En 2018 en España hubo 370.000 nacimientos, casi la mitad de los nacimientos que hubo el año en que inhumaron a Franco en un valle. En 2018 en España hubo 57.571 más muertes que nacimientos y solo en ocho provincias hubo más nacimientos que muertes. En 2018 en España habrían sido necesarios un 43 por ciento más de niños para que se garantizase el relevo generacional.
En 2018 en España las mujeres de cuarenta y cinco años tenían ya más hijos que las de veinticinco. Y, consuelo de muchos, consuelo de tontos, es Occidente el que languidece porque en 2018 se produjo el menor número de nacimientos desde 1961. Cuando los bebés fueron un 58 por ciento más que ahora, con un 21 por ciento menos de población en aquel momento.
Pasemos a los nombres. En el país de Isabel o Fernando, el nombre de nuestra reina constituyente y hacedora del proyecto de las Américas, ocupa el puesto 61 en el ranking de nombres en 2019. Mientras, el bueno del Rey de Aragón, Fernando, ocupa el puesto 74. Ignoro cómo respondería el monarca si supiera que ya le ha adelantado en la clasificación Mohamed, que ocupa el puesto 62, y que ya le pisan los talones Youssef e Imran.
Si los tiempos cambian en cuarenta años, nada que decir de lo que han podido cambiar en cinco siglos. Véase como Leo ocupa el puesto 11, Enzo el puesto 16, Izan el puesto 17, Dylan el puesto 31, Thiago el puesto 34 o Rayan el puesto 70. Santiago que antes cerraba España ahora está en caída libre en el ranking.
Ocupa éste el puesto 77, al menos, por encima de Enrique, que desde el puesto 97 ve peligrar su permanencia en la lista de los 100 primeros en nuestro país. Muy a pesar de la fogosidad canora del hijo de Julio Iglesias. Entre las mujeres sucede algo parecido porque Cristina ocupa el puesto 70, de la mano del masculino Rayan o Teresa, que ha desaparecido de la clasificación general de las cien primeras, donde se pueden leer Nahia, Aya, Salma, Arlet, Malak o Nour.
En 2060, en España habrá más de 200.000 personas con más de 100 años. De modo que las fotografías en sepia de los años 60 de las familias numerosas con veinte churumbeles alineados por estatura será sustituida por la foto de cinco generaciones de hispanos juntos. De la tatarabuela al infante, con fondo de bikini estelado en Salou o con zamarra de lana en Fuenterrabía.
La longevidad y la esperanza de vida nos hacen iguales y hasta nos deben hacer libres. Libres para trabajar o no, pero sobre todo, libres para descansar y para poder disfrutar el ocio. En el siglo IX, el Rey Alfredo de Inglaterra propuso dividir el día en tres secciones de ocho horas dedicadas al trabajo, al descanso y al ocio. Los tres ochos. En España, no fue hasta el 3 de abril de 1919, un siglo atrás, cuando el Conde de Romanones firmaba el decreto por el que promulgaba la jornada de ocho horas para todos los españoles. Fue firmar la norma y dimitir, todo en uno.
No sé cómo lo hacemos porque, a pesar de los dióxidos de azufre, óxidos de nitrógeno, monóxidos de carbono, arsénicos, benzopirenos, cadmios, níqueles y bencenos, y del smog sobre el puente de Vallecas y sobre Vía Laietana, España se va a convertir en 2040 en el país con mayor esperanza de vida del mundo.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Washington, toda vez que pasaremos del promedio actual de 82,9 años a 85,8 años. Para los que nacimos en los estertores de la muerte de Franco, nos han regalado quince años de vida y no queremos cerrar los ojos. Y como nosotros ejercemos nuestro tránsito hacia la inmortalidad con jactancia de hidalgos castellanos, tenemos la percepción de que, aún así, tenemos poco tiempo libre.
Y eso que Aristóteles definía el ocio como “la libertad emanada de la necesidad de trabajar”. Eran otros tiempos en que no existía el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional ni mujeres y hombres y viceversa. Eran tiempos en que los filósofos ascendían al Monte Athos para pensar y no para ver un final de etapa de la Vuelta ciclista a Grecia.
Cuando nadie me ve, y aprovechando las obras de El Retiro, me voy haciendo con una parcelita en el parque madrileño, junto al lago. Y procuro no cerrar los ojos ni desprenderme de mi mascarilla. Quiero aprehender mi bonus de quince años adicionales de vida, porque quizá sea el único premio posible que el tiempo me pueda otorgar. Hoy quiero mi propiedad en exclusiva pero no descarto la multipropiedad. Medios de vencer la soledad. Quizá cien años de soledad.
Iberdrola ha completado el último paso para la adquisición del 100% de su filial Avangrid.… Leer más
La Gran Vía madrileña suma desde ya un nuevo hotel de lujo. Se trata de… Leer más
A diferencia de la familia real británica, que se reúne al completo en Sandringham para… Leer más
Cada vez que aparece en una alfombra roja Georgina Rodríguez nos deja con la boca… Leer más
Felipe VI y doña Letizia prometieron a los valencianos que volverían a la zona afectada… Leer más
La reina de la Navidad está de vacaciones y su aparición en la nieve no… Leer más