¿Se parece tu vida a lo que siempre habías soñado? Pues manos a la obra

Consigue por fin superarte y crear la mejor versión de ti misma. No es tarde para lanzarte a conseguir aquello con lo que sueñas desde siempre.

Ana Villarrubia. 04/10/2018

Párate un instante, permítete pensar, olvida lo frenético del ritmo que te rodea, deja que el mundo siga rugiendo a tu alrededor, te garantizo que nadie va a notar que, por unos insignificantes segundos, te has bajado del carro. No existen prisas, por unos instantes no se atienden urgencias. Basta ya, no puede ser que todo sea igual de urgente. Detente solamente en lo importante. ¿Te gusta tu vida? ¿Es esta la vida que habías proyectado para ti? ¿Qué tipo de emociones suelen gobernarte? ¿Has construido todo lo que deseabas? ¿Has intentado, al menos, conseguir tus objetivos?

Deja que el mundo siga rugiendo a tu alrededor y tómate un tiempo para pensar en ti

No se trata de despertar tu ambición y mucho menos de aumentar la inmensa carga de exigencias que seguramente ya pesa sobre tus espaldas. Me consta, sin ningún género de dudas, que son infinitos los roles que desempeñas cada día e infinitas las responsabilidades que a cada uno de ellos se asocian: eres madre devota, hija entregada, trabajadora incansable, esposa luchadora, amiga fiel, amante a ratos y un lago etcétera. Mujer ante todo, con todo lo que se espera de ti, que no es poco. Pero, ¿podemos aparcar todas esas máscaras por un instante y centrarnos exclusivamente en tu esencia?

Lo que te propongo hacer es tan sencillo e inusual como un ejercicio de verdadera introspección, una pequeña sesión de buceo en tu interior para permitirte emprender el camino que aún estás a tiempo de seguir; ese que jamás deberías arrepentirte de no haber recorrido. Gestionar el día a día no es fácil, acertar con las decisiones que vamos tomando lo es mucho menos, a veces hemos de colocarnos en posiciones que nunca querríamos haber ocupado, pero en muchas otras ocasiones utilizamos lo obvio como excusa, como refugio: “Como la vida me arrastra está justificado abandonar”.  Y paradójicamente te frustras y alivias el tiempo. Porque no es que no “quiera” intentarlo, es que no “puedo”, y claro, eso son ya son palabras mayores, me da rabia pero a la vez… menudo lío me he quitado de encima. ¡Basta!

Libérate del miedo porque muchas veces es un pozo que te atrapa

¿Qué es eso que siempre has querido hacer? ¿Con qué sueñas desde que tienes uso de razón? ¿Qué es eso sin lo cual no te gustaría verte de manera definitiva? Eso que anhelas y de vez en cuando te ronda la cabeza, como si un día los planetas fuesen a alinearse y las cosas fuesen a dejar de ser complicadas y por arte de magia fuese a llamar a tu puerta… ¿Qué es lo que siempre has querido ser cuando fueras “mayor”? Pues agárrate que vienen curvas. Porque, querida mía, aún no eres mayor y la responsabilidad de alcanzar lo que te propones te sigue perteneciendo a ti en su mayor parte. Qué ilusión y qué miedo a la vez…

Libérate del miedo
El miedo nos protege, sí, pero solo en parte y con bastantes matices. La mayor parte de las veces se convierte en pozo, nos atrapa, nos impide vislumbrar más allá del corto plazo. Porque, cuando sucumbimos ante el miedo, sentimos alivio y se nos olvida que la gratificación que había detrás de ese miedo era tan potente que merecía la pena intentarlo. Tan solo unos pocos miedos son justificadamente protectores; solo los más básicos, los que nos protegen contra aquello que atenta contra nuestra supervivencia. Los demás son construcciones personales más o menos creativas, más o menos elaboradas, en las que humanamente nos permitimos caer, como si de una inercia irremediable se tratase.

No tengas miedo al fracaso, acumularás nuevas experiencias

Dime, si te propusieses alcanzar eso que tanto ansías conseguir, ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Sería irremediable? A través de mi experiencia en la consulta he aprendido que, salvo la muerte, prácticamente nada lo es. ¿Qué es lo que está en juego? ¿Cuál es el verdadero riesgo al que te enfrentas? Lo que más a menudo tememos es a fracasar y, por muy común que esto sea, lo cierto es que no hay un miedo más absurdo que este. Si fracasar es no llegar a tu meta, entonces ya estás condenada de antemano. No hay fracaso posible en el intento, en el despliegue de tus recursos al servicio de tu voluntad, en el aprendizaje y en la acumulación de nuevas experiencias. Tal es el mal llamado riesgo. Hay mil millones de razones por las que puedes acabar en un punto diferente al que habías planeado, pero que por ti no quede. 

Acepta lo que no puedes cambiar
Claro, porque no vale desearlo todo, no vale soñar tan grande de la propia ambición se desprenda la limitación. Bienvenidas expectativas ilusionantes, descartadas expectativas infladas. Puedes emprender un nuevo proyecto profesional, puedes satisfacer el sueño de dominar una habilidad cualquiera, puedes estudiar una carrera, escribir un libro, fundar una asociación, tener un hijo, cuidar de otro ser vivo o hasta iniciar un movimiento social. Lo que sea que a ti te haga sentir realizada. Lo que sea acorde a tu identidad.

Tu vida actual es la base para construir cualquiera de tus proyectos de vida futura

Son solo meros ejemplos, el margen de lo que puedes alcanzar en el ámbito que te propongas es tremendamente amplio. Pero no vale soñar en vano con ideas tan desconectadas de la realidad que te sumergirán en la desolación de la frustración crónica. Empieza por ajustar tus expectativas, acepta la base de la que partes. Las limitaciones de tu cuerpo, de tu entorno, de tus recursos más básicos, o las limitaciones propias del mundo en el que vives no son un impedimento, son el punto de partida, la base sobre la que construir cualquiera de tus proyectos de vida.

Hazte cargo de lo que sí está en tu mano
Ya tenemos armado el escenario, nuestro punto de partida. Y ahora llega la mejor parte, así que hablemos claro y dejémonos de excusas. Haz un listado de todo lo que habitualmente argumentas para justificar tu pasividad, es decir, para lamentarte o casi incluso victimizarte (seamos sinceras, algunas veces caemos en el victimismo) en lugar de ponerte a actuar. Seguro que te has escuchado a ti misma esgrimir motivos como los siguientes, por ponerte solo algunos ejemplos: 

  • No sabría ni por dónde empezar.
  • No tengo tiempo, es demasiado difícil.
  • No soy capaz.
  • Para hacerlo bien hay que invertir mucho dinero.
  • A saber cuánto tardaré en llegar hasta la meta…
Busca información para alcanzar ese objetivo que te propones

Pues bien, toma nota, porque unas cuantas verdades como puños pueden sacarte rápidamente de la inacción:

  • No tienes por qué saber de todo, está en tu mano buscar información, preguntar y asesorarte con el experto o profesional que corresponda.
  • No dispones de tiempo hasta que reorganizas tus prioridades y la verdad es que en esto de la disponibilidad hay más voluntad que otra cosa. El tiempo se reestructura con mucha flexibilidad cuando algo nos merece la pena.
  • Claro que es difícil, por eso no te has puesto a ello antes, pero puedes buscar ayuda o plantearte un recorrido lento pero seguro.
  • Y, ¿qué quieres decir con que no eres capaz? Quizá no te sientes capaz de abrazar el resultado final en este preciso instante, pero eso no significa que no tengas la capacidad para ir sacando adelante, por separado, todas y cada una de las tareas que tu objetivo requiere.
  • En cuanto al dinero… También aquí puedes probar a priorizar gastos o, en este caso, conviene más llamarlo inversiones. Además nadie te pide que seas la mejor, solo que lo intentes, y para eso seguro que no hace falta un presupuesto tan abultado. Más adelante ya se verá.
  • Y, en relación a lo que te queda por delante, nadie duda de que será largo pero, ¿qué hay de todo lo que vas a experimentar por el camino? ¿Acaso eso no forma parte del objetivo?
Deberás ser flexible y adaptarte al cambio

Dirígete hacia tu objetivo
Te planteas alcanzar una meta y es normal que se entremezclen dos tipos de emociones: por un lado, la ilusión por la conquista el reto, por el otro, el miedo ante el abismo y la frustración por lo que aún no hemos conseguido. Con la ilusión nos quedamos, el miedo ya lo hemos desterrado y esa frustración has de saber que es el resultado de tus prisas y de algunas interpretaciones irracionales de la realidad. Queremos algo y lo queremos ya, como si mágicamente esto fuera posible. Vas a tener lo que quieres, sin duda, pero ahora mismo no puedes contemplarlo, solo imaginarlo. Lo que te espera ahora es toda una serie de pasos concatenados, una planificación estructurada paso a paso que, aunque no lo parezca, desembocará allá donde tú desees. Solo has de mantenerte en movimiento y velar porque ese guion que has establecido cuente con la suficiente flexibilidad como para que, según se vayan sucediendo las distintas etapas, te puedas ir supervisando y haciendo las adaptaciones que sean necesarias.

Valora tus logros
Porque el camino puede ser largo y empedrado. Pueden (y deben) surgir multitud de imprevistos que te hagan pararte a analizar y resolver, que te conduzcan a lugares antes inimaginados, que te lleven incluso a cambiar de rumbo, pero todos y cada uno de los pasos que vas dando tienen valor en sí mismos. Cada una de las realidades a las que te vas enfrentando representa la materialización de tus esfuerzos, y solo por eso ya merece la pena que te detengas a apreciarlas. No, lo que tienes ante ti no es exactamente lo que deseabas, a lo mejor todavía ni se le parece, pero es la prueba fehaciente de que ya has superado la peor parte porque, pase lo que pase, ya estás en camino. Esta eres tú, en estado puro. Haciendo, al fin, lo que tanto deseabas.

El final del camino, seguro que merece la pena

¿Y al llegar al final…? ¡Permítete disfrutar!
Es muy posible que las cosas no hayan salido milimétricamente idénticas al modo en que tú las habías imaginado. ¡Quizá porque son aún mejores! En general toda realidad que hayas conseguido crear es mejor que el ideal inicial. No es tan sumamente perfecta, seguro, pero es tuya, te la has trabajado tú, es el fruto más tangible de tu esfuerzo. Importa lo que has conseguido pero, sobre todo, importa cómo lo has logrado. Las habilidades desplegadas y adquiridas a lo largo del camino lo demuestran: venciste miedos y prejuicios, te superaste a ti misma, saliste de la ensoñación, abandonaste aquel discurso victimista que te anclaba a una vida que jamás podrías experimentar sin anhelo.

Siguiendo una expresión que ahora está muy de moda, te atreviste a salir de tu zona de confort. En el fondo, tú y yo sabemos que has hecho mucho más que eso: has cambiado el guion de tu vida y transformado para siempre la manera en la que te concibes a ti misma.

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