Novak Djokovic empezó titubeante el Open de Australia. De hecho, una lesión previa al torneo puso en cuestión su participación y le hizo sufrir especialmente en los primeros días de la competición en enfrentamientos con rivales más débiles. Llegó incluso a perder un set -el único que cedería en todo el torneo- frente al francés Enzo Couacaud, número 155 del ranking ATP.
La segunda y definitiva semana fue un paseo militar para el serbio. Sirva como ejemplo que cedió solo 7 juegos en su partido de cuartos de final ante Andrei Rublev y perdió ochos ocho en la semifinal frente al estadounidense Tommy Paul. En este sentido hay que destacar la vuelta del tenis norteamericano a la primera línea de la élite, tras muchos años ausente, con brillantes jugadores como el propio Paul, Korda o el jovencísimo Ben Sheldon.
Y volviendo a Novak Djokovic, la final del domingo contra Stefanos Tsisipás la dominó el serbio con relativa facilidad. A pesar de tener el griego una bola de set a su favor en la segunda manga, Novak salió del trance con gran genialidad. Se impuso en tres sets dejando claro que ahora mismo hay un hueco muy grande entre su tenis y el de la nueva generación.
No obstante, habrá que esperar a la recuperación de la lesión de Carlos Alcaraz, actual número dos de la ATP, para ver si es capaz de ponerle las cosas complicadas a Djokovic. O confiar en que Rafa Nadal esté en buena condición física y mental para triunfar en el próximo Roland Garros, su torneo por antonomasia. Allí luchará por conseguir su título número 23, algo que también buscará Novak con ahínco.
A parte del comentado asunto de su lesión, Djokovic recibió varias críticas. En primer lugar por unas palabras suyas contra Rafa Nadal cuestionando el trato que reciben según qué tenistas lesionados. Además, recibió durante la competición varias instrucciones escritas en una botella de agua en una acción poco elegante. Si bien es cierto que los entrenadores desde hace unos meses ya pueden dar indicaciones a sus jugadores a distancia, no queda nada claro que puedan mandar mensajes escritos, algo que por otro lado apenas tiene influencia en el gran tenis que desarrolló el actual número uno del mundo.
Para complicar más la cosa, el padre del tenista serbio se fotografió con varios aficionados rusos tras el partido de cuartos de final con Rublev. Unas fotografías que mostraban la bandera rusa, prohibida en el recinto del torneo, junto con fotos del dictador Vladimir Putin y esa deplorable nueva esvástica rusa en forma de Z. La polémica se solucionó con las oportunas explicaciones y disculpas por parte de la familia Djokovic y la ausencia de su progenitor en los dos últimos partidos del torneo.
Durante el torneo también llamó mucho la atención la forma brusca y poco cortés que tuvo el serbio para dirigirse a su equipo las pocas veces que algo no le salía bien. Una cuestionable actitud que quedó saldada cuando, tras ganar el título australiano, se fundió en un abrazo con todo su equipo.
Fue como una liberación de la tensión de más de un año, pues recordemos que el serbio no pudo participar en el Open de Australia el año pasado por su muy cuestionable reticencia a vacunarse. Algo que le valió su deportación del país como si de un criminal se tratase tras un fallo más que evidente de la la organización del torneo. Algo que esta pudo evitar, simplemente, no convocando al jugador.
Una tensión acumulada de horas de sufrimiento y rehabilitación para salir adelante de su lesión y una alegría indescriptible tras haber ganado su décimo título en Australia. El que le coloca a un solo paso de ser el mejor tenista de la historia. Esperemos que nuestros tenistas Carlos Alcaraz y Rafa Nadal estén en óptimas condiciones en los próximos grandes torneos y lo impidan, para que semejante honor quede bajo bandera española. Complicada tarea.
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