De dueño del golf, a dueño del mundo

Está a punto de cumplirse una semana desde que el mundo entero se estremeció por la elección de Donald J. Trump como el 45 presidente de los Estados Unidos de América. El irreverente magnate estadounidense rompió todos los pronósticos para convertirse en el hombre más importante del planeta, tras librar una dura batalla contra todo y contra todos. Un habitual a la polémica, al doble o nada, un adicto a sí mismo que, en los últimos años, ha desarrollado una gran industria en el deporte, logrando una espectacular cartera de campos de golf a lo largo de los cinco continentes. Un impresionante negocio que, junto a otros, le han convertido en uno de los hombres más ricos del mundo, catapultado al puesto de mayor poder del Universo.

Su relación con el deporte no iba más allá de los escarceos juveniles con el béisbol y el fútbol americano o la afinidad emocional con algunos equipos como Los Yankees o los Knicks de Nueva York, hasta que el hijo de inmigrantes alemanes (Fred) y escoceses (Mary) descubrió su pasión por el golf; pasión de jugador, con hándicap 4 suele codearse en torneos benéficos con los profesionales y sobre todo pasión de empresario, que le lleva a ser dueño de 18 campos de golf por todo el mundo y otros en proceso de construcción. Incluso en su espectacular mansión en Florida, en la exclusiva zona de Palm Beach y junto a playa privada, pistas de tenis y un balneario, la familia Trump cuenta con un campo de golf privado de 18 hoyos.

El nuevo presidente de Estados Unidos, con estrella en el Paseo de la fama de Hollywood, decidió en 2012 convertir el, hasta entonces «Blue Monster» del  Doral Golf de Miami en el Trump National Doral Miami; una inversión de 150 millones de dólares para, junto a cuatro campos de golf, levantar un lujoso resort de 700 habitaciones. A partir de ese instante la carrera por el control del mercado de la construcción y explotación de este deporte resultó imparable. En Los Ángeles, en Charlotte, en Nueva Jersey, en Puerto Rico, en México y hasta en el mismísimo The Bronx en Nueva York, en un campo situado a los pies del puente Whitestone, con espectaculares vistas de Manhattan o East River  y que diseñado por Jack Nicklaus lleva por nombre Trump Golf Course Ferry Point.

Pero junto al trabajo expansionista en América, Trump viajó a Europa para comprar dos campos históricos en Escocia, entre ellos el icónico Turnverry Resort, en Ayrshire, que albergó el abierto británico en cuatro ocasiones, fue testigo del famoso duelo al sol en 1977 entre Watson y Nicklaus y es considerado como uno de los mejores campos de golf del mundo; se interesó, en conversación que mantuvo con el golfista español Gonzalo Fernández Castaño, por la posibilidad de invertir en España y en la actualidad está en construcción un espectacular complejo de golf en los Emiratos Árabes Unidos, que será inaugurado el próximo año y que lleva por nombre Trump International golf club Dubai.

Los que practican con él dicen que le gusta jugar, le encanta ganar y que no duda en «hacer trampas« para lograr sus objetivos, una filosofía que choca con los valores tradicionales de este deporte, pero que Donald J. Trump convierte, como suele ser habitual en su vida, en sus propias normas. Es el nuevo presidente de EEUU, o la historia de cómo pasar de ser el dueño del golf a convertirse en el dueño del mundo.