Todos los secretos de Sandringham, el retiro navideño de Isabel II

Isabel II tiene en Sandringham un retiro muy especial, unido a su familia a lo largo de la historia.

Iván Perlado. 17/12/2021
(Foto: Gtres)

Isabel II tiene en Sandringham su retiro favorito para descansar en Navidad. Situada en el condado de Norfolk, a unos 160 kilómetros al norte de Londres, sus terrenos se extienden en la actualidad hasta ocupar cerca de 10.000 hectáreas. La propiedad dispone de sus propios establos y funciona como una granja. Se estima que unas doscientas personas trabajan a diario allí. Ocho arrendatarios gestionan además unas 4.000 hectáreas de terreno cercano en las que ovejas y vacas se mezclan con caballos e incluso sementales de pura sangre.

Los jardines se pueden visitar desde principios del siglo XX. En estas fechas además se instala un espectáculo de luces nocturnas que se convierte en uno de los destinos navideños más visitados. La vivienda se puede visitar desde 1977 por decisión de  la propia Isabel II. En el entorno de Sandringham hay propiedades que pertenecen a la familia que pueden alquilarse anualmente. Un lugar en sí está repleto de historia y muy cerca hay restos de una villa romana, en Appleton Farm.

(Foto: Sandringhamestate.com)
La casa mantiene el mismo encanto que tras su primera reforma (Foto: Sandringhamestate.com)

Historia de Sandringham

Los primeros registros de la zona datan de finales del siglo XI. Y no es hasta 1296 cuando se fechan las primeras evidencias de la casa original. Se trata de tierras de labranza que pasaron de mano en mano, principalmente entre dos familias de nobles, los Cobbes y los Hostes.

En la segunda mitad del siglo XVIII, Cornish Henley, cuya esposa era miembro de la familia Hoste, mandó construir una sencilla casa de estructura georgiana pero no la llegó a ver terminada. Murió antes de que se completara la casa y su hijo finalmente la vendió a un vecino, John Motteux. 

Sandringham

La casa posee numerosas estancias y se puede visitar (Foto: Sandringhamestate.com)

La propiedad pasó a manos de la familia real a finales del siglo XIX

No es hasta la primavera de 1862 cuando la casa y su finca, originalmente de unas 2.800 hectáreas, llega a manos de la familia real. Sandringham House es adquirida por la Reina Victoria y el Príncipe Alberto para que su hijo, Albert Edward (Eduardo VII), el Príncipe de Gales, comenzara con 21 años una nueva vida lejos del cómodo palacio. Su residencia principal iba a ser Marlborough House en Londres, pero se consideró que también debería tener una casa privada lejos de la ciudad. Sobre todo para poder escapar allí cuando el deber lo permitiera y disfrutar de los beneficios de una vida de campo saludable.

La prematura muerte del Príncipe Alberto estuvo a punto de truncar la compra. Porque Sandringham era una de las muchas propiedades de campo que la familia tenía previsto inspeccionar. Tras las exequias, la Reina Victoria decidió seguir adelante con los deseos de su marido antes de fallecer y el joven Príncipe de Gales finalmente visitó Sandringham. Le convenció y entró a formar parte de la historia de la familia.

Sandringham (Foto: Gtres)
El bautizo de la pequeña Charlotte quedó retratado en uno de los salones de la casa (Foto: Gtres)

Un lugar muy querido por la Familia Real Británica

Tras una reforma, el príncipe se mudó a ella con su nueva esposa, la princesa Alexandra de Dinamarca, tres semanas después de su matrimonio en 1863. Pero con el paso del tiempo, la vivienda original se quedó pequeña. Fue demolida para dar paso a una nueva casa que diseñó AJ Humbert y construyeron los hermanos Goggs, de la cercana localidad de Swaffham. La casa principal se completó en 1870. Once años después se le añadió un salón de baile y antes de llegar al siglo XX un nuevo ala con alojamientos para huéspedes.

Eduardo VII fue muy feliz en ella y en su entorno. Ayudó a reconstruir numerosas propiedades cercanas y a mejorar accesos y jardines. Su hijo, el rey Jorge V heredó el cariño por la propiedad. «El lugar que amo más que en cualquier otro lugar del mundo», llegó a escribir. Y Jorge VI hizo lo propio, algo que trasladó a su hija.

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