Cosas buenas que tiene que tus hijos se disfracen

Con el carnaval los disfraces invaden calles y colegios. Descubre por qué el disfraz cumple un buen papel en el desarrollo psicológico y social del niño.

Patricia Peyró. 05/03/2019

En carnaval se presenta la primera ocasión oficial del año para disfrazarse, y aunque tiene mayor tradición en unas zonas geográficas que en otras, casi todos los colegios organizan actividades que invitan a los niños a hacerlo, generalmente en grupos. El resultado es un divertido despliegue de color a través de marchas, desfiles y niños disfrazados colectivamente de una misma cosa o personaje.

El disfraz cumple, pues, en el caso del carnaval, el doble propósito del cambio de identidad y del sentido de pertenencia a un grupo. Pero no son solo estos los beneficios de disfrazarse para los niños. La costumbre de disfrazarse tiene un componente cultural y social muy importante, en algunos casos históricamente vinculada a la religión, como sucede con el carnaval. Este marca el inicio de la Cuaresma cuando termina con el simbólico “Entierro de la Sardina”. En nuestros días, sin embargo, la religión es lo de menos.

A casi todos los niños les encanta disfrazarse y comienzan a hacerlo desde que son muy pequeños

El disfraz, no solo en Halloween o en Carnaval

Ejemplo de ello es Halloween, una fiesta pagana heredada del continente americano y que ya hemos adoptado como propia. Otro ejemplo es la cantidad de disfraces que tienen algunos niños y el uso frecuente que le dan en sus juegos, especialmente cuando vienen amiguitos a casa a jugar. Si sois de los que tenéis en casa un “baúl de los disfraces” o todo un espacio destinado en el armario para ellos, sabed que albergáis también un montón de tesoros favorables para su formación y desarrollo cognitivo, emocional y social.

La realidad es que los padres jugamos un papel importante, potenciándolo o dejándolo de lado como una actividad lúdica no supeditada exclusivamente al Carnaval o a Halloween. Los disfraces suponen, en sí mismos, unos elementos de juego con los que podrán desarrollar un montón de habilidades, comenzando por la imaginación. Aunque a unos pocos niños no les guste disfrazarse porque se sientan incómodos o ridículos – y en ese caso es mejor no forzarlos-, cuando sí les guste, el disfraz será un elemento que dé mucho juego en su educación.

Cuando los niños se disfrazan y juegan simbolizan tanto sus ansiedades y miedos como la forma en que creen que podría resolverlos

Algunos de los beneficios del disfraz

  • Creatividad e imaginación: Los niños más pequeños seguramente necesiten nuestra ayuda, pero su creatividad e imaginación se verán especialmente desarrolladas si el niño se implica personalmente en la selección y creación del disfraz. Esto supondrá habilidades memorísticas y cognitivas que comenzarán con la investigación del personaje a quien se quiere emular con el disfraz. Entre otros procesos desarrollarán la atención y la capacidad para solucionar los problemas relacionados con construir cada uno de los elementos del disfraz.
  • Desarrollo de las habilidades motoras: Al margen de que hayan podido ellos mismos hacerse el disfraz o “algún apaño” que ya haya precisado de un uso de su motricidad fina, el mismo hecho de vestirse y ponerse el disfraz con sus botones, cremalleras o lazos, y ayudarse entre ellos a vestirse, supondrá una prueba más de precisión muy beneficiosa. Junto con el ejercicio implicado en el propio juego del personaje (saltar como Spiderman, bailar y cantar como los personajes de Frozen, o hacer un duelo entre espadachines), resultará todo en un buen entrenamiento de su psicomotricidad.
Los disfraces colectivos otorgan seguridad y sentido de pertenencia a un grupo
  • Dramatización: Ponerse un disfraz va acompañado siempre de la teatralidad implicada en la adopción del rol que queremos imitar. Y así será también para los niños, que aplicarán el teatro para conseguir reforzar a su personaje, en un nuevo ejercicio de memoria e imitación de lo que han visto y oído. Con la dramatización, además, el niño verá reforzada su capacidad de expresión tanto verbal como no verbal, aumentando también la seguridad en sí mismo y fomentándose su interacción con otros niños.
  • Proyección de problemas y soluciones: Si uno es el doctor, otro será el paciente, cuando no sean papás y mamás con hijos o mascotas. Cuando los niños se disfrazan, después plantearán tramas asociadas a los personajes elegidos y que se desarrollarán en forma de juego. Puede ser muy interesante, pues, observarles jugando o preguntarles después qué pasaba en la historia, quién hacía qué, cómo lo hacía y cómo se sentía el personaje y los demás en relación con él. Hacerlo nos dará pistas de la forma en que proyectan los problemas que observan a su alrededor y sus recursos para solucionarlo. También será posible detectar a los niños más líderes, dominantes y sumisos, en base al disfraz o rol que elijan.
  • Empatía y sentido de pertenencia: En relación con lo anterior el niño desarrollará empatía y adhesión a roles implicados con la ayuda a los demás. Cuando se trate de disfraces colectivos o de alguna actuación en grupo, se acentuará el sentido de pertenencia a su grupo de iguales, algo fundamental en el desarrollo de su personalidad, al dotarles de seguridad para poderse expresar, evitando así las fobias sociales y el miedo a la evaluación.
Los disfraces permiten explorar e intercambiar los roles e identidad de género

Disfrazarse del otro sexo

En nuestra sociedad impera actualmente el valor de la tolerancia y la diversidad, y esto incluye el respeto por la identidad de género, referida no al sexo biológico, sino al sentido de pertenencia personal y subjetivo respecto a uno u otro sexo. En ocasiones no existe correspondencia entre el género biológico y la identidad de género, manifestándose este hecho habitualmente desde la infancia. Aunque esto, lógicamente, pueda mostrarse a través de los disfraces aprovechando el hecho de ser una ocasión socialmente aceptable para hacerlo, no quiere decir que el niño que se disfrace de niña (o al revés) se sienta del otro sexo.

Con los disfraces del carnaval y los teatrillos implicados en las fiestas o juegos con caracterización de personajes se exploran los diferentes roles de género, habitualmente tipificados en personajes de cuento o de películas, como superhéroes o princesas. Sin embargo, es una ocasión que los niños aprovechan a veces para cambiar su rol de género, sin que ello los convierta en necesariamente raros, transgénero o incluso gays, como podría pensar alguna mente obtusa. Así, a veces una niña querrá ser un niño, o un niño querrá vestirse de princesa. Estos comportamientos son normales y no deben juzgarse negativamente.

Si al niño no le gusta ir disfrazado por la calle o al colegio no debemos obligarlo porque sería como “mandarlo a los leones”. Mejor elegir un disfraz más discreto o neutro

¿Por qué no debemos obligar a un niño a disfrazarse?

Si bien el disfraz tiene mucho de positivo, sus bondades pueden verse anuladas en algunos casos, ya que hay niños que rechazan categóricamente ponerse un disfraz y mostrarse públicamente con él. Las razones pueden ser varias, pero habitualmente obedece a que sean niños con un acusado sentido del ridículo o por simple falta de interés. En estas ocasiones los padres no debemos obligarlos a disfrazarse, salvo que sea obligatorio y suponga una afrenta o falta de consideración para los demás niños, como pudiera ser en el caso de una representación.

Podrá ser conveniente, sin embargo, abundar en las razones de este rechazo. Y, desde luego, lo que siempre debemos inculcar desde casa en estos casos es el respeto por el entusiasmo de los demás niños, e intentar “reconducir” el episodio del disfraz hacia opciones más discretas y que no le hagan sentir incómodo. Tengamos en cuenta que si le obligamos a disfrazarse en un contexto social y él se siente ridículo, aunque no lo esté, se mostrará inseguro o retraído y podrá afectar a su autoestima y relación con los demás niños. El sentido común y la flexibilidad de unos padres que conocen a su hijo sin duda serán capaces de resolver esta situación.

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