Ácido hialurónico, el aliado para terminar con cualquier tipo de arruga
Julián Bayón tiene probablemente una de las clínicas estéticas más confiables del país.
No todas las arrugas faciales son iguales. En función de cuál sea su origen y su localización en una u otra parte de nuestro rostro, hay un tratamiento indicado y específico para tratarlas. Así lo cree el médico estético Julián Bayón. “Podemos dividirlas en arrugas de expresión, arrugas de fotoenvejecimiento, arrugas de deshidratación, arrugas de descolgamiento y arrugas posturales. Y trabajarlas”, afirma este experto. También dependen de la edad. “No es lo mismo empezar a trabajar las arrugas con 30 años que con 70 años, pero todas son susceptibles de mejorar”.
La medicina estética ha encontrado en el ácido hialurónico su principal aliado para poner freno a las arrugas, líneas de expresión, falta de luminosidad y corregir volúmenes. Y es que gracias a su gran capacidad hidratante y a su increíble poder antiarrugas se ha convertido en una de las moléculas antiedad más utilizadas.
¿Qué es el ácido hialurónico?
El ácido hialurónico sirve para fines tan variados como la hidratación capilar, el relleno facial para camuflar las ojeras, el suavizado de las arrugas en diferentes zonas del rostro, la hidratación para la piel… Y es también un potente estimulador celular. Promueve la formación del colágeno que sostiene nuestra piel.
El ácido hialurónico es una sustancia producida naturalmente por el cuerpo humano que actúa como si fuera un imán para la hidratación. Es clave a la hora de mantener los niveles de hidratación de la célula. Nos ayuda a ralentizar los efectos del envejecimiento y nos aporta elasticidad, jugosidad e hidratación en nuestra piel.
Con el paso de los años perdemos elasticidad en la piel
Pero los años se notan y, a medida que vamos soplando velas, la presencia del ácido hialurónico disminuye notablemente. Esto, unido al daño provocado por la exposición de la cara a agresiones externas como los cambios de temperatura, el sol o el estrés, produce el envejecimiento de la piel. En consecuencia se pierde volumen y firmeza. La piel sufre un aspecto deshidratado con la aparición de las temidas arruguitas, manchas y flacidez.