitario que provoca la pelota.

Es mucho más que una pasión, es un sentimiento único el que genera el fútbol

Junto a las alegrías y las decepciones, los aciertos y los errores, el Mundial de Fútbol siempre ha sido un espacio abierto a las reivindicaciones sociales. Si en Brasil, hace cuatro años, se hizo famosa la frase «menos estadios y más sanidad y educación» para mostrar al mundo la precaria situación de los brasileños, en Rusia ha existido un lugar muy destacado para la lucha de la mujer iraní contra los estereotipos de su país.

Desde la revolución islámica, el papel de la mujer ha sido de continua batalla, muda y desigual, frente a un sistema que las condenaba a un papel secundario. Primero pelearon para poder estudiar, independizarse, montar negocios y conducir automóviles; luego la forma de vestir, de arreglarse, el velo; y durante Rusia 2018 reivindicaron su derecho a practicar deporte como los hombres y a poder presenciar partidos de fútbol, ante una oportunidad única y frente al mejor escaparate internacional que se puede encontrar.

Las reivindicaciones también han tenido su lugar en este campeonato

Rusia 2018 se despide y nos deja grandes imágenes que formarán parte desde hoy de la historia del deporte y de la vida. El fútbol puede ser maravilloso o terrible, según el cristal con el que se mire. Una pasión inexplicable donde el aficionado se hace dueño de la victoria o la derrota, como si se tratara de algo personal; una lucha emocional, irracional, pero una parte de nuestra identidad.

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