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Viengsay Valdés, un rayo de luz que acapara los sentidos

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En su habitual visita que cada dos años nos regala el Ballet Nacional de Cuba, esta vez nos ha traído hasta el Teatro Tívoli de Barcelona una doble programa que se exhibirá en dos partes. En esta primera que finaliza el domingo se podrá ver «El lago de los cisnes», y en la segunda, que tendrá lugar la próxima semana ofrecerán «La cenicienta», desde el miércoles hasta el domingo.

Y para completar la magia nos ofrecieron una «performance» extraordinaria, la aparición de Viengsay Valdés, subdirectora artística del ballet que sigue al mando de la incombustible y casi centenaria leyenda Alicia Alonso. Valdés interpretó el doble papel de Odile y Odette en la obra de Chaikovski solamente el día de la función inaugural que resultó extraordinaria en todos los sentidos. La sola aparición de Valdés en escena es como un rayo de luz que acapara todos los sentidos, así lo vivió la audiencia sumida en un silencio memorable que se soltaba al final de cada una de sus apariciones y con la platea puesta en pie al final de la función.

Viengsay Valdés interpretó el doble papel de Odile y Odette en la obra de Chaikovski (Fotos: Josep Guindo)

Con un vestuario de Francis Montesinos, el «lago» ha sido objeto de infinidad de versiones desde su estreno, dando a pie a intercambio de escenas, situaciones y acotaciones más o menos en función de la exigencia del respetable. La versión que nos llega desde Cuba viene firmada por la propia Alicia Alonso y es la más bucólica de las que recordamos hace visto.

Desde los decorados al aire libre, una suerte de idílico Camelot hasta el tuneado final, más feliz que nunca, con los cisnes coronados y el amor triunfando entre el príncipe y su Odile/Odette, cosa que no suele suceder en otros montajes donde la tragedia marca su impronta y señala un más que dramático desenlace.

La versión que nos llega desde Cuba viene firmada por la propia Alicia Alonso (Fotos: Josep Guindo)

Son tres actos y un cuadro, sin duda una de las realizaciones más completas del ballet, en el que por supuesto tiene cabida el imprescindible paso a cuatro, firmado por Marius Petipa, de obligada ovación. Una puesta en escena impecable dio lugar al lucimiento de una compañía de estrellas por la que desfilaron infinidad de bailarines, todos de reconocido prestigio y que fueron saludados con largas tandas de aplausos. Todo el conjunto demuestra disciplina inquietante, un rigor a prueba de exigentes y un concepto de la estética en grado sumo.

Todo el conjunto demuestra disciplina inquietante (Fotos: Josep Guindo)

No lo decimos por la ya citada Viengsay Valdés, una estrella reconocida en el mundo, cuya seguridad y aplomo marca sus solos y la participación en pareja, en ese día inaugural en la figura de Dani Hernández, un «príncipe Sigfried» a prueba de compartir palco con Valdés y salir reforzado. Es un personaje que baila relativamente poco, si se tiene en cuenta la extensión de la función, pero Hernández es «el príncipe» por identidad propia: pureza de gestos, rigor presencial y elegante estilismo, de modo que si la bailarina ya es una estrella, su pareja brilla a su misma altura.

Viengsay Valdés es una estrella dentro del firmamento del ballet

Por su parte, las apariciones de Valdés son espectaculares y bien diferenciadas. El cisne blanco es sensibilidad, aleteo de plumas, fragilidad, dulzura, mientras que el negro es furia, rencor y rescoldos de maldad. Viengsay es tan buena y tan perfecta que se permite trabajar sus personajes desde una dramaturgia paralela. Compone movimientos a la vez que interpreta el sentimiento de esta doble sensibilidad, según el hechizo la libere del poder del brujo o baile bajo su influencia.

Pero todo elogio es poco para una compañía que brilla en su conjunto tanto como en los números solistas, donde la perfección es norma habitual. Poco o ningún defecto se aprecia en el grupo donde brilla con luz propia la presencia de los cisnes, una imagen casi mágica elaborada con angelical sensibilidad: sus apariciones corales son dignas de recordar por la simetría de sus composiciones y la realización de las danzas. Una nueva visita la del Ballet Nacional de Cuba a agradecer por su nitidez, profesionalidad, técnica y rigor, algo a lo que nos tiene acostumbrados la compañía.

*Foto principal: Josep Guindo

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