Hubo un tiempo en que palabras como globalización o viral se usaban para casi todo. Muchos han comprendido ahora que lo de que algo se haga viral, viene de virus, que se extiende rápidamente como un virus. Y que la palabra globalización significa que algo se pueda encontrar en cualquier lugar del mundo. Desde que se anunció la primera muerte por coronavirus en China hasta que Wuhan quedara completamente cerrada tan solo pasaron doce días. Sin embargo, ha hecho falta más de un mes para que en España asumamos la magnitud de esta pandemia.
El 31 de enero nos dijeron que a nuestro país tan solo se llegaría como mucho a los 10 casos, y todos vivíamos pendientes de un turista alemán confinado en La Gomera. A finales de enero se decía que 190 muertos en un país con casi 2.000 millones de habitantes no era nada, y que solo el comunismo había matado a más de 150 millones de seres humanos, haciendo clara alusión a China. El 1 de febrero ya habían fallecido 259 chinos por coronavirus y tenían más de 11.000 infectados a una media de mil nuevos casos por día. Exactamente igual que ahora en España, pero ya les superamos con la cifra de muertes.
Cuando vi la rapidez en la que construían hospitales tuve claro que nos faltaban datos, que algo más gordo estaba pasando. Sin embargo, se sucedían los días, y a pesar de que Italia entraba en acción, aquí la calma era también contagiosa. Se cuestionó y acusó de exageración la cancelación del Mobile World Congress. El Gobierno animaba a quienes vinieran de zonas de riesgo a hacer vida normal.
Febrero avanzaba en su año bisiesto y finalizaba con 45 casos, 35 más que los previstos por Simón un mes antes. A medida que las muertes aumentan, dejan de importar las personas, que se transforman en números. Pero arrancaba marzo y los ciudadanos seguíamos aferrados a la comodidad que suponía creer a nuestros gobernantes. Ahora, nos imagino a todos aquellos días como en el baile del Titanic. Tan ingenuamente felices, seguros y tranquilos porque el coronavirus solo era un motivo original de meme.
Carmen Calvo dijo el 7 de marzo: «Nos va la vida en ello». Pero no, no se refería a quedarnos en casa, sino para que inundáramos las calles y gritáramos la supremacía femenina. Aquel día ya había 10 muertos y 430 infectados por coronavirus. El incremento de contagios era exponencial, pero también VOX celebró su Vistalegre ese fin de semana. España seguía en la inopia.
La semana pasada España y Francia iban a la par, siete días después, les hemos duplicado en infectados y, lo que es peor, en muertos. Ya hemos superado en contagiados a Corea del Sur, pero en muertos les superamos hace mucho tiempo.
El problema no es que nos contagiemos, la mayoría lo vamos a pasar como un malestar más. El problema es la rapidez de propagación del coronavirus, contagios masivos que consiguen aumentar el porcentaje de afectados graves y, por ende, de muertes. Afectados graves que ya han colapsado nuestros hospitales. Ese es el problema, ese era el dato que nos faltaba. Quizá también sigue faltando el dato de un posible complot económico, pero ese tema se lo dejo a los expertos.
Ahora siento malestar general solo de pensar que no fui capaz de entenderlo desde el mismo momento en que vi construir hospitales contra reloj. No me gusta echar la culpa a los demás y no es tiempo de lanzar balones fuera, pero me cuesta digerir que nuestro vicepresidente fuera el primero en saltarse una cuarentena más que recomendada, faltando al respeto de los ciudadanos a los que debe proteger. Hemos vivido en la ignorancia y el engaño, en incertidumbre y despreocupación. Estados del ser humano que pueden llevar a la muerte.
Quédate en casa, solo así conseguiremos bajar los picos de contagio. Es triste que hayamos tenido que llegar al Estado de Alarma para reaccionar, pero que nuestra mala praxis sirva de ejemplo a otros países que aún tienen pocos casos. España es un gran país, todos los afectados graves hallarán una sanidad gratuita, y de primera categoría, una de las mejores del mundo. Sin embargo, otros países no tendrán nuestra suerte. Demos gracias de vivir donde vivimos, a pesar de haber caído en el agujero y la tremenda recesión que nos espera, empujados por querer hacer caso a nuestros dirigentes. La brutal crisis económica que se nos avecina, ¿tendrá como consecuencias también el aumento de muertes por suicidio?
Pero no, no son ellos los culpables, lo somos nosotros por hacerles caso. Hemos pecado de confianza. Y si, que algo se haga viral viene de virus. Espero que ahora ellos, todos, presidente, vicepresidentes, consejeros, viceconsejeros, ministros, viceministros, diputados, vicediputados, senadores, vicesenadores, asesores, viceasesores, y, en definitiva, chupones y vicechupones, hagan otro Real Decreto para eliminar de una vez por todas y con carácter retroactivo sus pensiones vitalicias, dietas y demás prebendas. Sería todo un detalle para aliviar las arcas dañadas de nuestro estado de bienestar.
Y mientras estemos en casa no olvidemos a las personas maltratadas que ahora se encuentran recluidas con sus malhechores. La violencia doméstica va ser la cara más trágica del Estado de Alarma.
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