Una crisis como la que estamos viviendo nos obliga a cambiar hábitos de consumo y de costumbres. Estos cambios son los que hacen girar la economía y proporcionan ingresos a pequeñas empresas especializadas que saben adaptarse al momento o las terminan de hundir para acabar cerrando. El mundo del vino no es una excepción.
Hoy vamos a incluir dentro de este sector otras bebidas, como destilados o fermentados, que se ven afectados por la inestabilidad incluso en mayor medida. Comprar vino en tiempos de crisis también tiene su miga.
Muchas de las personas dedicadas o vinculadas al mundo del vino están ya sufriendo despidos o viendo mermados los sueldos a causa de la crisis energética y el aumento de los precios en general. Todas estas personas tienen familias.
El vino parece que se ha convertido en un artículo de lujo, pero hacer vino para muchos no es un lujo. Es un medio de vida. Los agricultores deben seguir trabajando. Las bodegas deben seguir trabajando. El sector debe seguir trabajando.
Esto es solo un preámbulo ya que la esencia de esta publicación no es otra que la de concienciarnos y solidarizarnos con las pequeñas tiendas que se dedican a la venta especializada del vino y otras bebidas.
Como he nombrado en el enunciado, muchos de nosotros compramos en grandes superficies y nos olvidamos del pequeño comercio. Éste normalmente no puede competir en precio con los gigantes del comercio y ofrece cosas más caras, es verdad. Pero casi siempre de mucha más calidad y con un trato muy personalizado. Porque es verdad eso de que “lo barato, sale caro”.
Vamos a un hipermercado para comprarlo todo de una vez y evitar desplazamientos por comodidad. Se compran productos a precios supuestamente más bajos, pero la proximidad y la sostenibilidad se pierden por el camino. Compramos “este mismo” porque hemos leído el precio, pero no hemos mirado prácticamente nada más.
Pero lo peor es que si no ayudamos a las pequeñas tiendas con compras, los precios de los vinos se dispararán más o provocaremos que las tiendas especializadas, cierren. Si a esto añadimos que en ciertas superficies se están quitando de encima remesas de vino que estaban estancadas, pues mejor que mejor.
Es cierto que el daño irreparable a la economía es un hecho que debemos asumir. Pero también no ser ni pesimistas, ni optimistas. Sólo realistas. Mientras tanto, ya hay muchas personas que ni se les pasa por la cabeza comprar una botella de vino porque tienen otras prioridades.
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