En el conjunto de acciones que se pueden realizar en favor del medio ambiente hay pequeños gestos que ya están ampliamente incorporados en nuestro día a día y se realizan de manera general en nuestra sociedad. El reciclaje del vidrio es una de ellas. Y es que el contenedor más carismático y reconocible, con su característica forma de iglú, ya lleva conviviendo con nosotros más de 40 años.
Gracias a las recurrentes y originales campañas de comunicación de Ecovidrio durante sus 25 años de vida, todo el mundo sabe que “el vidrio va al verde”. De hecho sus datos hablan de que más del 70% de los envases de vidrio (botellas, tarros y frascos, incluso de perfume) ya se reciclan en nuestro país. Bravo.
Es cierto que alguna persona despistada puede depositar algún tipo de cristal que no sea un envase en este contenedor. Por ejemplo platos, vasos o cristales de ventana, que deben tirarse al contenedor del resto no reciclable y no al iglú verde. O puede que a algún perezoso se le olvide quitar la tapa de plástico. Pero en cuanto a la separación selectiva de residuos, grandes y pequeños tenemos claro dónde reciclar este material para cuidar de nuestro entorno.
Así, el informe ‘InSites 2022’ esclarece que 9 de cada 10 españoles asegura tener el conocimiento correcto sobre qué y cómo llevar a cabo el proceso de reciclaje. Y es que a estas alturas todos sabemos que el vidrio es un material más ecológico y con menos impacto que el resto de materiales utilizados en los envases de bebidas, especialmente, el tan denostado plástico.
El vidrio se puede reciclar infinitas veces. Reciclarlo, además, consume bastante menos energía que la necesaria para fabricarlo desde cero. Por eso su reciclaje contribuye a ahorrar energía, recursos y reduce las emisiones de dióxido de carbono responsables del cambio climático.
Es un material que no pierde calidad con el reciclaje y se recicla al 100%. Es prácticamente imposible distinguir un vidrio de nueva fabricación que un vidrio reciclado.
La extracción de la naturaleza de su materia prima principal, la arena de sílice, es mucho menos contaminante que la obtención del aluminio, por ejemplo, necesario para las latas ligeras de bebida.
Su reciclaje es más eficaz ya que se recoge específicamente sin mezclarlo con otros materiales. En el contenedor de envases ligeros (el amarillo), se reúnen distintos tipos de plásticos y metales que deben ser separados para su reciclaje. Por ejemplo, en el caso de los briks hay tres materiales en el mismo envase (plástico, cartón y aluminio), lo que dificulta enormemente su reciclaje.
El vidrio es un material inerte y, al ser pesado tiene poca capacidad de dispersión en la naturaleza. Es decir, que aún en el caso de no recibir el tratamiento adecuado como residuo, no se extiende por los océanos y bosques de todo el planeta. Tampoco se descompone en fragmentos minúsculos que se introducen en las cadenas tróficas de los mares, terminando en nuestra cena.
No en vano este material nos ha acompañado desde hace miles de años. Ahora de nosotros depende que lo siga siendo así otros tantos. Si queremos asegurarnos unos milenios más de existencia, es urgente empezar a poner el medio ambiente en el centro de nuestras decisiones. Y tal vez elegir un botellín, en vez de una lata puede ser un buen principio. Y con un paseo hasta el contenedor verde unos días después, mucho mejor.
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