La pista de esquí más ecológica del mundo está en Copenhague
La capital danesa ha abierto las puertas de una atracción turístico deportiva: una pista de esquí sobre un edificio industrial que genera energía destruyendo residuos.
Desde el pasado cuatro de octubre los daneses disfrutan de un singular circuito deportivo, no tanto por su naturaleza, como por su ubicación: dado que forma parte de un edificio industrial, esto sí que es aprovechar los usos urbanísticos… La situación no podía ser más idílica, una forma de fomentar el culto al cuerpo de forma natural y responsable con el medio ambiente, dado que, para más inri, el circuito deportivo no está sobre una industria cualquiera, no, se ubica sobre una planta que genera energía a través de la destrucción de residuos.
Nuestros amigos daneses de BIG, conocidos en ciertas esferas como Bjarke Ingels, nos han deslumbrado antes con su obsesión por las pistas de esquí, así que no nos sorprende que hayan sido ellos los encargados de diseñar esta maravillosa planta de energía llamada Amager Bakke o CopenHill (más comercial). Una central energética que nace como parte del objetivo de Copenhague de convertirse en una ciudad con cero generación de carbono en 2025 (ya les queda poco). Para ello cuenta con 41.000 metros cuadrados destinados a la incineración de residuos, ahí es nada.
La planta energética Amager Bakke produce energía limpia gracias al tratamiento y conversión de residuos
La empresa Amager Ressourcecenter (ARC) es la encargada del tratamiento y conversión de residuos a energía. Esta se encargó de poner los medios necesarios para que la planta pudiera abrirse el pasado 2017. En ella planta se han integrado los últimos avances tecnológicos, como el moderno incinerador de residuos que está activo durante las 24 horas del día. Los hornos convierten 440.000 toneladas de desechos anuales para generar energía limpia, con la que se suministra a unos 150.000 hogares, electricidad y calefacción.
Pero la moderna industria quiere más, y para ello, el edificio posee diez plantas de espacio administrativo, donde se integra un centro educativo de 600 metros cuadrados, en el que se realizan conferencias, visitas escolares y talleres sobre la sostenibilidad. Toda una declaración de intenciones que se complementa con la práctica, a través de las tres propuestas deportivas del inmueble: una pista de esquí, una ruta de senderismo y un muro de escalada (o rocódromo).
Además de la pista de esquí, el edificio dispone de un rocódromo y un ascensor panorámico con las mejores vistas de la ciudad
El edificio está diseñado de tal forma que su cubierta va en descenso, convirtiéndose en una gran rampa desde su cúspide hasta el nivel del suelo, generando unos 10.000 metros cuadrados de superficie verde y un extenso jardín (¿inclinado?) que permite ejercitar los músculos haciendo senderismo o patinaje. A nadie se le escapa que este es, además de un centro deportivo, un gran atractivo que ayudará, sin duda, a la economía de la zona con la mejor de las industrias: la turística.
La parte más alta de la nave posee dos elementos de gran importancia: una chimenea que, cada vez que se liberan 250 kilogramos de dióxido de carbono, expulsa un anillo de vapor (en forma de celebración) y un rocódromo de 85 metros de alto (lo mismo que el edificio), que hará las delicias de los aficionados a este deporte, ya que, según los arquitectos, se trata del muro de escalada artificial más alto del mundo. En esa misma zona del edificio se instala un ascensor panorámico por el que los usuarios pueden disfrutar de las vistas más generosas de esta parte del Copenhague.
El edificio dispone también de un restaurante en la planta baja y una cafetería en la cubierta
La fachada de CopenHill simula una red de maceteros de aluminio, de dimensiones que alcanzan los 1,2 metros de alto por 3,3 metros de ancho (construidos por la empresa Lüchinger + Meyer), apilados de forma zigzagueante, proporcionando espacio para las ventanas que dan luz a los despachos y al centro de producción. Los expertos en arquitectura paisajística, SLA Architects, han desarrollado los casi 10.000 metros cuadrados de techo verde, que se recorren por un camino de 490 metros de largo, que incluye árboles y senderos sinuosos. Además, la cubierta vegetal absorbe calor, elimina partículas nocivas en el aire y aprovecha las aguas pluviales.
La planta industrial se encuentra en un lugar privilegiado, dado que se ubica a tan sólo 12 minutos en coche desde el aeropuerto, y a 15 del centro de la capital danesa, es decir, nada de problemas para acercarnos a visitar este hito arquitectónico. Por supuesto, el centro posee un restaurante en la planta baja y una cafetería en la cubierta, con una vistas inmejorables, así que si no eres aficionado a los deportes, siempre podrás subir a disfrutar del entorno y las vistas espectaculares del horizonte de Copenhague, de Suecia y el mar Báltico.
La planta industrial es todo un ejemplo de sostenibilidad y eficiencia energética
La empresa de ingeniería Rambøll, otra cooperadora necesaria en el proyecto, nos explica que Amager Bakke está superando los límites para la optimización de recursos, alcanzando una eficiencia energética del 107% (woow). La planta produce energía con dos propósitos distintos: el calentamiento de agua para las redes de calefacción urbana y la generación de electricidad para el consumo de las viviendas. Además, alrededor de un 20% de los residuos que tratan se utilizan para la construcción de carreteras.
La nave industrial, cuyo diseño data del año 2011, cuando BIG ganó el concurso de arquitectura, y cuya construcción comenzó en 2013, para finalizar en el año 2016, ha costado unos 610 millones de euros. Si te animas a visitarla, debes saber que CopenHill cobra 30 euros por cada hora en las pistas, con el seguro obligatorio incluido. Por otro lado, los senderos son gratuitos, siempre que el inmueble esté abierto al público. La carrera por saber quién protege más al medio ambiente nos está dejando impresionantes recursos arquitectónicos que son, tal vez, los referentes del camino a seguir.