#CloseTo Asier Etxeandía: «No soporto tener miedo y lo tengo todo el rato»
Dice que es inseguro pero a la vez da el todo por el todo con cada personaje. Asier Etxeandía se ha puesto a las órdenes de Pedro Almodóvar para conquistarnos una vez más.
Nos encontramos en el despacho de Pedro Almodóvar, en ‘El Deseo’. Un lugar que es pura historia de nuestro cine. Estaba en mi lista de asignaturas pendientes el tener con él una entrevista tranquila. Y esta lo fue. Asier Etxeandía tiene la habilidad de crearte adicción. Admiro el descomunal talento que tiene y la versatilidad con la que se transforma en personajes antagónicos. En ‘Dolor y Gloria‘ es Alberto, un actor que no sé si tiene mucho que ver con él. Se confiesa vulnerable ante la inseguridad y reconoce que nunca quiso ser anónimo…
The Luxonomist: ¿Estamos en “modo Alberto” o cuesta volver a traerlo a tu vida en una promoción?
Asier Etxeandía: Ya no estoy en “modo Alberto”, pero es innegable que se ha quedado dentro. Ocurre con él lo mismo que con todos los personajes que haces. En todos sacas algo de ti que se queda para siempre. Es lo que tenemos los actores. Hay algo que te ayuda a desarrollar una inteligencia emocional que, en otros casos, no puedes tener esa oportunidad. Te metes en pieles y formas de ver la vida que, de repente, te sorprenden a ti mismo.
TL: ¡Menuda revolución debes tener tú entonces!
AE: Sí, claro. El trabajo del actor es saber gestionar esa revolución que dices y que no te vuelva loco (risas). Por eso, muchas veces estamos muy pa´llá.
TL: ¿Te llama Almodóvar y lo dejas todo?
AE: Yo no dejo todo por nadie. A mí no me llama Pedro. Es más, me llaman para hacer el casting porque Almodóvar no me veía en el personaje, no me quería. Hice la prueba, le mandaron el video por casualidad y me hicieron otras 6/7 pruebas. Estaba muy emocionado con la idea porque le admiro muchísimo, he visto todas sus películas varias veces y, aparte de mi historia, imagínate lo que es para mí estar aquí, en su despacho, es pura historia. Las últimas pruebas las hice aquí frente a él. Lo que me ocurrió de verdad es que me enamoré perdidamente del personaje de Alberto y del guion desde la primera vez que lo leí. Supe perfectamente que era yo, que tenía que interpretarlo, que la vida rimaba y que, de alguna forma, tenía que ser mío. Ahí sí que lo dejo todo. Cuando llega un momento en el que los astros se juntan para decir «esto es para ti» y la información es clara, entonces sí lo dejas todo y pones el alma.
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Estreno #DolorYGloria . #Repost @javiginer ・・・ Él y ellxs, la razón de todo. Viva #DolorYGloria ♥️
TL: ¿Qué es lo que se te ha quedado dentro de Alberto y qué le ha succionado a Asier?
AE: Me ha dejado una especie de soledad que no duele, porque Alberto está solo, muy solo, pero está bien. Es coherente consigo mismo. Es un caradura, un Peter Pan eterno, un actor que ha sacrificado su éxito por el placer. Es un tío que, aunque es valorado por el resto de la sociedad como un yonki, en realidad es un héroe, porque cuando quiere enfrentarse a su trabajo, decide parar de meterse heroína y pasa el mono, que es una de las mayores torturas que existen en el mundo. Eso le crea una fortaleza muy grande y una madurez muy coherente. Lo que más me ha enamorado del personaje es cómo alguien a quien criticar, al final, lo admiras profundamente.
TL: ¿Alberto se quedaba en el camerino?
AE: ¡Qué va! Soy de los que me llevo siempre el personaje a casa. Eso me ha hecho sufrir mucho, pero también he disfrutado mucho. A partes iguales.
TL: ¿Has conseguido ese equilibrio?
AE: Sí. Creo sinceramente, en mi caso al menos, que si no me dejo el alma y no me importa que se me vaya la vida en ello, no sé hacerlo. No me funciona y no soy bueno. Es mejor no dedicarse a esto si no te vacías y te dejas el alma. Hay gente que es muy técnica y puede desconectar, pero yo creo que todos los actores están deseando implicarse. Yo soy bastante flipao y necesito encontrarme con eso de manera tan personal. Creo que es bueno.
TL: ¿Eres consciente que, aparte de las restantes magníficas interpretaciones, solo por tu monólogo merece la pena ver la película y, si me apuras, llevarse un premio?
AE: ¿De verdad? ¿En serio? Muchas gracias ¡Ay, Dios mío! (silencio y se emociona). Muchísimas gracias, de corazón.
TL: ¿Cómo ha sido la travesía de ‘Dolor y Gloria’?
AE: Al principio, en los ensayos, tuve mucho miedo porque quería estar a la altura de la historia. Un personaje muy difícil, una historia muy personal y había que estar muy implicado en contar esto bien ¿sabes?, porque no es una película sin más, casi estás contando un “alter ego” de Pedro. Es alguien vivo, que está ahí, que cuenta su historia y tú eres como un engranaje más de esa historia en la que los círculos se tienen que cerrar. Eso me creó un poquito de presión y me daba miedo no acertar, no llegar a la emoción.
TL: ¿Eres inseguro?
AE: Sí, muchísimo. Terriblemente inseguro, sí. Y, como lo sé, luego soy muy seguro por eso, me como el mundo.
TL: ¡Qué contrasentido ¿no?!
AE: Bueno… estoy lleno de contradicciones todo el rato, por eso no me gustan ni las etiquetas, ni los prejuicios, ni los catálogos…
TL: Es difícil etiquetarte, eres muy polivalente. ¿Qué crees que te hace distinto para que recurran a ti?
AE: No me he puesto a pensar en eso nunca, ¡fíjate! No lo sé. Yo creo que cada uno tiene un universo dentro y una tormenta muy gorda. Quizás yo la expongo (risas). No tengo miedo a exponerla, quizás porque tengo tanto miedo a que se me note que me da mucha rabia y la expongo. ¿Ves qué contradictorio soy? No soporto tener miedo y lo tengo todo el rato. Cuando algo me da muchísima vergüenza, sé que tengo que hacerlo. Sé que ahí está todo el epicentro de mi esencia.
TL: Es una manera de vencer…
AE: Sí, totalmente. Y hay muchas cosas que no tengo vencidas todavía y me cago, pero ahí está todo. Creo que hay que pringarse y trabajar mucho.
TL: ¿Has aprendido ya a decir que no?
AE: Sí. He dicho que no a cosas muy grandes y muy maravillosas por elegir, precisamente. Por eso te digo que no dejo todo por nadie. Me considero un artista que interpreta, que canta. La música para mí es esencial. Me considero artista no porque crea que hago arte, sino porque es mi vida y estoy en busca de ello, investigo para ello y no me pongo barreras a la hora de poder contar historias, expresarme o exponerme. Cuando me escogieron para la película, después de todo ese proceso que te he contado, me puse a pensar cómo iba a encajar las fechas con los compromisos de ‘Mastodonte’, mi grupo de música (risas).
TL: ¿’Mastodonte’ es el plan A?
AE: Es mi vida, es el objetivo final de todo lo que me llevo preparando. Es mi disco, he encontrado a la persona con la que hago música, que es como si tuviera una pareja a la que le soy totalmente fiel y que nos debemos fidelidad, porque es el mejor músico y con el corazón más grande que me he encontrado. Me entiende y yo a él. Son mis canciones, años de trabajo. Nos hemos convertido en sello musical. No tengo una discográfica detrás, estoy canino. Todo el dinero que he ganado lo he invertido y no puedo abandonar este proyecto. Una de las cosas que he dejado de hacer por la música es no ir a Méjico, ganando un pastizal. Y me quedo aquí haciendo conciertos, que es para lo que he nacido.
TL: ¿Tienes la certeza de que te compensa?
AE: Por supuesto. Es lo que hago con las entrañas. Cantar es lo que me llena.
TL: ¿Te sientes más cantante que actor?
AE: Me siento artista. Cuando vivía en Bilbao, nunca tuve la intención de venir a Madrid. No la tengo ahora de ir a Hollywood, por ejemplo, aunque no desecho la idea de poder trabajar algún día con un gran director. Mi objetivo nunca ha sido “ser como” y eso que soy muy idólatra. Cuando me centro en un artista, le investigo, me leo sus cosas, le sigo, me obsesiono… pero siempre como gran inspiración, no para ser como él. Siempre he soñado con ser yo, poder entenderme a mí mismo, ser cada día más coherente y poder desarrollar todo lo que llevo dentro. Y eso se puede hacer en cualquier lado.
TL: ¿Te recuerdas un niño feliz?
AE: No, no era un niño feliz. Ahora, con la perspectiva del tiempo, recuerdo momentos más felices con mi madre, que ya no está. Cuando murió para mí fue un momento decisivo como ser humano, como artista y como todo, pero no fui feliz. Me aburría, sacaba todos suspensos, me pegaban, no tenía casi amigos. Empecé a ser muy feliz en la adolescencia, cuando me fui de casa de mis padres y me puse a estudiar teatro. Viví en una casa okupada, sin un puto duro, pasando la gorra, con un hambre que me cagaba y, sin embargo, es de los momentos más felices que recuerdo en mi vida. Era muy libre.
TL: Los momentos duros suelen ser los que más enriquecen…
AE: En esa etapa descubrí que, realmente, mi camino era ese. Fue mi punto de inflexión, cuando decidí que lo mío era el teatro. Descubrí gente que flipaba igual que yo y lo maravilloso que era ensayar una obra, investigarla y sudar en una sala de ensayos. Eso me produce un placer brutal.
TL: ¿Sigues soñando con ese personaje “bombón”?
AE: Cada personaje que me llega, creo que es el más importante de mi vida en ese momento. Mi Alberto, en ‘Dolor y Gloria’ ha sido el regalo más grande de mi vida hasta ahora. Bueno, el regalo más grande en este momento es ‘Mastodonte’ (risas). He tenido grandísimos personajes y he pasado por procesos inmensos. He sido Dante, el padre de Hamlet, Lupita en ‘La puerta abierta’… He podido tocar personajes que, en ese momento, eran lo más.
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TL: Y, sin embargo, tuvo que llegar Raúl de la Riva en ‘Velvet’ para una mayor exposición mediática…
AE: Lo que pasó es que esa serie la vio todo el mundo. Raúl de la Riva fue algo que disfruté mucho porque me reía muchísimo interpretándolo, porque me dejaban hacer lo que me daba la gana. Y creé el personaje desde un sitio en el que había caricatura, de mí mismo en otros momentos, de cosas que yo había visto en la moda. A mí el ego me hace mucha gracia y Raúl de la Riva lo tiene inmenso.
TL: ¿El actor debe tener ego o vanidad?
AE: La vanidad no es buena. El ego es un caballo muy grande que hay que saber manejar. En momentos, te ayuda. Si no tienes ego, no eres actor porque no tienes la necesidad de exponerte, ni de que te vean. Si somos honestos, el fondo de todo, el epicentro de por qué lo haces, es para que te quieran. Muchos no se atreverán a decirlo porque les da vergüenza, pero es la realidad. Todos queremos que nos valoren, que nos quieran, que nos admiren, que vean lo mejor de nosotros, hacer flipar a la gente, hacerla viajar. Es algo precioso porque llega un momento en el que el ego desaparece porque, te muestras tanto, que lo que consigues es alejarte de ti y te ofreces al otro, lo que convierte eso en un grandísimo acto de generosidad. Al final, solo existe el espectador para ti y tú te alivias del ego, desapareces de ti. Y esa es una terapia maravillosa.
TL: ¿Estás preparado para el halago?
AE: Necesito saber que lo que hago gusta y funciona, que flipas y te emocionas, pero no reacciono muy bien cuando me lo dicen porque no lo sé encajar. Lo has comprobado cuando me has alabado por mi monólogo. Me he emocionado. Gestiono mal el halago.
TL: ¿Y la crítica?
AE: Me toca las pelotas. Me da igual la puta crítica ¡Hazlo tú! Nunca la he entendido ¿Para qué sirven? ¿Para que vaya o no la gente al cine? Si te pones técnico para encontrar los errores, seguro que vas a encontrar todo lo malo. Es como si te enamoras de alguien. Es bajito, poco agraciado y tiene mal carácter, pero te gusta. La verdad es que yo no he tenido muy malas críticas en mi vida, he tenido suerte porque casi todo lo que he hecho ha gustado, pero cuando lo oigo de otros compañeros ¡me da una puta rabia! Por eso digo «¡Hazlo tú! Y cállate» porque, por ese motivo, en este país no puede despuntar nadie. Somos una panda de envidiosos. A mí siempre me ha gustado el éxito ajeno, no tengo envidias.
TL: Eso es generosidad y, aunque lo niegues, seguridad en ti mismo…
AE: Yo tengo seguridad en que pongo el alma en ello, otra cosa es que tenga la inseguridad de si estoy acertando o no. Le doy muchas vueltas a las cosas, por eso no me atrevo a criticar lo que hace el de enfrente. Sé que los actores buscamos siempre la verdad en nuestras interpretaciones y sé el dolor que, a veces, eso conlleva. Por eso nunca cuestiono lo que otro hace. Me cuestiono yo.
TL: ¿Cómo convive un inseguro, entonces, en una profesión tan expuesta como esta?
AE: Trabajando y, si no encuentras trabajo, trabajando tú y explorando otras oportunidades, poniéndote contra las cuerdas todo el rato e inventándote cosas nuevas. Y, sobre todo, disfrutando mucho de la vida. Yo soy un gran disfrutón.
TL: ¿Serías de los que levantarías el teléfono para pedir trabajo?
AE: Un director levanta el teléfono y te quiere en una película porque le gustas mucho. ¿Por qué no puedo hacerlo yo también? A mí me da mucha rabia cuando tienes la sensación de que un director te está haciendo un favor porque trabajas con él. Cuando haces un casting, tú vienes a probar si vales para el personaje y si el texto funciona, pero también vas a ver cómo te sientes, si te ves en el reto y si quieres trabajar con ese director. Cuando he estado sin un duro, he dicho que no a cosas porque vi que iba a sufrir o porque no las entendía. He hecho cosas que no me han gustado y he procurado dignificarlas, pero nunca voy a hacer algo que me duela o no entienda porque no voy a poder defenderlo.
TL: Eres muy valiente…
AE: No lo creas. Sé lo que me dejo en el camino, el puto via crucis que me lleva preparar un personaje.
TL: ¿Cuánto de dolor y gloria hay en tu travesía vital?
AE: Yo creo que a niveles iguales. Creo mucho en la frase de “si no hay dolor, no hay gloria”. Es como que no puedes cantar un blues si no te han roto el corazón. Sabes de lo que hablas, la gloria la valoras mucho más y la vida se transforma. Cuando has tocado fondo, buscas lo sublime. Yo creo que he aprendido mucho del dolor.
TL: ¿Eres feliz siendo actor?
AE: Mucho. Me dan rabia algunas cosas que pasan en este país, pero no puedo evitarlas, ni me voy a poner a hacer panfletos sobre ello ¿no? Me molesta cómo nos tratan y, sobre todo, la imagen que tienen de nosotros. Sales en televisión y te ven como un famoso simplemente. Yo soy un actor que trabajo mucho y me lo curro de verdad, estudio y sudo la camiseta. Y, sobre todo, llevo una vida de incertidumbre que quien te ve no conoce.
TL: ¿Ese niño de Bilbao, que no soñaba con venir a Madrid, se reconocería en el hombre en el que te has convertido?
AE: Sí (risas), porque me visualizado así desde pequeño. Me emociona muchísimo poder decirle a ese niño “tranquilo, no sufras que pasará y lo vas a conseguir. No podrás hacer otra cosa y la vida te va a llevar a hacerlo”. Fliparía, pero desde los tres años, les decía a mis padres que iba a ser artista. Y ellos estaban muy preocupados (risas). Mi madre era una grandísima artista y mi padre adora la música. Los dos me han visto trabajar y eso es lo importante.
*Localización: Despacho de Pedro Almodóvar (El Deseo). *Próxima semana: Carmen Maura.