Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Sustainability ha puesto el foco sobre la influencia de determinados hábitos en la crisis del agua que se vive en varias zonas del planeta. En concreto, sus autores aseguran que las élites adineradas que viven en zonas urbanas estarían contribuyendo con hábitos no esenciales a que las reservas de agua sean aún menores. Entre esos hábitos se señalan el llenado de piscinas privadas, regar los jardines o lavar los coches.
El estudio, que ha tenido mayor eco al ser publicado por The Washington Post, se centra en la urbe sudafricana de Ciudad del Cabo. Concluye que los dos grupos de residentes más ricos eran responsables de más de la mitad del consumo de agua de la ciudad. Todo ello a pesar de representar menos del 15 % de la población.
Los datos aún son más relevantes, según el informe, en aquellas ciudades donde la desigualdad en su población es mayor. Estos expertos afirman que más de 80 ciudades metropolitanas de todo el mundo han enfrentado una grave escasez de agua debido a las sequías y el consumo excesivo en las últimas dos décadas.
Elisa Savelli, autora principal del estudio e investigadora de la Universidad de Uppsala en Suecia afirma al periódico que «necesitamos repensar el desastre como un problema socioambiental» y aboga por crear políticas que aminoren los desequilibrios del consumo.
El estudio dividió a los residentes de la ciudad en cinco grupos según sus ingresos. Encontró curiosamente que la mayor parte del consumo de agua de los dos grupos con mayores ingresos provenían de actividades no esenciales. En cambio, el uso del agua entre el resto de la población se centró en necesidades básicas, como el consumo y la higiene.
Savelli y sus colegas concluyen además que en épocas de sequía, como en la actual, los más adinerados usaban fuentes de agua «privadas» para complementar su suministro. Al cavar pozos para acceder al agua subterránea, amenazaban también los recursos hídricos a largo plazo de toda la ciudad.
El mes pasado, Naciones Unidas advirtió sobre el riesgo de una «crisis global» en el suministro de agua debido a la reducción de la disponibilidad y el aumento de la demanda de agua. La ONU cree que la cantidad de personas en áreas urbanas que se enfrentan a escasez de agua se podría suplicar entre 2016 y 2050, afectando potencialmente a entre 1.700 y 2.400 millones de personas.
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