Lo sucedido hace unos días en Valencia es un ejemplo de las consecuencias dramáticas que ponen a las personas en su sitio frente a la brutalidad de la naturaleza. Sobre todo, cuando le da por expresarse en sitios tan inesperados como es nuestro país. ¿Quién iba a pensar en un temporal de esta magnitud aquí y así, de repente? Sin embargo, no es la primera vez que toda una ciudad se queda paralizada por las inclemencias del tiempo. Ya pasó en Madrid con la nevada Filomena, y en isla de La Palma con la erupción del volcán de Cumbre Vieja. Son ejemplos de los tipos de acontecimientos que pueden llegar a suceder y que se escapan a nuestro control. Lo que sí se puede controlar, sin embargo, es lo que atañe a la prevención de crisis en el hogar. ¿Sabes cómo prepararte para este tipo de emergencias inesperadas?
Vivimos en una sociedad segura y en la que no sentimos miedo. No somos un país de huracanes, por ejemplo. Tampoco tenemos que construir bunkers en el sótano de casa por si el país vecino nos lanza una bomba, ni hay protocolos de tsunami. Y, en general, aunque las mujeres no le quitamos ojo a nuestro bolso, no solemos temer ser víctimas de atracos violentos, ni tampoco hay una cultura de ponerle al niño guardaespaldas a poco que sus padres tengan dinero.
Todo esto son elementos que contribuyen a una tranquilidad por la que debemos sentirnos agradecidos y que, en general, no suele verse amenazada. Sin embargo, quizá no deberíamos dar por sentada esta permanente sensación de seguridad y preparar nuestro hogar para combatir una crisis del tipo que sea.
A nadie le gusta oír la palabra “crisis” en nuestro entorno, ni mucho menos vivirla en primera persona. Toda crisis supone una ruptura de la normalidad y nos exige de nuevas respuestas para las que a veces no estamos preparados. Ya sea por falta de previsión o de experiencia, la improvisación, unida a la falta de medios, no suele devenir en nada bueno.
Por esta misma razón es importante llevar a cabo ciertos protocolos de seguridad a priori, con el fin de evitar una situación de pánico e incluso el caos generalizado por falta de bienes y servicios. Uno de estos protocolos preventivos comienza precisamente en el seno del hogar.
En algunos países de nuestro entorno los gobiernos aconsejan oficialmente a sus ciudadanos el estar preparados para “sobrevivir” ante cualquier tipo de contingencias. Así sucede en Dinamarca, por ejemplo, donde animan a cada uno de los hogares a equiparse, sin prisa pero sin pausa, de todo lo necesario para poder arreglárselas solos durante tres días. ¿Por qué tres días? Este es el tiempo que podría necesitar una sociedad moderna como la nuestra para centrar sus esfuerzos allí donde la necesidad fuese mayor, trabajando para estabilizar la situación general.
Vaya por delante que no tiene por qué suceder nada, y que ojalá todos estos consejos y esfuerzos derivados de ellos caigan en saco roto. Así y todo, nunca se sabe lo que podría pasar, ya que hay muchos factores que pueden desencadenar una crisis. El tipo de emergencia más frecuente es el que mejor conocemos todos en España: el de los temporales por mal tiempo. Cuando suceden, suelen afectar, como hemos visto en Valencia, a toda una ciudad o región. Los incendios, por ejemplo, son otro de nuestros problemas más recurrentes.
Más allá del mal tiempo, existe la amenaza de incidentes provocados por el hombre en forma de ciberataques y sabotajes, en parte debido al deterioro de la seguridad en Europa a causa de las últimas guerras. Otra de las razones que podría derivar en una crisis la encontraríamos en accidentes o problemas técnicos que tuvieran un gran impacto en la sociedad. Y, por supuesto, no nos olvidemos de las epidemias o incluso pandemias con las que ya estamos, lamentablemente, demasiado familiarizados.
Sea cual fuere la génesis de la crisis, la consecuencia la pagaremos los particulares con la pérdida de servicios y bienes de consumo. Esto implica, para empezar, la falta de energía y posiblemente de agua, así como una limitación del acceso a Internet.
Toma nota de la que sería una checking list razonable para poder vivir sin energía ni transporte durante varios días:
Quizá sea la primera de la lista y se debe calcular 3 litros por persona y por día, sin olvidarnos de las mascotas. Lo ideal es que sea agua embotellada y que la conservemos en un lugar fresco y seco, atendiendo a su fecha de caducidad. Si usamos la del grifo, simplemente deberemos embotellarla en recipientes limpios y aptos para uso alimentario, y cambiarla cada varios meses.
Conviene hacer acopio de suficiente comida para varios días y para toda la familia. Lo mejor es que sea comida no perecedera y que no requiera de energía para su preparación. Lo mejor son las latas y el pan tostado de larga duración. Si las reservas de comida necesitan fuego para prepararse, deberíamos tener también un hornillo de gas o un jardín para hacer barbacoa al aire libre con fuego.
Se trataría de tener el botiquín de primeros auxilios al día, así como asegurarse de existencias de las medicinas que podamos necesitar en nuestro día a día. Especialmente si algún miembro de la familia padece alguna enfermedad crónica. Una de las recomendaciones más alarmistas aconseja proveerse de tabletas de yodo, que podrían ser necesarias en caso de ataque nuclear. En Dinamarca, por ejemplo, las recomiendan para personas menores de 40 años, así como a embarazadas y a mujeres en periodo de lactancia.
Papel higiénico, jabón, desinfectante de manos, pañales, compresas… Aquello que necesitemos en nuestro día a día para nuestra higiene.
Mantas, edredones, ropa de abrigo.
Ante la previsión de falta de luz, se recomienda algún tipo de banco eléctrico para cosas como el móvil. Además, pilas normales, velas, cerillas y alguna linterna.
Ante una emergencia, si pudieran usarse tarjetas, seguramente fuera necesario recordar el pin. En cualquier caso, conviene tener efectivo en billetes no muy grandes.
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