Nesting, beneficios del placer de no hacer nada
Practicar el nesting se ha convertido en salud, porque perder el tiempo puede llegar a ser una de las cosas más inspiradoras del mundo.
El placer del ‘Il dolce far niente’ está de moda. Dicho de otro modo, el hacer del elogio del hastío comienza a ser una práctica que cada vez tiene más adeptos, alejándose del estrés, el movimiento y la acción verbal. En este puente de Todos los Santos o de Halloween, porque ya muchos lo conocen así, a la pregunta de: «¿Qué vas a hacer estos días?» algunos puede que hayan respondido con gusto: «Nada, me pienso quedar en casa y no salir para nada”. Ellos no son raros sino practicantes de lo que ya se conoce como (nuevamente un anglicismo), Nesting.
No salir y disfrutar de la casa es un placer tan terapéutico que los expertos hablan de beneficios tan saludables como dormir mejor, reduce la ansiedad o el estrés. Conectar con uno mismo y crear un universo propio en tu hogar es una terapia restauradora de todo mal. Existe mucha diversidad en la práctica que puede ir desde cocinar nuevas recetas o tu plato preferido, plantar plantas, podarlas o cuidar de tu huerto urbano, escuchar tu música favorita, leer esa novela que tienes por terminar, darte un baño con sales, prepararte un té o tirarte al sofá a ver esa serie a la que le tienes ganas…
Y podría seguir con la lista de planes que ofrece el nesting y que restaura sin demasiado esfuerzo el necesario equilibrio entre el Out y el In, el fuera y dentro que tanto debemos cuidar. Un retiro de la vida social para saber cómo nos encontramos, qué sentimos y darnos el mimo hacia nosotros es cada vez más necesario. El placer de no hacer nada, como reza la expresión italiana, es un potente regenerador para el cerebro ya que lo potencia y lo desarrolla todavía más, según lo expertos.
De hecho, cuentan que Newton dio con la teoría de la gravedad cuando se encontraba descansando bajo de un árbol y cayó una manzana. Lo opuesto, y que sufren muchos sin saberlo, es el llamado Síndrome del Hamster, para el que lo importante es estar siempre en acción y no detenerse ni un minuto a pesar de no llegar a ningún lado o tener un objetivo concreto. Son dinamitadores del disfrute, porque en seguida necesitan un nuevo objetivo o aspecto en el que centrarse.
El nesting nos desacelera, nos conecta y sobre todo permite a nuestro cerebro hacer algo que se ha convertido en la golosina no permitida: divagar, perderse en pensamientos sin rumbo fijo y, por consiguiente, ponerse creativo sin tener que recopilar información, datos o poner atención en el funcionamiento de una nueva app. Volver a ser niños y sucumbir al placer de remolonear en la cama, de pasarnos todo un día en pijama sin atender ninguna llamada o mirar ningún mail.
Practicar el nesting se ha convertido en salud, porque perder el tiempo puede llegar a ser una de las cosas más inspiradoras del mundo. Simplemente no hacer y dejar que la vida pase disfrutando sin otro objetivo que el descanso, el desconectarse. Un modo de hibernar para sanar, crear y disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrecen la ansiada felicidad.