El Covid-19 continúa haciendo estragos entre la mejor generación que ha tenido España, la que luchó por superar la posguerra, la que estudió con pocos medios, la que trabajó de sol a sol durante décadas, la que cuidó de nuestros hijos cuando otras crisis económicas azotaron a las familias españolas. Nuestros padres y abuelos no se merecen este trágico final en completo anonimato y soledad. No se merecen escuchar, ni siquiera una vez, a Xavi Boada Vila llamándoles viejos egoístas. Pero tampoco merecen el resto de fallecidos por y con Covid-19 morir de esta manera tan inhumana que impide a sus seres queridos siquiera estar juntos.
Mientras los enfermos ingresados sufren los efectos más drásticos del virus, otros los padecen desde sus casas, y quienes creemos estar sanos podemos ser propagadores letales. Nuestros sanitarios y otros profesionales necesarios continúan, tres semanas después de la declaración oficial de guerra, sin protección eficaz, sin que les hayan realizado ningún test de detección viral y sin recibir el apoyo de los 50.000 médicos y sanitarios prometidos. El gremio que más necesitamos es el más contagiado por Covid-19 del mundo, más de 17.000 a día de hoy. Mientras tanto ¿qué pasa con el resto de confinados?
Médicos y profesionales del sector aseguran que cuando una persona ha sido infectada por un virus, su sistema inmunológico queda alertado para siempre contra ese patógeno, o lo que es lo mismo, que nunca más podría infectarse de ese mismo virus. Serían personas vacunadas a todos los efectos. Según el Ministerio de Sanidad, a día de hoy hay 40.437 personas curadas en España. Es decir, personas que ya tienen los anticuerpos al patógeno y que no podrían contagiar ni contagiarse. Más de treinta mil personas que podrían salir del confinamiento y atender sus negocios. Miles de autónomos y pequeñas Pymes que ya podrían empezar a remar de nuevo, y miles de personas que ya podrían solicitar el trabajo de los anteriores. Sería una activación económica lenta, pero progresiva y sin riesgo para la salud de nadie.
Si además hacemos caso de aquella otra cifra no oficial que aportó hace cinco días el equipo del Imperial College de Londres en colaboración con la OMS, siete millones de personas en nuestro país habría contraído la enfermedad sin haber sido computados. Millones de personas lo habrían superado sin apenas sintomatología, inmunidad colectiva sin esperar a la vacuna. Para todos estos casos sí haría falta un análisis de sangre que comprobara que efectivamente ya tienen anticuerpos contra el patógeno Covid-19 y son inmunes. Para que lo entienda todo el mundo, estarían vacunados. Estos análisis tienen un coste económico, pero habría que valorar si esa inversión compensa para evitar la paralización total de la economía de España. ¿Qué saldría más caro? ¿Hacer esos análisis de sangre a todo aquel que lo pidiera o afrontar la quiebra del estado?
Me gustaría que los economistas de nuestro país valoraran esta posibilidad y, en caso positivo, que el gobierno diera la posibilidad a toda Pyme y autónomo que lo solicitara para hacerse el análisis inmunológico y autorización para poder empezar a trabajar.
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