Hay algo que los llamados influencers deben tener en cuenta: lo foodie se ha ganado el rango de fashion. La responsable de este auge de la comida saludable ha sido la generación Z, que se ha convertido no sólo en la abanderada de la diversidad, sino también en cambiar hábitos tanto en la cocina como en el consumo en general. Ellos son verdaderos apasionados de las nuevas experiencias en la cocina e invierten mucho más dinero en ello que en electrónica, conciertos o ropa, donde el mercado de segunda mano está en auge. Se habla de que el 11% de su mercado de consumo en ropa ya es de segunda mano.
Los Z son auténticos foodies preocupados por lo que comen, conectados con lo healthy, orgánico y con diversidad de sabores y culturas en los fogones. Los pertenecientes a esta generación, la primera que se ha criado por completo en la era digital, desean saber no sólo la procedencia de lo que ingieren sino también cómo está elaborado y la rapidez para conseguirlo. No hay que olvidar que el manejo de la tecnología lo aplican también a que el servicio pueda gestionarse a golpe de clic, evitando colas innecesarias o esperas inertes.
Curiosamente, aunque están preocupados por lo que comen y cómo lo comen, no lo están por la cocina en sí misma. Un hecho que hace que muchos ya comiencen a pensar que, como hábito establecido, podrían cambiar hasta los pisos del futuro, desproveyéndolos de cocinas. La lista de la compra o los fogones no serían un objetivo, porque todo vendría de fuera a través de las emergentes empresas de comida a domicilio que han dejado de ser consideradas sólo para jungle food y ahora incluyen también la healthy food.
Quizás a los de la X o incluso a los millenials le pueda sonar extraño un piso sin cocina pero, practicidad, ya son algunas empresas las que comienzan a plantear apartamentos sin cocina. Lo saludable va mucho más allá de lo hecho en casa y pasa por que las empresas de alimentación se preocupen por informar de la procedencia de sus ingredientes y la elaboración de sus productos.
Los Z no van a lo barato, sino a lo de calidad y lo que es bueno para el organismo. Más que invertir en el packaging es de futuro invertir en dar la mejor calidad posible. Incluso no son pocas las tiendas que se plantean el diseño de interiores en función del poder de ser instagrameado ya que las cuentas de jóvenes profesionales de Instagram se llenan de fotos vigorosas dedicadas a la comida. Ha llegado un nuevo modo que convertirá el comer en una forma de arte, donde cualquier elemento sea fundamental para hacer que la experiencia sea algo inolvidable en todos los sentidos.
Por ello, el helado unicornio, las tostadas sirenas, los cafés con purpurina o la recuperación del tradicional Brunch, son conceptos a explorar que colocan a cualquiera en el mercado emergente de los foodies. Más allá de una moda pasajera, es un estilo de vida que no sólo divierte, sino que ha cambiado los hábitos de consumo.
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